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LA INICIACIÓN HIPERBÓREA QUE CONCEDE LA ORDEN DE
CABALLEROS TIRODAL
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En la "Carta a los Elegidos" se expuso
sintéticamente la misión de la Orden de Caballeros Tirodal de la República
Argentina: "LOCALIZAR A LOS ELEGIDOS Y, SI ÉSTOS LO ADMITEN, PREPARARLOS
INICIÁTICAMENTE PARA AFRONTAR CON HONOR EL FIN DE LA HISTORIA". Ahora que se ha completado la lectura de
la Primera Parte de los Fundamentos
de la Sabiduría Hiperbórea es claro que los
Elegidos a quienes se dedica este libro son viryas perdidos predispuestos a
despertar, es decir, a transformarse en viryas despiertos o, aún, en Siddhas
Berserkiren: a ellos, los Caballeros Tirodal aseguran que existe un camino
abierto hacia la Iniciación Hiperbórea para quienes demuestren comprender y
aceptar los Fundamentos de la Sabiduría
Hiperbórea.
En la Orden de Caballeros Tirodal se practican TRES
GRADOS DE INICIACIÓN, todos basados en la vía de la oposición estratégica. Sin
embargo, gracias al alto nivel alcanzado en el conocimiento de la Sabiduría
Hiperbórea, la técnica arquemónica se aplica directamente para aislar al Yo
perdido, del sujeto consciente. Esta cualidad puede comprenderse analógicamente
observando la figura 32: la técnica de los Caballeros Tirodal consiste en
RESIGNAR al sujeto consciente con una Runa Sagrada que tiene la propiedad de
AISLAR al Yo perdido; tal operación equivale a establecer un cerco estratégico
sobre el Símbolo del Origen (AB); el Yo perdido queda entonces AISLADO del sujeto consciente y
estratégicamente REORIENTADO hacia el selbst; a partir de allí, desde el centro
de la Runa Sagrada, podrá luego, en la Segunda Iniciación, situarse en el
Selbst y convertirse en virya despierto. Pero la más importante consecuencia de
la Iniciación Hiperbórea es, sin dudas, LA INMORTALIDAD DEL YO: luego de su
aislación rúnica, en efecto, el Yo no puede ser ya afectado de ningún modo; ni
en la desintegración del microcosmos o la disolución del cuerpo astral podrían alterarlo
en forma alguna. Por el contrario, la aislación del Yo, el conocimiento de su
inmortalidad, elimina para siempre la angustia de la muerte y transforma al
Iniciado Hiperbóreo en un guerrero temerario. Un guerrero que, según se dijo,
aguarda el Fin de la Historia para emplear su terrible poder.
Resumiendo, en la Primera Iniciación, cuando el Yo
perdido ha sido cercado, se obtiene el grado de CABALLERO TIRODAL; en la
Segunda Iniciación, cuando se atraviesa el puente que conduce del Yo perdido al
Selbst, se obtiene el grado de PONTÍFICE TIRODAL; y en la Tercera Iniciación,
cuando desde el selbst el Yo despierto está en condiciones de revertir al
Espíritu Hiperbóreo, es decir, cuando se conquista el Vril, se obtiene el
grado de SIDDHA BERSERKIR.
Nada más conviene agregar sobre este Misterio. El
Elegido que haya llegado hasta aquí dispone ya de elementos suficientes para
decidir si continúa adelante, caso en el que deberá orientar sus pasos hacia el
Espíritu eterno y no retroceder jamás, o permanece en su extravío, caso en el
que seguirá cómodamente siendo esclavo de Jehová Satanás y hasta es
posible que sea premiado por los Siddhas Traidores por rechazar la
"tentación de Lucifer".
Sea cual fuere la decisión a tomar, que sea pronto,
PUES MUY PRÓXIMO ESTÁ EL FIN DE LA HISTORIA.
NIMROD DE
ROSARIO
AGOSTO DE 1985
Figura
32: Estructura psiquica del virya despierto.
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TOMO 1
EL VIRYA PERDIDO Y EL HECHO CULTURAL
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SEGUNDA CARTAA LOS ELEGIDOS
I - Salutación a los
Elegidos que van a instruirse en la Ética noológica, es decir, a quienes
comienzan, desde hoy, a recibir los tomos correspondientes a la Segunda Parte
del Libro Fundamentos de
la Sabiduría Hiperbórea
II - El Día del Espíritu
III - El ―despertar‖ del virya perdido
IV - Conocimiento previo
de la Estrategia enemiga
V - El rasgo del Elegido
VI - Aclaración sobre los
conceptos de ―nazismo esotérico‖ y “dureza
espiritual” empleados en V
VII — Comentario y saludo
final.
EL VIRYA PERDIDO Y EL HECHO CULTURAL
A - La “cultura”, objetivo de la sociedad pasú
B
- Objetos culturales externos e internos
C
- Cultura externa e interna
D
- Correspondencias analógicas entre micro y macrocosmos
E
- Las “Edades” de la Historia
F
- Análisis crítico del concepto oficial de Edad
G - Concepto arquetípico
de “Edad”
H - Hecho natural, hecho
histórico y hecho cultural
I - La superestructura
del hecho cultural
J - El doble origen de la
“Edad de Oro”
K - La situación actual del virya perdido
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SEGUNDA CARTA A LOS ELEGIDOS
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I - Salutación a los Elegidos que van a instruirse
en la Ética noológica, es decir, a quienes comienzan, desde hoy, a recibir los
tomos correspondientes a la Segunda Parte del Libro Fundamentos de la Sabiduría Hiperbórea.
En el nombre de los Caballeros Tirodal, y en el
suyo propio, el autor ofrece un saludo de Camarada, vale decir, una Señal de Honor, a aquellos Elegidos que han
“comprendido y aceptado” los
Fundamentos de la Sabiduría Hiperbórea expuestos
en la Primera Parte. Para quienes han comprendido y aceptado tales Fundamentos
se abre a partir de hoy el camino de la Iniciación Hiperbórea: justamente, en
la Segunda Parte se han desarrollado los temas que la Orden considera de
conocimiento necesario e inevitable para todo Iniciado Hiperbóreo. Los modelos
analógicos del Espíritu Esfera y de la estructura cultural, ya estudiados, y
los conceptos basados en ellos, van a permitir ahora una rápida comprensión de
los temas estrictamente iniciáticos. Con otras palabras, la Primera Parte
brinda el contexto adecuado para que los conceptos iniciáticos presentados a
continuación adquieran el significado inequívoco que los aproxime a la Verdad revelada
por la Orden. El siguiente acto consiste, pues, en “comprender y aceptar” la
Segunda Parte y en aguardar el llamado de la Orden, LLAMADO QUE SOLO SE
CONCRETARÁ SI EL ELEGIDO PROPICIA UN KAIROS INICIATICO, ES DECIR, SI PRODUCE,
CON SUS ACTOS, LA “OPORTUNIDAD” DE ACCEDER A LA INICIACION HIPERBOREA. Sin
embargo, antes de comenzar el estudio de los temas iniciáticos, es conveniente
despejar algunos interrogantes que muy posiblemente ya estén planteados en la
mente de los Elegidos: por ejemplo ¿por qué se revela HOY la vía de la
oposición estratégica? ¿Qué se requiere para acceder a la Iniciación
Hiperbórea? ¿Como se expondrán estos requisitos en la Segunda Parte? ¿Qué
cualidad hace posible que un virya perdido sea considerado un Elegido de la
Orden de Caballeros Tirodal? y, fundamentalmente, ¿por qué es tan importante el
punto de vista ético? A responder tales interrogantes se dedican las siguientes
partes de la Carta.
II - El Día del Espíritu.
No es necesario declarar a esta altura, que el
presente libro ha sido redactado para consideración de un público occidental.
Es obvio que la Sabiduría Hiperbórea, cuyos “fundamentos” se exponen aquí de
manera elemental, constituye una vía general de liberación espiritual adecuada
para la comprensión del hombre occidental. Este “hombre occidental” es, desde
luego, el “virya perdido” de nuestra Weltaschauung, el hombre semidivino que,
en su memoria de la sangre, guarda el Recuerdo del Origen, el hombre, en fin,
de “linaje hiperbóreo”.
Al virya perdido de Occidente la Sabiduría
Hiperbórea le ofrece HOY una salida heroica, mostrándole con un lenguaje de
signos que él es capaz de comprender, el sendero que conduce hacia la
trascendencia absoluta del Espíritu; tal sendero, claro está, no podrá ser
transitado sin lucha y tal lucha, naturalmente, no podrá librarse sin una
correcta preparación previa para el combate: ese es el objetivo de la
INICIACION HIPERBOREA, a la que el contenido de este libro puede servir como
introducción, pero a la que solo puede accederse por intermedio de un PONTIFICE
HIPERBOREO, es decir, de un virya despierto experto en Estrategia Hiperbórea.
Mas ¿Por que HOY?, ¿porqué una revelación en este
momento y no AYER? ¿A qué se debe que de pronto se abran las puertas del
Misterio? y, por sobre todo ¿qué significa “hoy” y “ayer”? Respuesta: Ante
todo, fijemos el justo sentido que hay que dar a “hoy”; HOY es una palabra que
designa el tiempo presente en relación al día: “el presente día”; sin embargo
aquí no emplearemos la palabra con tal sentido transitorio y cotidiano sino con
un alcance que es propio de la visión histórica: el hoy al que nos referimos es
UN DIA EN SENTIDO HISTORICO, que incluye al momento actual, un día que ha
comenzado luego de una larga noche de tinieblas infernales. En esas tinieblas transcurrió
el AYER del virya perdido, en el seno de una noche que acabó hace apenas un
instante para dar paso a los primeros rayos de luz del día de HOY; y luego,
merced a la Sabiduría Hiperbórea reencontrada por los viryas, será posible para
muchos el milagro de la liberación espiritual.
Nos preguntaremos, ahora ¿y cuándo ha comenzado ese
Día del Espíritu? ¿quién es el Sol que lo ilumina? Respuesta: ese día, que es
el hoy de los viryas perdidos, el tiempo en el que ellos podrán declarar
INDIVIDUALMENTE la guerra al Cautivador de los Espíritus, ESE DIA EMPEZO EN LA
SEGUNDA GUERRA MUNDIAL. Y el Sol que comenzó a amanecer en los años 30, y que
desde entonces ilumina el Día del Espíritu, es el Gran Siddha que los viryas
perdidos han conocido como Adolfo Hitler, el Führer de los pueblos germanos.
El, gracias a un dominio absoluto de la Estrategia Hiperbórea, merced a unos
conocimientos tan terribles, que no nos atreveríamos siquiera a esbozar aquí,
abrió una brecha en la muralla enemiga, en la Estrategia de Chang Shambalá. Y
esa grieta, por la que ha de penetrar el socorro de la Sabiduría Hiperbórea, no
podrá ser sellada por los Demonios antes de UN MILENIO. Mas, para entonces,
habrá acabado el Kaly Yuga, la Era de las Tinieblas que comenzara hace
quinientos mil años y que el Führer ha venido a cerrar con la luz del Día del
Espíritu.
Este es, pues, el Día del Espíritu, un día
milenario iluminado por el Führer. En este día los viryas perdidos podrán comer
nuevamente el fruto de la Gnosis: el fruto prohibido que pende del árbol de la
Sabiduría Hiperbórea, cuyas raíces se nutren de la Sangre Pura del Gral.
III - El “despertar” del virya perdido
¿Qué propone la Sabiduría Hiperbórea a los viryas
perdidos en este Día del Espíritu? Lo explicaremos paso a paso, pues la
respuesta debe estar claramente relacionada con el problema de la liberación
espiritual.
No importa aquí el motivo de la decisión: la
intuición del Yo Infinito o del Símbolo
del Origen, o haber escuchado la Canción de A-mort de los
Siddhas, etc. Lo importante es que, cuando el virya perdido se decide a
procurar la liberación del Espíritu, SU PRIMER PASO SOLO PUEDE CONSISTIR EN LA
BUSQUEDA DEL SELBST, EL ASIENTO DEL YO DESPIERTO. La concreción de esa búsqueda
implica un SALTO GNOSTICO que separa al Yo de su confusión con el sujeto
consciente, de su identificación con el tiempo inmanente, y lo traslada hacía
el selbst, convertido así en Yo despierto, en sujeto atemporal. Desde el selbst
el Yo despierto podrá, al fin, realizar el desencadenamiento del Espíritu y
trasmutarse, si lo desea, en Siddha Berserkr. Se advierte, entonces, el valor
de ese “primer paso” que conduce al selbst y se comprende, también, el interés
sumo que para el virya perdido reviste su ejecución.
A ese primer paso la Sabiduría Hiperbórea lo
denomina DESPERTAR: el DESPERTAR es desde ahora, gracias al Führer, una
posibilidad al alcance de todos, es decir, exotérica. La palabra DESPERTAR
expresa un concepto sintético cuyo significado solo es exacto si es comprendido
en el contexto de la Sabiduría Hiperbórea: esta palabra sugiere, por ejemplo,
que el Yo perdido que intenta dar el primer paso hacia la liberación
espiritual, es decir, que intenta DESPERTAR, está en verdad DORMIDO, sumido en
el ensueño de su confusión con el sujeto consciente.
Pues bien, teniendo en cuenta estas aclaraciones,
podemos afirmar que la Sabiduría Hiperbórea propone al virya perdido UN MODO DE
DESPERTAR, vale decir, enseña la manera de dar ese primer paso, de allanar esa
distancia “NO ESPACIAL NO TEMPORAL, SINO ESTRATEGICA” que separa al Yo perdido
del selbst. En esta Segunda Parte vamos a explicar con detalle el MODO DE
DESPERTAR que propone la Sabiduría Hiperbórea; mas, para que tal explicación
cumpla su objetivo esclarecedor, es necesario exponer de entrada su método,
mostrar hacia donde apuntan los planteos. Tal necesidad se entenderá mejor si
advertimos que el DESPERTAR del Yo perdido no es una operación que admita
analogías lineales, o sea, no es posible brindar una explicación paso por paso
como, por ejemplo, el método para cambiar un neumático de automóvil con un “programa
de camino crítico”, la imposibilidad, sin embargo, no obedece a motivos
esotéricos ni misteriosos pues tiene su origen en la naturaleza polifacética
del problema del despertar, que impide tratar el tema desde un solo ángulo.
Debemos comenzar, pues, por exponer el problema y el método empleado en
resolverlo.
El problema del despertar parecería fácilmente
resuelto con solo responder a la siguiente pregunta: ¿qué debe hacer
concretamente, prácticamente, el virya perdido para despertar? Pero ocurre que
a esta pregunta ética solo le cabe una respuesta: EL VIRYA PERDIDO DEBE
NODIFICAR PERMANENTEMENTE LA ACTITUD DESU YO Y CON TAL ACTITUD, DEBE AVANZAR
HACIA EL SELBST. Bien que se mire, esta respuesta plantea a su vez dos
cuestiones: ¿cuál es esa nueva actitud del Yo perdido? y ¿cómo saber HACIA
DONDE HAY QUE AVANZAR, es decir, dónde queda el selbst? Y las respuestas a
ambas cuestiones son las que impiden tratar el tema en forma lineal, puesto que
no conviene bajo ningún punto de vista exponerlas por separado. Iremos, pues,
en busca de ambas respuestas, aproximándonos a ellas en conjunto.
De las dos respuestas, la primera es la más fácil
de resumir POR ANTICIPADO y la segunda la más difícil; para explicarlas, en
cambio, partiremos de la segunda y tardaremos bastante en llegar a la primera.
Adelantaremos, ahora, ambas respuestas, para que se entienda el método que
sigue la explicación, aunque recién serán comprendidas más adelante.
Como respuesta a la primera pregunta la Sabiduría
Hiperbórea propone la práctica del HONOR. Mas tal Honor no es una mera “virtud moral” sino una Moral en sí misma, un modo de vida
que sitúa al virya perdido “más allá del bien y del mal”, es decir, más allá de
los conceptos judaicos de “bien” y “mal”. Porque resulta que el Honor es algo que, como el Yo
perdido, puede ser despertado. ¿Cómo? Adoptando una ACTITUD GRACIOSA LUCIFERICA. Según
veremos, esta actitud despierta por sí sola al virya perdido y fortalece
poderosamente la voluntad egoica, favoreciendo el cambio definitivo: ello es
posible porque EL HONOR DEL VIRYA ES EL ACTO DE SU VOLUNTAD GRACIOSA.
La primera respuesta se reduce, así, a una
descripción de la “actitud graciosa luciférica”. Pero ocurre que tal concepto,
para transmitir con claridad su significado, requiere ser expuesto en un marco
ETICONOOLOGICO, es decir, en un contexto propio de la Sabiduría Hiperbórea. Lo
que más desarrollo llevará en la explicación será, entonces, construir dicho
contexto: la actitud graciosa luciférica se definirá en el tomo octavo como
carácter típico de una TIPOLOGIA ETICONOOLOGICA DEL VIRYA PERDIDO, es decir,
una tipología que solo toma en cuenta el aspecto espiritual del virya, su Yo
perdido. La segunda respuesta es la más difícil de anticipar aunque constituirá
el tema con que se iniciará la explicación. El virya trata de despertar y para
ello debe buscar el selbst; mas ¿dónde se encuentra el selbst? No hay que
insistir en que hasta hace muy poco, antes del Día del Espíritu, la respuesta a
tal pregunta formaba parte del Misterio. Hoy, sin embargo, podemos responder a
ella POR MEDIO DE UN SIMBOLO. No se trata, desde luego, de un símbolo nuevo, lo
que resultaría sospechoso y absurdo, sino de uno muy antiguo, que los hombres
de Cromagnón salvaron de la Atlántida y conservaron por milenios como muestra
del más elevado saber, como representación de una verdad terrible, revelada a
los hombres por los Dioses. Aquellos “Dioses” fueron, por supuesto, los Siddhas de Agartha, quienes
durante un largo período reinaron sobre la Atlántida intentando trasmutar las
razas de viryas perdidos mediante métodos carismáticos de Estrategia
Hiperbórea. En ese tiempo el símbolo al que aludimos, y que vamos a llamar
LABERINTO EXTERIOR, era la clave de trasmutación de la más alta Iniciación, el
fundamento del Misterio: por su intermedio, es decir, por la aprehensión de su
verdad oculta, el hombre semidivino podía transformarse en Dios.
Según se detalla en el inciso “La Resignación de Wotan”, y en los incisos
subsiguientes, fue merced al sacrificio de su voluntaria crucifixión en el
Árbol del Mundo que Wotan redescubrió el secreto del encadenamiento espiritual. El Gran As
contempló entonces el Símbolo del Origen y reveló a los arios Las Runas Increadas que hacen posible la
liberación espiritual y la conquista de la eternidad perdida en el Origen,
convirtiéndose así en el Guía Racial de la Raza Blanca Hiperbórea. Esa
revelación la consumó, instituyendo el Misterio del Laberinto, el primero de
los Misterios Antiguos: aquel Misterio, constituyó la base de la Orden medieval
Einherjar, fundada por John Dee en Alemania, cuyo funcionamiento secreto
durante tres siglos concluyó en la Thulegesellschaft y la SS. Al Misterio del Laberinto, resuelto
por los Siddhas de la Orden Einherjar, se lo denominó en lenguaje moderno “vía de la oposición estratégica” y así pasó a la Orden
de Caballeros Tirodal, quienes son sus actuales
depositarios en Sudamérica. En síntesis, podemos adelantar que la revelación de
Wotan, el Misterio del Laberinto, consistió en un signo
rúnico conocido como “el Laberinto Exterior de Wotan”, TIRODINGUIBURR, o “el Símbolo Sagrado del Virya” La importancia de este signo ha de evaluarse a partir de la siguiente
propiedad: SU SIGNIFICADO EXPRESA LA TOTALIDAD DE LA SABIDURIA HIPERBOREA; vale
decir: la Primera y Segunda Parte del libro
Fundamentos de la Sabiduría Hiperbórea sólo
contienen aproximaciones sistemáticas al significado del Símbolo Sagrado del Virya.
Al Símbolo
Sagrado del Virya, tirodinguiburr, se lo califica en la Sabiduría Hiperbórea como “la Solución de Wotan al problema del encadenamiento
espiritual”. Este problema se puede reducir racionalmente a la
necesidad de cumplir con dos actos egoicos: despertar y orientar. Con otras
palabras, el Yo perdido debe, primero, “despertar” de su sumisión psicológica en el sujeto consciente y,
segundo, “orientarse” hacia el selbst. El
Símbolo Sagrado del Virya facilita con
holgura la ejecución de ambos actos, tal corno se demostrará en la Segunda
Parte: el “despertar” se logra simplemente por la comprensión interior del
significado, revelado inductivamente con el Laberinto Exterior de Wotan; la “orientación” hacia el selbst requiere, además, la práctica de la Iniciación Hiperbórea, un acto
ejecutado simultáneamente en dos mundos durante el cual los Siddhas Leales plasman el signo rúnico en torno al Yo perdido, quien desde ese instante consigue localizar el selbst y “orientarse”
definitivamente hacia él.
El Símbolo que vamos a estudiar constituye,
entonces, una gran clave: PERMITE ESTABLECER LA DISTANCIA ENTRE EL YO PERDIDO Y
EL SELBST. Empero, esta clave no será captada de inmediato por el virya
perdido: primero debe saber cómo situarse frente al Símbolo para que éste le
revele su secreto, cosa que no podrá lograr si antes no le restituye su sentido
metafísico. Todos los símbolos sagrados han sido objeto de una atroz
degradación cultural como efecto tenebroso del Kaly Yuga, pero ESTE Símbolo en
particular, por su peligrosidad para los planes de la Sinarquía, ha sufrido un
destino peor: según veremos con detalle en el tomo séptimo, se lo ha empleado
como base de MATCH GAME, es decir, se lo ha asociado a una función LUDICA. Una
parte de la explicación se dedicará, entonces, a examinar el problema de la
degradación de los símbolos sagrados y la actitud de los viryas perdidos frente
a ellos: Y DE ESE NODO SE IRA DESARROLLANDO, TAMBIEN, LA TIPOLOGIA
ETICONOOLOGICA necesaria para describir la actitud graciosa luciférica.
En síntesis, en esto consiste el método de la
explicación: un desarrollo que incluye muchos temas pero durante el cual se va
dando respuesta, implacablemente, a las dos preguntas antes planteadas. Al
final se habrá expuesto, sin equívocos insalvables, la propuesta que la
Sabiduría Hiperbórea hace al virya perdido que ansía despertar como Espíritu
Hiperbóreo, como Siddha, como Dios.
IV - Conocimiento previo de la Estrategia enemiga.
El Símbolo Sagrado del Virya, en efecto, no puede ser comprendido completamente si no se encara un
estudio previo sobre la Estrategia de los Siddhas Traidores de Chang Shambalá:
esta Estrategia se resume también en un solo símbolo, conocido universalmente
como LLAVE KALACHAKRA. Mas, así como el estudio del Símbolo Sagrado del Virya da lugar a la Sabiduría Hiperbórea, la Ciencia de los Siddhas Leales de Agartha, así también el estudio de la Llave Kalachakra da lugar a la
Kalachakra, la Ciencia de los Siddhas Traidores de Chang Shambalá. La Llave
Kalachakra es la clave del sistema de encadenamiento espiritual explicado en la
Primera Parte: consiste esencialmente en la resignación del designio pasú con
el Símbolo del Origen. Semejante operación causa una mutación genética que altera
permanentemente una parte del designio pasú, denominada “designio caracol” y
representada habitualmente con el signo espiral, que constituye el “Símbolo Sagrado del Pasú”. Antes
de exponer el Símbolo Sagrado del Virya es necesario, pues, estudiar el Símbolo
Sagrado del Pasú y la Kalachakra, la Ciencia de los
Siddhas Traidores: ello se efectuará a partir del inciso “El Símbolo Sagrado del Pasú”,
contenido en el segundo tomo. El
Símbolo Sagrado del Virya, por otra parte,
recién podrá ser descripto en el séptimo tomo. Resumiendo, la Segunda Parte ha
sido dividida en trece tomos: en los ocho primeros se ha desarrollado el
conocimiento que la Orden de Caballeros Tirodal considera necesario e
inevitable para acceder a la Iniciación Hiperbórea, y en los cinco restantes
los Apéndices complementarios más importantes pero no imprescindibles. Todo
Elegido, sin embargo, debe estudiar la obra completa en tanto aguarda el Kairos
de la Iniciación Hiperbórea.
V - El rasgo del Elegido.
Los Elegidos son aquéllos viryas perdidos que
comprenden y aceptan los Fundamentos
de la Sabiduría Hiperbórea. Sin embargo no
todos los viryas perdidos son aptos para comprender y aceptar tales fundamentos
en el día de hoy, es decir, en el Día del Espíritu: algunos son víctimas de su
propio extravío interior, de la sumisión del Yo perdido en el sujeto
consciente, de identificar al Espíritu con la conciencia y de creerse alma;
otros, los más, son presa de la Estrategia exterior enemiga, de las
determinaciones objetivas que introducen en la estructura cultural del virya
las superestructuras de las culturas externas: “para la Sinarquía, la cultura
es un arma estratégica”. Pero, de entre los viryas perdidos en el Día del
Espíritu, la Orden de Caballeros Tirodal sabe distinguir a los Elegidos, a
quienes convoca “para afrontar con Honor el próximo Fin de la Historia”. Desde luego, en la confirmación que la
Orden realiza para asegurar que tal o cual virya perdido es un elegido,
intervienen una pluralidad de acciones esotéricas, entre las que se cuentan,
por ejemplo, la investigación de sus registros innatos para conocer su historia
espiritual, la detección de ciertas señales orgánicas que delatan su condición
luciférica, la consulta a los
Siddhas de Agartha, etc. Empero, existe un rasgo
primero que se toma en consideración pues, por así decirlo, es el que lo
diferencia de los verdaderos viryas perdidos, el que anuncia de manera
inequívoca que “este virya” es distinto de los otros, que en él el Yo perdido
se halla “preorientado” hacia el Origen. Vamos a describir semejante rasgo en
esta Segunda Carta porque todo Elegido ha de ser capaz de reconocerlo en sí mismo,
como carácter innato, sin necesidad de recurrir a nuevos conocimientos o
explicaciones teóricas: este rasgo, este carácter, es a priori de todo
conocimiento y de toda explicación y, por el contrario, el conocimiento y las
explicaciones, de cualquier tipo, suelen provenir de la búsqueda desesperada
por comprenderlo. A partir de ahora, quien reconozca este rasgo en sí mismo,
comprobará de inmediato que la Orden no se ha equivocado al convocarlo, tendrá
la seguridad de que “el conocimiento y las explicaciones teóricas” que ofrece
la Sabiduría Hiperbórea le serán útiles a su particular condición, podrá intuir
que la Iniciación Hiperbórea es el camino que su Espíritu reclama.
Para sintetizar, vamos a denominar aquí PREDISPOSICION GNOSTICA al rasgo
mencionado, el cual es una cualidad interior innata, propia del Yo perdido, que
el Yo perdido manifiesta compulsivamente durante toda a vida sobre al sujeto anímico con indiferencia
hacia cualquier forma cultural que éste asuma. Hay que distinguir de entrada a
la PREDISPOSICION GNOSTICA de un simple caso de fe: la fe suele ser la creencia ciega en el
producto de una intuición irracional, de la intuición incomprensible del
contenido de los símbolos sagrados; la fe es netamente psicológica, un carácter del alma, la relación que
el sujeto anímico establece con los símbolos, sagrados arquetípicos, representantes de
los Mil Rostros de El Uno, en su evolución hacia la autonomía óntica de la entelequia Manú.
Contrariamente, la PREDISPOSICION
GNOSTICA es expresión de la sabiduría innata del Espíritu y
es ella misma una sabiduría. Vale de decir, que la PREDISPOSICION GNOSTICA está
fundada en la sabiduría innata y consiste en el
conocimiento de la Verdad del Espíritu, de su
esencia inmaterial e increada por El
Uno, El
Creador de las formas que ordenan la materia.
El Elegido SABE interiormente, con absoluta
certeza, de la existencia del Espíritu increado y de su calidad superior a la
de cualquier existencia, óntica u ontológica, creada por Uno. Por eso no
necesita CREER en el Espíritu ni en ninguna intuición irracional inducida por
los símbolos sagrados: su PREDISPOSICION
GNOSTICA se manifiesta como sabiduría innata de la Verdad
del Espíritu, un saber que no puede ser ni afirmado ni negado por la razón
anímica porque consiste en una Verdad absoluta e indudable. Es claro que la PREDISPOSICION GNOSTICA no actúa
siempre con la misma intensidad pues su presencia está ligada a la fuerza
volitiva del Yo perdido, a la fuerza expresada por el Espíritu encadenado: en
efecto, la PREDISPOSICION GNOSTICA es una especie de MISTICA INTERIOR, es decir, de acuerdo a la
definición adelantada en la Primera Parte, es la “forma de un contenido
carismático”; tal contenido es la “voluntad graciosa luciférica”, la esencia
del Yo, cuya presencia en el Yo perdido no es constante sino que su fuerza es
más o menos intensa durante la vida del virya de acuerdo al grado de confusión
estratégica que este padezca. El Elegido, aunque posea el rasgo de la PREDISPOSICION GNOSTICA, no por
eso deja de ser un virya perdido, sometido a los vaivenes kármicos que le
impone la Estrategia enemiga para mantenerlo en la confusión; contando SOLO con
la PREDISPOSICION GNOSTICA no es posible despertar en el Día del Espíritu: es necesario disponer
también de la Sabiduría Hiperbórea; mas, aunque alguien que NO ES un Elegido
consiga los Fundamentos de la Sabiduría
Hiperbórea, si no posee la PREDISPOSICION GNOSTICA, tampoco
logrará despertar pues los
Fundamentos de la Sabiduría Hiperbórea, sin PREDISPOSICION
GNOSTICA, jamás serán para el virya perdido verdadera
Sabiduría. Pero al Elegido, que exhibe la PREDISPOSICION GNOSTICA, la Orden
de Caballeros Tirodal le ofrece la Sabiduría Hiperbórea que hará posible su
despertar espiritual en el Día del Espíritu, para afrontar con Honor el próximo Fin de la
Historia.
Ahora bien, basta aquí se ha aludido al aspecto esencial es decir,
interior, de la PREDISPOSICION GNOSTICA: demás esta decir que este aspecto, por sí solo, no basta para
distinguir a los Elegidos de entre los viryas perdidos. El “rasgo” del Elegido,
propiamente dicho, lo constituye una “trayectoria característica” que la PREDISPOSICION GNOSTICA causa en
su vida, trayectoria que, finalmente, es la que lo a de conducir
carismáticamente hasta la Orden de Caballeros Tirodal, a coincidir sincronísticamente
con la Orden en el Día del Espíritu.
Analicemos brevemente, y en líneas generales, las
consecuencias que la PREDISPOSICION
GNOSTICA causa en la vida del elegido. La PREDISPOSICION GNOSTICA consiste,
según se dijo, en el conocimiento de la Verdad del Espíritu, conocimiento que
procede de la sabiduría espiritual innata. Provisto de este conocimiento, el
Elegido comienza a buscar desde el principio en las Religiones y Doctrinas
teológicas que ofrece la cultura colectiva, la confirmación de su saber
espiritual. Y aquí se produce el principal y paradójico hecho que determina su
vida: más tarde o más temprano, el Elegido acaba por comprobar que ninguna
Religión o Doctrina teológica comúnmente aceptada explica o describe su certeza
interior. Algunas hablan, por ejemplo, del “Espíritu y hasta le atribuyen un Creador: el mismo que
creó a los gusanos, a los perros y al pasú y que cría a este, último esperando
recibir su dolor. Ese “Espíritu de las Religiones y Doctrinas teológicas no es
mas que una equívoca denominación del
alma, La expresión manifestada en la materia de la
mónada arquetípica creada por El
Uno a su imagen y semejanza: su destino, como todo lo anímico, no es otro que
el de evolucionar hacia una perfección entelequial que culmina en la asignación
de un puesto específico en el orden universal, un puesto que supone la sumisión
final a El Uno en un grado secundario de existencia. Puede ocurrir, entonces, que el
Elegido se confunda momentáneamente y acepte el concepto falso de un “Espíritu creado”,
intentando por consiguiente dirigirse al Creador, al Dios del Universo; en ese caso, el resultado de la búsqueda no
puede ser más sorprendente: el
pretendido Dios, supuestamente creador del Espíritu, del
ser conocido por la PREDISPOSICION
GNOSTICA del Elegido, demuestra hacia su creatura una
indiferencia total; el Elegido puede dirigirse de muchos modos al Dios Creador sin que éste
responda jamás, en cuanto se refiera a lo conocido por la PREDISPOSICION GNOSTICA, a sus
interrogantes: ni la devoción más sumisa, ni los reclamos más exigentes, logran
otra cosa que el silencio de El
Uno. Por supuesto que tal efecto sucede porque el
Elegido se ha dirigido al Dios equivocado, no al “Creador del Espíritu”
sino al Creador del alma en la cual esta encadenado su Espíritu eterno: y El Uno solo puede ser
Indiferente ante un Espíritu que es extranjero en su Creación.
Si el Elegido no advierte a tiempo el motivo de esa
indiferencia divina quizá reaccione de manera típica, y paradójica,
convirtiéndose en un “místico sin Dios”, en un “ateo espiritual, etc.; para
quien ha tomado este camino no hay otra alternativa porque la PREDISPOSICION GNOSTICA le muestra
con absoluta certeza, en todo momento, la Verdad del Espíritu, en tanto que el “Dios Creador” se niega a responder:
esta actitud incomprensible, por parte de quien debiera atender con presteza a
sus criaturas más espirituales, causa esa típica sensación, de abandono en el
Elegido, un sentimiento de culpa, la sospecha de ser portador de un pecado
desconocido. He aquí el primer drama del Elegido: abandonado por “Dios”, pero
sabedor de la Verdad del Espíritu, conocedor de que existe un ser absolutamente
superior a la materia, quizá pase años buscando en el fondo de sí mismo la
culpa inexistente por la cual, supone ha sido castigado con la indiferencia
divina.
Pero el Espíritu eterno del Elegido no tiene
ninguna culpa que purgar aunque deba soportar efectivamente el castigo del
encadenamiento a la materia: lo que a existido en el Origen no es una culpa
sino una Traición y un Engaño, tal como se ha expuesto en la Primera Parte; por
esa Traición y ese Engaño, perpetrado por los Siddhas Traidores, el Espíritu
eterno fue revertido y encadenado a la estructura psíquica del pasú para
acelerar su evolución. Y solo hoy, en el Día del Espíritu, luego de un período
de más de diez mil años de oscuridad, los viryas perdidos tienen nuevamente la
posibilidad de liberar su Espíritu eterno por la praxis de la Iniciación
Hiperbórea.
Volviendo a la “trayectoria característica” del
Elegido, el siguiente paso, después de buscar inútilmente la culpa interior,
será tratar de comprender con más profundidad el destino del hombre, las leyes
que rigen su suerte o su desgracia. Aprenderá entonces que “los actos del
hombre causan reacciones futuras”, las que deben ser indefectiblemente
compensadas “para evolucionar hacia la perfección que preveen los Planes de
Dios”: tal “compensación desde luego, está regida por la “ley del karma”, cuyos
propósitos son insondables para los simples mortales puesto que quienes evalúan
y miden las cuentas a saldar son los “Señores del Karma”, Grandes Seres
pertenecientes a la Jerarquía del Gobierno de Dios. En este punto el Elegido
vislumbra una solución para su problema: el silencio de Dios se debe a que no
ha saldado convenientemente las deudas kármicas; existe al fin una culpa, un
mal antiguo que debe ser purgado pero al que no recuerda por haber sido
consumado en “vidas pasadas”. El problema se reduce ahora a pagar ese karma
pendiente, a hacerse merecedor, por la vía del servicio y del sacrificio, de la
atención divina: no basta, pues, saber la Verdad del Espíritu, como
ingenuamente “creía” el Elegido, para gozar de la atención de Dios; hay que
trabajar para ello, ganarse un lugar en la “jerarquía espiritual” de la Tierra,
modelarse en cuerpo y alma de acuerdo a un patrón universal de hombre, a un
Arquetipo Manú. ¿Y quién sabe cómo hay que conducirse por el sendero de la
evolución del alma? ¿quién conoce el modo perfecto de compensar el Karma y ganar la gloria
de acceder al Dios Creador? Respuesta que recibirá el Elegido: las Sociedades Secretas dirigidas
ocultamente por la Jerarquía Blanca de Chang Shambalá: “en estas sociedades o
sectas, el novicio aprende una “ciencia esotérica” que le permite comprender
las “leyes ocultas” del Universo y un “yoga” con el cual domina y armoniza el
organismo microcósmico”. Naturalmente, cuando el Elegido recibe esta respuesta
es signo de que pasa por el peor momento de su confusión estratégica; la
Estrategia enemiga se propone, entonces, confundirlo definitivamente por medio
de la mencionada “ciencia esotérica”, que en nada se refiere al Espíritu
Hiperbóreo, y destruir su Yo, expresión del Espíritu increado, por medio de la
práctica de un yoga sinárquico (ver más detalles de este plan en el Tomo
cuarto).
Si el Elegido continúa sin advertir el engaño no
tardará en quedar incorporado a una Sociedad Secreta de la Sinarquía Universal.
Como masón, teósofo, rosacruz, etc., se le informará que la Jerarquía Blanca
está integrada por Maestros de
Sabiduría, es decir, por seres que alguna vez fueron
humanos, igual que el Elegido, pero que ahora son inmortales y poseen grandes
poderes: los Maestros de Sabiduría, así como otros seres que jamás encarnaron, sí están en contacto pleno
con el Dios creador del Universo, sea directamente, sea a través de “Dioses intermediarios”
o Logos solares. Y esta respuesta satisface completamente al Elegido puesto que
entonces “ve” con claridad el camino a seguir: ha de esforzarse en conquistar
los grados necesarios que le permitan relacionarse con los Maestros de Sabiduría, para que Ellos le indiquen el camino hacia Dios o hacia un Orden
Superior donde su conocimiento de la Verdad del Espíritu sea justamente
valorado. Y he aquí el segundo drama del Elegido: a medida que más se esfuerza
por alcanzar dicha meta, comprueba con desesperación que los Maestros de Sabiduría también están ciegos y sordos a sus esmeros y solicitudes. Pero aquí es
ya muy evidente que algo extraño ocurre, algo que tiene que ver personalmente
con el Elegido que posee la PREDISPOSICION
GNOSTICA, pues, cuando más tendría que avanzar de acuerdo a
las directivas sinárquicas de la “ciencia esotérica” y del “yoga”, más parecen
trabaste las cosas frente a él: no solo los Maestros no responden, sino que las
dificultades surgen por doquier. Alguien, quizá, le explique piadosamente al
Elegido que se trata de “pruebas”, de experiencias por las que “todo adepto
debe pasar para demostrar su fe en los Maestros”, que tarde o temprano los
Maestros le llamarán para ocupar un merecido puesto en la Jerarquía pero que, mientras tanto, debe perseverar en su
servicio a la Sinarquía: - Aun posee un Yo demasiado poderoso al que hay que
debilitar completamente- le dirán -Ese Yo, dominante en sí mismo, es la causa
de su retraso en el “sendero probatorio”, una fuente de deseos egoístas, una
fuerza arrogante que contrasta con la humildad de los Maestros-. No hace falta
agregar más argumentos típicos para ejemplificar la táctica enemiga porque los
Elegidos que lean esta carta ya los conocen sobradamente. Los hay de variadas
formas y contenidos pero todos apuntan a convencer al Elegido de que debe
destruir su Yo y aguardar la llamada milagrosa de los Maestros de Sabiduría; en última instancia, si el Elegido solo se a atrevido a merodear en
torno de las Sociedades Secretas de la Sinarquía, se procura mantenerlo en la
confusión e impedir qué afirme y propague su conocimiento sobre la Verdad del
Espíritu. Los Elegidos pueden haber tomado por alguna senda paralela a la aquí
tipificada, pero la trayectoria característica es siempre la misma.
Llegado, pues, a ese punto, el segundo drama del
Elegido, la situación no puede ser más negativa: el Dios Creador y sus Maestros de Sabiduría parecen decididos a ignorar definitivamente al Elegido, a quien se ha
intentado convencer de todos modos que el mal radica en su interior, en su
fuerza egoica; pero esa fuerza egoica es, indudablemente, la que le revele el
saber absoluto de la Verdad del Espíritu a través de su PREDISPOSICION GNOSTICA y la que lo
puso en el camino de buscar un Orden Superior, trascendente, en el que su
revelación fuese justamente valorada. En ese terrible momento, “abandonado” por
el Dios Creador y sus Ministros, considerando
la posibilidad de ser el único culpable de sus propios males, cercado sin
saberlo por la Estrategia enemiga que le ha cerrado todas las puertas, el Elegido llega a la conclusión de que la PREDISPOSICION GNOSTICA que lo distinguió desde el principio de los demás mortales, trae,
cuando menos, “mala suerte”. Pero,
contrariamente, tendrá suerte, mucha suerte, si para ese entonces las prácticas
del yoga sinárquico no lo han vuelto esquizofrénico o si la “ciencia esotérica”
no lo ha convertido en drogadicto
homosexual, traidor, un hombre carente de honor, un esclavo de las Sociedades Secretas
de la Sinarquía Universal. Si el Elegido ha
tenido esa suerte, aún dispone de voluntad para salir del cerco enemigo, es
posible que descubra finalmente, el único camino que puede seguir un virya
perdido con i PREDISPOSICION GNOSTICA, es decir, el que conduce a la Iniciación Hiperbórea.
Cuando el Elegido comience a dudar de la bondad del
Dios Creador o a desconfiar de las buenas intenciones de los Maestros de Sabiduría, es seguro que su Yo se fortalecerá y las respuestas buscadas irán
surgiendo desde el fondo de sí mismo. En verdad, la solución siempre estuvo al
alcance de la comprensión interior, integrada en el conocimiento innato de la
verdad del Espíritu: EL ESPIRITU ETERNO ES EXTRANJERO EN ESTE MUN DO Y TODO
CUANTO EN EL OCURRE LE ES ESENCIALMENTE AJENO. EL “DIOS CREADOR” DEL UNIVERSO NO
ES SU DIOS PORQUE EL ESPIRITU PROVIENE DE UN MUNDO ANTERIOR AL ORIGEN DEL
UNIVERSO. EL ESPIRITU ES INCREADO EN ESTE MUNDO, AL QUE OPONE UNA HOSTILIDAD E
SENCIAL PERO DEL QUE NO PUEDE SALIR DEBIDO A LA CONFUSION ESTRATEGICA CAUSADA
POR LOS SIDDHAS TRAIDORES, JEFES MÁXXMOS DE LOS MAESTROS DE SABIDURIA. EL
PRINCIPAL OBJETIVO DEL ESPIRITU INCREADO ES EL REGRESO AL ORIGEN; LA VUELTA AL “OTRO
MUNDO”, EXTERIOR AL TIEMPO Y AL ESPACIO DEL UNIVERSO, QUE SE LLAMA “HlPERBOREA
ORIGINAL”. Y PARA CONSEGUIR ESE OBJETIVO EL ESPIRITU NECESITA ADQUIRIR “ORIENTACION
ESTRATEGICA”, DESCUBRIR LA DIRECCION ESTRATEGICA DEL ORIGEN, UNA CUALIDAD QUE
SOLO BRINDA LA INICIACION HIPERBOREA.
En síntesis, cualquiera haya sido la trayectoria
característica por la que el Elegido llegó a semejantes conclusiones, lo
concreto es que entonces exhibe ya, inequívocamente, el RASGO DE LA PREDISPOSICION GNOSTICA. Y ese
rasgo es el que toma en consideración la Orden de Caballeros Tirodal para
detectar, en principio, a los Elegidos, a quienes propone despertar en el Día
del Espíritu y afrontar con Honor el próximo Fin de la Historia.
Así, pues, “el rasgo del Elegido” es una cualidad
espiritual, un saber innato sobre la Verdad del Espíritu y la comprobación de
que este saber causa la indiferencia de El
Uno y sus secuaces terrestres, los Maestros de Sabiduría de Chang Shambalá. Los Siddhas Traidores, por su parte, desatan
persecuciones irracionales contra todo aquél que intente desencadenar su
Espíritu. La PREDISPOSICION GNOSTICA presenta al Elegido como heresiarca nato frente a los ojos del Dios Creador y de los Maestros de Sabiduría, y como enemigo potencial frente a la odiosa mirada de los Siddhas
Traidores; por eso, el Elegido que dispone de fuerzas para sobrevivir, ignorado
por aquéllos y odiado y perseguido por éstos, es un virya duro entre los duros,
aunque él mismo no lo sepa. Pero la Orden de Caballeros Tirodal sí lo sabe y
solo acepta como Elegidos a quienes demuestran poseer el conocimiento innato de
la Verdad del Espíritu y la dureza del Espíritu Guerrero. Este solo rasgo es
suficiente y de nada vale exhibir otras supuestas virtudes si se carece de
sabiduría innata y dureza espiritual: ni la fortuna personal más fabulosa, ni
títulos o blasones de cualquier especie, ni el prestigio social o cultural,
cuentan para la Orden. La Iniciación Hiperbórea no se vende ni se compra:
simplemente está fuera del alcance de quien no posea el rasgo mencionado. Y
esta advertencia vale especialmente para muchos que pomposamente se
autocalifican de “nazis” y creen que ese título es un pasaporte infalible para acceder a los
secretos de la Orden: a ellos hay que informar que el rasgo del Elegido, entre
los viryas perdidos provenientes del nazismo esotérico, es el mismo que poseían los oficiales de la Orden Negra. Para la Orden de
Caballeros Tirodal “ser nazi” solo tiene valor si quien lo declara es capaz de
exhibir la sabiduría y la dureza de un oficial de la Orden Negra. Es conveniente
adelantar aquí un concepto del artículo D, de este primer tomo, referente a las
“Razas Sagradas” del Demiurgo, es decir, las Razas en las cuales se manifiesta, en cada Era, un “Aspecto”
o “Faz” del Demiurgo: “A UNA RAZA SAGRADA NO SE PERTENECE SOLO POR LA HERENCIA GENETICA, POR
EL “NACIMIENTO”, SINO TAMBIEN POR PAVORECER LA MANIFESTACION DEL “ASPECTO RAZA SAGRADA” DEL DEMIURGO. Así, con
relación a la Raza Sagrada actual, es decir, la “raza elegida” de los Hebreos, ocurre el
curioso hecho de que un hombre puede ser judío por su herencia, por nacer efectivamente en el seno de una familia
hebrea, o por su CONSTITUCION MENTAL: en efecto, para la Sabiduría Hiperbórea
NO SOLO ES JUDIO QUIEN NACE JUDIO SINO TAMBIEN QUIEN, POR SU CONSTITUCION MENTAL JUDAICA, FAVORECE LA
MANIFESTACION DEL “ASPECTO RAZA
SAGRADA” DEL DEMIURGO”.
Aunque el significado completo de este concepto se
irá aclarando durante a Segunda Parte, a medida que se definan otros conceptos
complementarios, es evidente que su sentido principal se fundamenta en un “rasgo
interior”, es decir, en la “constitución
mental judaica”. Ese “rasgo interior” es el extremo opuesto del
rasgo del Elegido. Vale decir: a mayor “constitución
mental judaica menor PREDISPOSICION
GNOSTICA. Y corno la PREDISPOSICION
GNOSTICA depende en todos los casos de la “pureza de sangre”,
concepto que alude a la capacidad de la sangre para conservar el Recuerdo del
Origen, es indudable que “a
mayor constitución mental judaica menor pureza de sangre”. Ahora bien, ocurre que la Iniciación Hiperbórea requiere inevitablemente
una condición del Elegido: su pureza de sangre. Muchos Elegidos suelen creer
erróneamente que “pureza de sangre” significa “pureza racial”; mas, si esta
identidad fuese cierta, resultaría que todo virya que acreditase los rasgos
EXTERIORES genéticos, de los linajes hiperbóreos estaría en condiciones de
acceder a la iniciación, posibilidad que es claramente falsa. He aquí la
verdad: PARA ALCANZAR LA INICIACION HIPERBOREA LA PUREZA DE SANGRE ES
ABSOLUTAMENTE NECESARIA EN TODO ELEGIDO, PUES DE ELLA DEPENDE LA PREDISPOSICION GNOSTICA, PERO LA “CONSTITUCION
MENTAL JUDAICA ES ABSOLUTAMENTE INNECESARIA, PUES ELLA IMPIDE LA MANIFESTACION DE LA PREDISPOSICION GNOSTICA. Ambos
rasgos son, pues, incompatibles y nadie que piense como un judío, aunque proclame
su “pureza de sangre” o “pureza racial”, podrá ser un Iniciado Hiperbóreo. El
Elegido, entonces, una vez despierto y encaminado hacia el Origen, debe
despojarse hasta de la última nota o matiz, que aún pudiese existir en la
conformación de su pensamiento, de esa “constitución
mental judaica” propia del virya perdido.
Para comprender el por qué esta exigencia reviste
capital importancia en el proyecto de liberación espiritual del Elegido, al
punto tal que su no cumplimiento representa un obstáculo insuperable para
alcanzar la iniciación, hay que referirse a lo Siddhas Leales, los Señores de
Agartha que conceden la iniciación Hiperbórea a través de la Orden de
Caballeros Tirodal y de toda otra Orden fundada por Ellos; para comprender
esto, los Elegidos deben reparar en dos conceptos: uno, sobre el carácter
espiritual Hiperbóreo de los
Siddhas Leales, y el otro, sobre Su participación en la Ceremonia
de Iniciación Hiperbórea. Ambos conceptos son muy sencillos de exponer.
Veamos el primero. De la Primera Parte, el Elegido
sabe ya qué es un Espíritu Hiperbóreo “normal”. Mediante el “modelo de la
esfera”, en efecto, se definió al Espíritu Esfera “normal”, análogo al Espíritu
Hiperbóreo antes del encadenamiento, como compuesto de “DOS CARAS O ROSTROS”:
la superficie exterior, roja, es la expresión del TERGUM HOSTIS o ESPALDA
HOSTIL; la superficie interior, verde, es la expresión del VULTUS SPIRITUS o
ROSTRO ESPIRITUAL” (página 12). El Tergum Hostis es la manifestación de la
HOSTILIDAD ESENCIAL que el Espíritu Hiperbóreo normal presenta hacia TODA LA
OBRA MATERIAL DEL DEMIURGO, es decir, hacia el Universo vivo, hacia las Jerarquías dévicas, hacia
los Arquetipos y Aspectos del Demiurgo, hacia las culturas del animal hombre, etc. “El Espíritu-esfera se ha
presentado en el Universo material CERRADO SOBRE SI MISMO, VUELTO EN TORNO DEL
YO ABSOLUTO Y MOSTRANDO AL DEMIURGO POR TODAS PARTES UNA ESPALDA HOSTIL” (página 12). Pues bien, el Elegido
debe reparar ahora en que los
Siddhas Leales, quienes se encuentran EN ESTE MOMENTO en Agartha,
SON ESPIRITUS NORMALES (figuras 2 y 37), es decir, seres que presentan una
HOSTILIDAD ESENCIAL “hacia toda la obra material del Demiurgo”.... Y ESTA
HOSTILIDAD INCLUYE, DESDE LUEGO, A LA “CONSTITUCION MENTAL JUDAICA” DEL VIRYA
PERDIDO.
Pero no hay que equivocarse al reflexionar sobre este concepto:
LA HOSTILIDAD ESENCIAL QUE LOS SIDDHAS LEALES PRESENTAN HACIA
LA “CONSTITUCION MENTAL JUDAICA” DEL VIRYA PERDIDO NO SIGNIFICA QUE ELLOS “DECIDAN” ATACAR O AGREDIR DE
ALGUN MODO AL ELEGIDO QUE AUN ESTE INFLUIDO POR LA ESTRATEGIA ENEMIGA.
Recordemos lo dicho en la Primera Parte: “LA ESPALDA HOSTIL NO ES SABIDURIA EN
MODO ALGUNO, POR EL CONTRARIO, ELLA ES SOLO HOSTILIDAD ESENCIAL (página 29).
Esto quiere decir que LA HOSTILIDAD ESENCIAL NO ES MOTIVO DE DECISION: ELLA SE
PRODUCE DE TODOS MODOS FRENTE A LA OBRA DEL DEMIURGO O A LA “CONSTITUCION
MENTAL JUDAICA”. Con otras palabras, el Espíritu Hiperbóreo “normal”, y un Siddha Leal
lo es, reacciona siempre con hostilidad esencial ante los entes materiales, sin
que exista para ello ninguna decisión previa: ocurre así porque la reacción es
ESENCIAL, en tanto que la HOSTILIDAD es la FORMA de esa ESENCIA.
ES CLARO QUE SI UN ELEGIDO, NO TOTALMENTE DESPOJADO
DEL RASGO DE LA “CONSTITUCION MENTAL JUDAICA”, QUEDASE ENFRENTADO A UN SIDDHA LEAL, ELLO IMPLICARIA QUE TODO EL PODER
DE SU HOSTILIDAD ESENCIAL RESULTASE APLICADO SOBRE EL MICROCOSMOS DEL ELEGIDO.
¿QUE OCURRIRIA ENTONCES? RESPUESTA: QUE AQUELLA ESTRUCTURA MICROCOSMICA “ESENCIALMENTE
HOSTILIZADA” PODRIA RESULTAR SERIAMENTE DAÑADA CUANDO NO TOTALMENTE DESTRUIDA.
En un caso semejante, de nada le valdría al Elegido invocar su carácter de
estudioso de la Sabiduría Hiperbórea o de “nazi”: LA SOLA “PRESENCIA” DE UN
SIDDHA LEAL CAUSA LA DESTRUCCION DE LOS ENTES MATERIALES, LA DESCOMPOSICION DE
LAS FORNAS ARQUETIPICAS; NINGUNA FORMA ARQUETIPICA PUEDE RESISTIR LA FUERZA
DISOLVENTE DEL INFIMITO ACTUAL APLICADA EN TODOS LOS PUNTOS DE SU ESTRUCTURA
POR LA HOSTILIDAD ESENCIAL DEL ESPIRITU. Hay personas, por ejemplo, que,
afirman ser “nazis”, pero que piensan como viles judíos, y que serían inmediatamente desintegradas si quedasen situadas frente
a un Siddha Leal, o frente al Führer, quien en la actualidad se ha convertido
nuevamente en un ser absolutamente espiritual. Resumiendo, éste y no otro es el
motivo por el que los Siddhas Leales se mantienen alejados de los viryas perdidos y solo se manifiestan a
los Iniciados: Sus Presencias pueden ser fatales para quien se encuentre
conformado por la Estrategia enemiga; por eso Ellos, desde el Valhala, desde
Agartha, procuran despertar a los viryas mediante la Canción de A-mort, la
Canción carismática que se escucha con la sangre pura; y por eso corresponde a
los viryas perdidos, a los que son capaces de exhibir el rasgo de los Elegidos,
hacer el esfuerzo necesario para despojar su pensamiento de la constitución mental judaica, cuya existencia es altamente repugnante para los Siddhas Leales, y vincularse
carismáticamente con Ellos, escuchando su Canción, despertando al Recuerdo del
Origen, orientándose hacia el Origen, y recibiendo finalmente la Iniciación
Hiperbórea; CUANDO LOS LEGIDOS TENGAN SU SANGRE PURA, EN EL KAIROS DE LA
INICIACION HIPERBOREA, SERAN GUIADOS POR UN PONTIFICE TIRODAL HASTA LOS SIDDHAS LEALES; ENTONCES SU
APROXXMACION NO REVESTIRÁ NINGUN PELIGRO FARA EL ELEGIDO Y, POR EL CONTRARIO,
LA REALIDAD DE SU SANGRE PURA SERA FESTEJADA CON GRAN JUBILO POR LOS SIDDHAS LEALES DE AGARTHA.
Y aquí podemos considerar el segundo concepto pendiente.
En efecto, durante la Ceremonia de Iniciación
DEBEN INTERVENIR los
Siddhas Leales: Sus Presencias son
imprescindibles porque Ellos, y solo Ellos, pueden plasmar en el cuerpo astral del Elegido los
signos rúnicos que le permitirán aislar su Yo del sujeto anímico y orientarse
hacia el selbst. Puede afirmarse que, en el
kairos justo, la Ceremonia de Iniciación se realiza simultáneamente en dos
mundos: ESTO SIGNIFICA QUE, DURANTE LA CEREMONIA DE INICIACION, EL
ENFRENTAMIENTO CON LOS SIDDHAS LEALES ES INEVITABLE. De allí que no sea posible al Elegido arribar a tan
trascendental momento sin haberse despojado previamente de todas aquellas
formas de ser que afectan la hostilidad esencial de los Siddhas Leales.
Se entiende finalmente, con la ayuda de los dos
conceptos expuestos, “el porqué esta exigencia, de despojarse hasta la última
nota o matiz que aún pudiese existir en la conformación de su pensamiento de
esa “constitución mental judaica” propia del virya perdido, reviste capital importancia en el proyecto de
liberación del Elegido, al punto tal que su no cumplimiento representa un
obstáculo insuperable para alcanzar la Iniciación Hiperbórea”: la aproximación de un Elegido a un Siddha Leal, fuera del
kairos, es altamente riesgosa para el Elegido; y si un Pontífice Hiperbóreo, por error, propiciase semejante
acercamiento, no solo pondría en peligro al Elegido, sino que se arriesgaría a
ser severamente sancionado por los
Siddhas Leales y hasta podría causar la extinción de la Orden.
Por todo esto es fácil comprender que la Orden ha de tomar precauciones
extraordinarias antes de autorizar la Ceremonia de Iniciación de un Elegido.
Por último, cabe agregar que el rasgo de la “constitución mental judaica” está culturalmente descripto por la
“Ética psicológica” del pasú, en tanto que el
rasgo del Elegido solo puede ser comprendido totalmente por una Ética
noológica; es lo que se hace en esta Segunda Parte de los Fundamentos de la Sabiduría Hiperbórea se expone la Ética noológica del virya y se la opone a la Ética psicológica del pasú. En el
contexto de la Ética noológica se define al Honor Absoluto del Iniciado
Hiperbóreo como “EL ACTO DE SU VOLUNTAD
GRACIOSA LUCIFERICA”: empleando este concepto
puede afirmarse, con todo rigor, que lo que separa a un Elegido de un Siddha Leal es una DISTANCIA
ETICA. Con otras palabras, para aproximarse a un Siddha
Leal durante el Kairos de la Iniciación Hiperbórea, todo Elegido debe efectuar
previamente un reacomodamiento eticonoológico: SIN CUMPLIR CON ESTE REQUISITO,
EL MODO DE SER DEL SIDDHA LEAL SERIA ETICAMENTE INCOMPRENSIBLE PARA EL ELEGIDO;
Y NO HACE FALTA REPETIR QUE UN SIDDHA LEAL NO SOLO NO PUEDE SER APREHENDIDO POR
LOS CONCEPTOS DE LA ETICA
PSICOLOGICA, ES DECIR, POR LA MENTALIDAD JUDÁICA, SINO QUE TAL MENTALIDAD CAUSA SU
HOSTILIDAD ESENCIAL.
El Elegido, entonces, que a su turno experimentó el
silencio del Dios Creador y de los Maestros de Sabiduría, ahora deberá soportar el más absoluto silencio por parte de quienes
intentan verdaderamente rescatarlo del infierno en el que se encuentra hundido.
Más no será así por mucho tiempo si fortalece su rasgo eticonoológico fundamental y se despoja del rasgo
eticopsicológico judaico con el que se
halla culturalmente condicionado: hay toda una Raza extraterrestre y una Pareja
original aguardando el despertar y la liberación del Elegido. Y hay un Mundo
Exterior, una Hiperbórea Original, fuera del Universo material, inimaginable
para el no Iniciado, que es la Patria del Espíritu Hiperbóreo y al que toda la
Raza ansía regresar. La guerra contra las potencias de la materia, no se
olvide, se libra por la liberación de los Espíritus cautivos: LA GUERRA SE GANA
CADA VEZ QUE UN ESPIRITU SE LIBERA DEL ENCADENAMIENTO. ES, PUES, UN DEBER
ETICONOOLOGICO DEL ELEGIDO DESPERTAR Y LIBERAR SU ESPIRITU: POR SI MISNO Y PARA
CONTRIBUIR A LA VICTORIA FINAL DE LA RAZA.
VI - Aclaración sobre los conceptos de “nazismo esotérico” y “dureza
espiritual” empleados en V.
Vale la pena advertir, para quien no leyó nuestra
obra “La Historia Secreta de la
Thulegesellschaft”, que en el Tercer Reich una cosa
era el partido nazi y otra muy distinta la : el Partido Nacionalsocialista de los Obreros Alemanes, en efecto, fue una organización POLITICA exotérica, mientras que el
Escalón de Guardia o (Sschutzstaffeln) es una organización MILITAR fundada
sobre un círculo esotérico de la Thulegesellschaft conocido como Orden Negra.
Esta aclaración vale porque LA SABIDURIA HIPERBOREA SÓLO LA POSEYÓ Y
POSEE Ia SS, en tanto que el partido nazi siempre dispuso la información de tal
modo que pudiese ser asimilada por el pueblo alemán, el cual venía siendo
condicionado culturalmente por los curas católicos y rabinos desde las
invasiones germánicas al Imperio Romano. El Elegido debe saber que los
elementos fundamentales de lo que se ha mal llamado “nazismo esotérico” solo
pueden provenir de la , de su Sabiduría Hiperbórea, y entender así por qué no
basta el título ni la formación política de “nazi” para pretender la Iniciación
Hiperbórea: es necesario, en todo caso, ser “nazi” pero como lo es un oficial
de la Orden Negra. La Orden de Caballeros Tirodal también posee la Sabiduría Hiperbórea y
es una Orden hermana de la
Orden Negra : si el Elegido cumple los requisitos de sabiduría
innata y dureza espiritual, y se despoja de la “constitución mental judaica”, la Orden le revelará la Sabiduría Hiperbórea que le permitirá liberar
su Espíritu eterno. No todos los Iniciados Hiperbóreos son, estrictamente, “nazis”, pues Iniciados
Hiperbóreos hay en Agartha desde hace miles de años; pero los nazis que son Iniciados
Hiperbóreos, y esto debe saberlo asimismo todo Elegido, SON CONFIRMADOS EN SU HONOR Y LE ALTAD POR EL PROPIO
FUBRER, quien para ello, por ejemplo, tenía reservado su asiento personal en el
Castillo Iniciático de Werwelsburg; Y ESA CONFIRMACION, HOY MAS QUE NUNCA, EN
EL DIA DEL ESPIRITU, EN EL DIA DEL FÜHRER, SERÁ RECIBIDA POR LOS VERDADEROS NAZIS-, POR LOS CABALLEROS TIRODAL
QUE ENFRENTEN CON HONOR EL PROXXNO FIN DE LA HISTORIA.
Con respecto al concepto de “dureza espiritual”,
que se ha calificado como de posesión imprescindible para completar el rasgo
del Elegido, conviene aclarar su significado aunque el mismo es bastante obvio:
este concepto NO IMPLICA, por supuesto, que el Espíritu sea “duro” en sí mismo,
que la “dureza” sea una propiedad del Espíritu; la dureza espiritual exigida es
la que produce el Espíritu EN el Elegido durante su trayectoria característica:
el Yo, expresión del Espíritu eterno, va endureciendo el microcosmos a medida
que despierta del Gran Engaño de El
Uno y se va orientando estratégicamente hacia el
Origen. Finalmente, el Elegido que busca la Sabiduría Hiperbórea es, para la
Orden de Caballeros Tirodal, “un virya duro entre los duros”; y su “dureza” es
claramente “espiritual”, de origen espiritual.
VII — Comentario y saludo final.
En la Primera Parte hemos estudiado al pasú, y al
virya pedido, desde un punto de vista estrictamente microcósmico, basándonos
fundamentalmente en el conocimiento de su estructura psíquica; ello nos
permitió arribar a importantes conclusiones. Pero el pasú es un microcosmos
potencial que subsiste dentro del macrocosmos, integrado en las
superestructuras de las comunidades culturales. La “actitud graciosa luciférica”
que vamos a proponer para su despertar supone ofrecer una respuesta concreta
para la pregunta capital de la Ética ¿qué debo hacer?; vale decir -¿qué debo
hacer frente al hecho cultural en el que estoy inserto, para liberarme de sus
lazos y despertar como virya?- A este interrogante crucial la Sabiduría
Hiperbórea, efectivamente, brinda una salida noológica, dice exactamente qué
hacer. Es lo que trataremos de mostrar en la Segunda Parte. Sin embargo, y ello
es ya evidente, la pregunta ética plantea de entrada la relación entre lo
interno y lo externo, entre la estructura psíquica y el mundo exterior, ENTRE
EL PASU Y EL HECHO CULTURAL Debemos conocer, pues, con mayor profundidad esta relación, adquirir conceptos
claros sobre “cultura”, “hecho cultural”, “Historia”, etc., y, especialmente,
establecer con precisión las correspondencias analógicas que el macrocosmos
guarda con las estructuras del microcosmos estudiadas en la Primera Parte. A
aclarar tales conceptos, y otros, se dedicará el inciso “El virya perdido y el
hecho cultural”, contenido en el presente tomo, cuya lectura y estudio es
imprescindible para comprender el desarrollo posterior de la obra.
Para finalizar esta Segunda Carta invitamos a los
Elegidos a reflexionar sobre una ley oculta que tiene mucho que ver con el
rasgo descripto en V. Nos referimos a la “fatal e inflexible Ley del Engaño”,
que en el inciso “La resignación de Wotan” se define elementalmente así: “NADIE QUE ESTE ENCARNADO NACE SABIENDO
CONSCIENTEMENTE LA VERDAD, NADIE NACE ILUMINADO, NI WOTAN NI EL FÜHRER NI NINGUN OTRO
VIRYA; POR EL CONTRARIO, TODO VIRYA, WOTAN, EL FUHRER O CUALQUIER OTRO VIRYA, EN AIGUN MOMENTO DE SU VIDA HA
ESTADO ENGAÑADO POR EL DEMIURGO; Y ESTA LEY ES INEVITABLE PORQUE LA GNOSIS NO PROVIENE DE UNA MERA
HERENCIA O DE UNA ILUMINACION ESPONTANEA, SINO QUE ES PRODUCTO DE LA VOLUNTAD
DE DESPERTAR Y SER LO QUE EL ESPIRITU ES; VALE DECIR: LA GNOSIS PROVIENE DE LA
LUCHA ENTRE EL ESPIRITU ETERNO, MANIFESTADO EN EL VIRYA COMO YO
PERDIDO, Y EL
ALMA, ESA EXTENSION
DEL DEMIURGO”. Naturalmente, el Elegido debe quebrar la Ley del
Engaño mediante una actitud graciosa
luciférica; mas, a partir de hoy dispone, para conseguirlo,
de un arma formidable: la Sabiduría Hiperbórea.
En el Día del Espíritu, y en el Nombre de los Siddhas Leales de Agartha, y de la Orden de Caballeros Tirodal de la República Argentina, reciban
los Elegidos el saludo de
Nimrod de Rosario
Febrero de 1986
Posdata: Quiero
recordar a los Elegidos que el material que integra la Segunda Parte, los trece
tomos, así como toda otra información procedente de la Orden fuera de lo
publicado en la Primera Parte, debe calificarse de ESTRICTAMENTE CONFIDENCIAL Y
SECRETO, vale decir, una REVELACION PERSONAL, de cuya reserva se habrá de
responder PERSONALMENTE ante la Orden. No es necesario repetir los motivos de
esta exigencia: Los mismos se hallan claramente expuestos en la parte V de la
Primera Carta a los Elegidos (Agosto de 1985).
Nimrod de Rosario
Marzo de 1986
…..........................................................................................................................................................................
TOMO 1
EL VIRYA PERDIDO Y EL HECHO CULTURAL
…..........................................................................................................................................................................
A - La “cultura”, objetivo de la sociedad pasú.
El objetivo macrocósmico de la finalidad exige que
el pasú sea “postor de sentido”, que devuelva al ente, mediante la expresión
del signo, el significado racionalizado del designio, es decir, que “ponga en
el ente” un signo que represente al símbolo conceptual. Con la analogía de la
fig. 21 podemos decir que, el símbolo I debe ser expresado con un “signo
I”, asignado al ente real cuyo esquema es xx. Pero esto no es suficiente
para cumplir con el objetivo macrocósmico: es necesario, también, que el signo I
sea conservado afuera, en el ente real, en el “objeto cultural” que su
sentido produce más allá de los límites vitales del pasú. Para conseguirlo el Demiurgo ha determinado
que el pasú sea un animal social. Y es por eso que la sociedad pasú se
diferencia de cualquier otra sociedad animal (salvo quizás la sociedad apícola,
pero tales insectos cumplen una función diferente, vinculada con el Misterio
Planetario de la Raza Hebrea): la comunidad pasú es una sociedad esencialmente
constituida para conservar el sentido puesto en los entes, es decir, es una
SOCIEDAD CULTURAL.
El pasú pone el sentido en el ente y, aún cuando la
muerte le impida expresarlo perpetuamente, el sentido se prolonga si otros
pasúes se asocian para sostenerlo como un significado común: el ente así
señalado, con un signo convenido colectivamente, pasa a convertirse en un
OBJETO CULTURAL. Naturalmente, si lo que se ha puesto en el ente es un signo
tal como I, que re presenta aun símbolo I que es réplica de un
concepto xx, resulta que en lo que coincide primeramente la comunidad es en el
conocimiento conceptual del ente; pero, una vez que el ente ha sido signado por
la expresión del concepto y tal significado ha sido reconocido por los miembros
de la sociedad, nada impide que cada uno acceda individualmente al designio y
profundice su comprensión.
Lo que RELIGA, entonces, a la sociedad pasú como
tal, es el sentido puesto en los entes, sentido que es en cierta medida
compartido por todos. Y es esa unión de los pasúes entre sí POR INTERMEDIO DEL
SENTIDO ONTICO lo que constituye la forma externa de la CULTURA. Pero conviene
examinar esta definición con mayor precisión.
El fenómeno cultural, en efecto, puede ser
observado desde dos muy distintas perspectivas. Desde un punto de vista EXTERNO
la cultura es un fenómeno DINÁMICO Y COLECTIVO; desde un punto de vista INTERNO
la cultura es ESTATICA E INDIVIDUAL.
La “cultura externa” surge como efecto del objetivo
macrocósmico de la finalidad.
La “cultura interna” o “modelo cultural” (ver
página 147) es consecuencia del objetivo microcósmico de la finalidad.
En cualquiera de los dos casos una “cultura” se
compone de dos elementos básicos: “el pasú”, postor de sentido, creador de objetos
culturales, y “los objetos culturales”. En el primer caso, la “cultura externa”
se conforma por una “sociedad comunitaria” y un “universo de objetos culturales”
comunes, integrados en una SUPERESTRUCTURA. En el segundo caso, la “cultura
interna” se conforma con el “sujeto cultural del pasú” y un “universo de
objetos culturales”, los cuales constituyen el “modelo cultural”, es decir, un
sistema de premisas culturales; ambos elementos, sujeto cultural y modelo
cultural, se integran en la ESTRUCTURA cultural interna de cada pasú. Antes de
profundizar en los conceptos de cultura externa e interna, es conveniente dejar
en claro qué debe entenderse por “objeto cultural externo” e “interno”.
B - Objetos culturales externos e internos.
Hemos visto que los entes signados por la expresión
“postora de sentido” del pasú se transforman en objetos culturales vale decir,
en proyectos externos de conceptos. Desde luego, los objetos culturales
externos no requieren una materialidad concreta sino un campo de
representación, vale decir, un telón capaz de recibir la proyección; en el
mundo, existen objetos culturales cuyo proyecto se asienta en entes corporales,
tales como un tornillo o un árbol, y otros cuyo proyecto es una forma externa
incorpórea, tal como la “S” que realizó aquella paloma con su vuelo o cualquier
constelación semejante; con respecto a estos últimos proyectos incorpóreos vale
la pena agregar que entre los mismos se cuentan las “cualidades” de ciertos
entes, tales como el color o el calor, y las “relaciones” entre entes, tales
como la distancia o la altura: las cualidades, propiedades, relaciones, etc.,
son efectivamente objetos culturales externos pues su entidad se percibe a
través de la esfera sensorial, es decir, se introyecta, a posteriori de la
proyección significativa. Con estas aclaraciones podemos considerar que, PARA
UNA SOCIEDAD DETERMINADA, solo pueden ser objetos culturales aquellos entes que
son RECONOCIDOS EXTERNAMTE esto excluye a todo ente desconocido o aquellos que,
aún habiendo sido conocidos, no son reconocidos como tales. Los museos de
culturas prehistóricas, por ejemplo, abundan en objetos que no significan nada
para nosotros aunque creamos que fueron culturales para tales culturas: un
objeto tal no es ciertamente cultural PARA NOSOTROS, no difiere en valor
cultural de cualquier otro ente desconocido, pues no podemos reconocerlo, no
encaja en nuestro modelo cultural, no conseguimos ni adivinar su sentido, es
decir, el sentido que alguna vez le dieron sus proyectistas y que hoy nadie
sostiene externamente. Y que no se engañe alguien al suponer que el hecho
paradójico de haber “reconocido al objeto como ente desconocido” le otorga
algún sentido cultural puesto que si el objeto realmente no significa nada para
nosotros jamás podremos ni siquiera afirmar con certeza que pertenecía a la
cultura desaparecida, ni aún cuando lo hayamos hallado dentro de una sepultura
junto con otros objetos tales como una momia, a la que sí reconocemos: si el
objeto es desconocido, y no hay ningún miembro de aquella cultura para que nos
exprese y comunique el sentido, solo podremos abrigar la creencia de que el
mismo es cultural; pero esta creencia no implica ningún tipo de reconocimiento
sino una mera clasificación taxológica: la incorporación del objeto concreto a
la especie de los entes conocidos.
En suma, para UNA cultura determinada, los “objetos
culturales externos” consisten en proyectos de conceptos, cuyo significado ha
sido traducido por el sujeto cultural, codificado como premisas culturales de
un lenguaje habitual, y expresado afuera coma signos que dan sentido al mundo. Pero los objetos culturales también pueden ser
“internos”, desde el momento que el “sentido” puesto en ellos, aquello que les
otorga entidad real, procede de la estructura cultural, interna, del pasú Vemos,
por ejemplo, “la casa roja de la “colina” y comprendemos que ser roja y estar
en la colina son propiedades físicas concretas de la casa exterior; pero no por
posee tales propiedades, y muchas otras semejantes con las que podamos
describirla, la “casa roja de la colina” es “casa”: la casa exterior solo es “casa”
porque corresponde a un “concepto casa” radicado en el interior de la
estructura psíquica del pasú, es decir, en un esquema-Relación de la estructura
cultural. Y no cabe duda que el concepto-casa-interior, como cualquier otro
concepto de referencia óntica, es a priori de la casa-objeto-cultural-exterior
puesto que el sentido de ésta procede de aquél: no podríamos habitar la casa
roja si ANTES no supiésemos qué es una casa. Mas, esa aprioridad de los objetos
interiores sobre los externos, otorga a aquéllos preeminencia ontológica sobre
éstos: si la existencia de los objetos culturales externos DEPENDE del proyecto
conceptual de los objetos culturales interiores, entonces éstos mantienen una
existencia de grado superior.
Resumiendo, los “objetos culturales” pueden ser “internos”
o “externos”. Los “objetos culturales internos” forman parte de la estructura
cultural y constituyen un primer grado en la realidad del objeto. Los “objetos
culturales externos” son proyectos corporizados y materializados de los
anteriores y representan un segundo grado en la realidad del objeto: son
reconocidos en el mundo como reflejo de los objetos internos: naturalmente, si
tal dependencia no se advierte, puede cometerse el error gnoseológico de
atribuir las cualidades culturales directamente al cuerpo físico o entidad
sobre la que se ha efectuado el proyecto.
C - Cultura externa e interna.
En “A” hemos definido a la cultura externa como “fenómeno
dinámico y colectivo” y a la cultura interna como “fenómeno estático e
individual”. Comencemos por aclarar que a los términos “dinámico” y “estático”
hay que otorgarles un sentido estructural. Esto es: la cultura externa es “dinámica”
porque su superestructura CRECE DESDE AFUERA, con independencia de todo
individuo observador; ello se debe a que el carácter “colectivo” de la cultura
externa CAUSA UN CONTINUO APORTE EXTERIOR DE NUEVO SENTIDO, una creación
constante de nuevos objetos culturales o el perfeccionamiento de los ya existentes.
Contrariamente, la cultura interna es un modelo cultural o sistema de premisas
cuya estructura CRECE DESDE ADENTRO, por exclusiva obra del sujeto anímico; en “ese” sentido
puede afirmarse que la cultura interna es un fenómeno “estático”: porque consiste
en un sector de la estructura cultural, la cual es “memoria de conceptos”, es
decir, “memoria de objetos culturales internos”, objetos que subsisten
rígidamente estructurados y no cambian por ningún motivo salvo la voluntad del
sujeto.
Es evidente que, desde el punto de vista
estructural, la cultura interna es una estructura de grado menor que la
estructura de una cultura externa, la cual está alimentada por una comunidad de
sujetos expresivos. Esta superioridad estructural dificulta su observación y
descripción y obliga a considerar aquella parte que nos toca más de cerca,
aquel aspecto de la cultura externa que nos involucra en su trama e inclusive
nos determina “desde afuera”. Sin embargo, siendo que una estructura no se
compone de partes sino de miembros integrados en un todo, hemos de obrar con
extrema prudencia al abstraer una fracción de la cultura externa, vale decir,
no olvidaremos jamás que el fragmento observado es una estructura abstraída
arbitrariamente de la totalidad estructural de la cultura externa e
indisolublemente encadenado a ella.
Para precisar la forma que ha de revestir dicha “fracción
estructural externa”, a la que finalmente vamos a denominar “hecho cultural”,
debernos referirnos al espacio y al tiempo.
El “espacio” abarcado por una cultura externa es,
indudablemente, enorme: todo lugar que contenga un objeto cultural externo es
parte de tal espacio, desde el sitio ocupado por la galaxia más lejana hasta
aquél en que se mueven las partículas subatómicas, pasando por todos los
objetos culturales comunes a la sociedad. En verdad, el ámbito de la cultura
externa es increíblemente extenso; y ello por efecto de la actitud “postora de
sentido” que caracteriza al pasú o al virya perdido; los alcances de este
efecto asignador se comprenderán mejor si definimos al “espacio cultural
exterior” como todo aquel lugar en el que sea posible efectuar alguna de estas
tres cosas: a) descubrir un ente designado, b) proyectar un signo, c) reconocer
un objeto. El espacio real que cumple con alguno de estos requisitos constituye
el “universo” de los objetos culturales externos.
Dada la gran magnitud del universo de objetos
culturales externos, ámbito total de la cultura externa, no ha de resultar
fácil, a primera vista, delimitar el espacio cultural que guarde para nosotros
la mayor importancia. Es decir, la fracción estructural de la cultura externa,
que procuramos definir, no parece posible que pueda realizarse empleando
SOLAMENTE una pauta espacial. Ello podrá hacerse, no obstante, considerando también
la acción del tiempo en la cultura externa.
El tiempo en el cual permanece y subsiste el mundo
de los entes finitos es, desde luego, el “tiempo trascendente”. Empero, el
tiempo del universo de objetos culturales externos, es una especie “temporal-cultural”
denominada “tiempo histórico”. Vale decir: la cultura externa no es una
estructura estática, que permanece fijada en el tiempo, sino un ser vivo que
crece y se desarrolla, que evoluciona y posee una Historia, un “tiempo de
hechos”. ¿Qué es la Historia, en qué se diferencia del tiempo trascendente?
Respuesta: Historia es la proyección CONTINUA de la cultura externa SOBRE el
tiempo trascendente.
Recordemos que el destino del pasú es ser postor de
sentido en el mundo y que dicho objetivo macrocósmico lo cumple mediante la
expresión significativa, LA CUAL ES CORRELATIVA CON LA SIGNIFICACION CONTINUA
que fundamenta el pensamiento racional (página 55). El tiempo trascendente es
un tiempo óntico, en el que suceden y duran los entes a los que, justamente, la
expresión significativa ha otorgado un sentido cultural. Es así que el tiempo
trascendente transcurre paralelamente a la significación continua de la
estructura cultural, que se trasunta en la expresión significativa, por lo que
resulta inevitablemente revestido de sentido cultural. Del tiempo trascendente
no podrá concebirse, entonces, ni un instante que sea insignificante porque su
concepto es permanentemente significativo en el contexto de la cultura externa,
que es reflejo de la cultura interna. Y el desarrollo significativo y continuo
de la cultura externa, que sucede en el tiempo trascendente y que lo encubre
con sentido cultural, es la Historia propiamente dicha. Con otras palabras: el
tiempo trascendente, tomado como ente externo, es convertido por la proyección
colectiva de la cultura externa en objeto cultural; la Historia es, pues, el
tiempo trascendente culturalmente transfigurado.
Pero la Historia así definida, como un continuo
temporal-cultural, es manifiestamente análoga a la significación continua que
fundamenta el pensamiento racional. Recordemos que, cuando en el horizonte de
la significación continua se destaca un relieve, este constituye el fundamento
significativo de un pensamiento racional, es decir, un símbolo como I (fig.
21); en el continuo transcurrir de la Historia de una sociedad, durante el
desarrollo de su cultura externa ¿qué suceso es equivalente a “un relieve” en
el horizonte de la significación continua? Respuesta: cuando un suceso se
destaca nítidamente en el continuo transcurrir de la Historia se dice que el
mismo constituye un “HECHO HISTORICO” el hecho histórico, en la estructura de
la cultura externa, es análogo a la manifestación de un relieve I (fig.
21) en la estructura cultural. Esta analogía, desde luego, puede ser
profundizada y es lo que se hará en el próximo artículo; pero ella permitirá,
ahora, extraer una importante conclusión.
Por ejemplo, siendo que un relieve tal como I es
un símbolo conformado por la manifestación de uno o más “símbolos arquetípicos”
¿debemos inferir de ello que, análogamente, el hecho histórico es la
manifestación de un Arquetipo
psicoideo? Respuesta: en efecto, TODO HECHO HISTORICO ES LA
MANIFESPACION DE UN ARQUETIPO
PSICOIDEO, O MITO, EN UN ESPACIO CULTURAL DETERMINADO.
Parece que nos acercamos, así, a la fracción de
cultura externa que buscábamos para comprender su influencia sobre un
observador individual: el hecho histórico sería, a todas luces, “aquel aspecto
de la cultura externa que nos involucra en su trama e inclusive nos determina
desde afuera”. Sin embargo esta conclusión no es del todo correcta pues la
determinación real que la cultura externa es capaz de ejercer sobre nosotros
solo es efectiva en el tiempo presente y todo hecho histórico es
invariablemente un suceso acaecido, la noticia de algo que aconteció en otra
época y del cual se conserva el recuerdo. Para solucionar este problema no hay
otro modo que ceñirse al presente histórico, mas ¿qué es un hecho histórico
considerado en su momento presente? Respuesta: un HECHO CULTURAL. O, con otros
términos, UN HECHO HISTORICO ES UN HECHO CULTURAL PASADO.
El “hecho cultural” es, entonces, “esa fracción de
la cultura externa que nos involucra en su trama y a la que debemos estudiar
para comprender el fundamento estructural de la cultura externa que, como
sabemos, es de grado superior al de la cultura interna o modelo cultural. Y el
hecho cultural, en su calidad de hecho histórico, es, según vimos
recientemente, “la manifestación de un Arquetipo
psicoideo o Mito en un espacio cultural determinado; más precisamente, la Sabiduría
Hiperbórea denomina “Arquetipo Astral” al Arquetipo psicoideo que vitaliza a la superestructura de un hecho cultural, tal como se
explica en el Tomo quinto.
Resumiendo, hemos comprobado que entre la cultura externa
y la cultura interna existe una correspondencia estructural estricta, de tal
modo que los conceptos o aserciones de la estructura cultural interna se
reflejan en objetos culturales de la cultura externa; y que el continuo
significado de la estructura cultural interna es correlativo con el continuo
significado temporal del devenir histórico de la cultura externa. También vimos
que la manifestación de un símbolo I, que replica a un concepto xx,
es análogo a la manifestación de un Arquetipo
psicoideo durante un hecho cultural.
Nos tocaría ahora profundizar en el concepto de “hecho
cultural” y estudiar las relaciones estructurales, “entre objetos culturales y
hombres”, a que da lugar la manifestación del Arquetipo psicoideo. No
obstante hemos de dejar pendiente, por el momento, este propósito para
dedicarnos a examinar con detalle las correspondencias analógicas entre micro y
macrocosmos. Es necesario dar este paso previo, y comprender mejor qué es “Historia”
y “hecho histórico”, antes de encarar el estudio de ese momento estructural de
la Historia que es el “hecho cultural”.
D - Correspondencias analógicas entre micro y macrocosmos.
Basándonos en conceptos ya explicados en la Primera
Parte vamos a destacar algunas correspondencias entre el microcosmos y el
macrocosmos que nos permitirán comprender la función de los Arquetipos
psicoideos.
En primer lugar recordemos que el microcosmos es un
reflejo del macrocosmos, su IMAGEN INVERTIDA. En él la memoria arquetípica o
cerebro contiene una copia invertida de todos los Arquetipos universales del macrocosmos. Vale decir: la memoria arquetípica es análoga al plano
arquetípico del macrocosmos. El sujeto anímico, la razón, al manifestarse y operar en la estructura de la memoria
arquetípica va construyendo la estructura cultural y, desde ella, como sujeto
cultural, desarrolla luego el esquema de sí mismo o esfera de conciencia. El
producto final de estas construcciones es equivalente a un apilamiento
estructural, tal como se observa en la fig. 24: primero aparece lo dado, lo
heredado, la memoria arquetípica, el fundamento de toda la estructura psíquica;
luego, sobre ella, se asienta la estructura cultural; y, “más allá del sistema
xx pensado”, se extiende la esfera de conciencia, la que, por estar
compenetrada con las esferas afectiva y racional, se divide en dos capas
denominadas “esfera de sombra” y “esfera de luz” (página 77).
El sujeto consciente, la más elevada expresión del
sujeto anímico, capaz de aprehender ideas con imagen, se manifiesta exclusivamente en
la esfera de luz, acto que constituye la “conciencia” propiamente dicha: los
actos mentales que ocurren en cualquier otra estructura fuera de la esfera de
luz son INCONSCIENTES; de allí que se equipare la esfera de sombra con el
INCONSCIENTE COLECTIVO PERSONAL de la Psicología Analítica de C. G. Jung.
Estudiaremos ahora las principales analogías entre
las esferas del microcosmos y las correspondientes esferas del macrocosmos.
Para que tales relaciones se tornen evidentes, es necesario comenzar por
considerar el siguiente principio: LA ESFERA MAS ELEVADA DEL PASU, ES DECIR, LA
ESPERA DE CONCIENCIA, CORRESPONDE A LA ESFERA MAS BAJA EN EL ORDEN DEL DEMIURGO, ESTO ES, A LA
ESPERA MATERIAL. Desde luego, por “esfera material” hay que entender lo que en
la fig. 27 se ha denominado “plano material”, vale decir, “la realidad”, “el
mundo exterior” que rodea la esfera sensorial del pasú.
Si atendemos a este principio y observamos que la
manifestación temporal del Demiurgo en el macrocosmos es análoga a la manifestación de la mónada, como
sujeto anímico, en el microcosmos, comprobaremos que ambas analogías sé encuentran en
los extremos de una respectiva serie de estructuras encadenadas. Como una de
tales series de estructuras, la microcósmica, ya fue explicada con detalle en
la Primera Parte, solo nos falta establecer las correspondencias analógicas con
una serie equivalente de estructuras microcósmicas. Es lo que se muestra en la
fig. 38.
Fig. 38
Allí la estructura psíquica del microcosmos (flecha
5) se compone, según vimos en la Primera Parte, de la memoria arquetípica o
estructura celular del cerebro (flecha 6), la estructura cultural (flecha 8) y
la esfera de conciencia (flecha 9). Se han agregado también dos niveles
formales intermedios para alcanzar mayor claridad en la comparación
macrocósmica: entre la memoria arquetípica (flecha 6) y la estructura cultural
(flecha 8) se ha situado un recinto (flecha 7) que representa a los “sistemas
simples” o subestructuras que conforman la estructura cultural; también se ha
dibujado un recinto (flecha 10) en el que se indica la doble composición de la esfera
de conciencia en esfera de sombra y esfera de luz.
El macrocosmos (flecha 13), por otra parte,
presenta una serie de estructuras de la mente cósmica que corresponden analógicamente
con las estructuras de la psique microcósmica. Así, el “plano arquetípico”
(flecha 14) equivale a la “memoria arquetípica” (flecha 6), relación que ya se
había expuesto en la Primera Parte; las “culturas exteriores” o “superestructuras”
(flecha 16) son análogas a la “estructura cultural” (flecha 8), relación
igualmente ya adelantada; y el “mundo exterior”, la “realidad humana” (flecha
17), corresponde a la “esfera de conciencia” (flecha 9) de acuerdo al principio
del cual partimos: “la esfera más elevada del pasú, es decir, la esfera de
conciencia, corresponde a la esfera más baja en el orden del Demiurgo, esto es, a la
esfera material”. Pero la “esfera de conciencia” (flecha 9) se integra con la
esfera de sombra y la esfera de luz (flecha 10) en tanto que el “mundo exterior”
(flecha 17), análogamente, consiste en el “mundo astral” y el “mundo del
sentido” (en un espacio de significación) flecha 18: la “esfera de sombra” del
microcosmos, que es inconsciente, guarda analogía con el “mundo astral” del macrocosmos,
el cual es una especie de inconsciente demiúrgico; y la “esfera de luz” del
microcosmos, que es consciente, corresponde al “Sentido del Mundo” que el Demiurgo percibe por
efecto de la acción cultural humana y que constituye una especie de conciencia
demiúrgica del macrocosmos. Sobre esta última correspondencia analógica, que es
de la mayor importancia para comprender la Conducta del Demiurgo, volveremos más
adelante.
Los “entes designados” del macrocosmos (flecha 15),
desde luego, corresponden a los “sistemas simples” de la estructura cultural
(flecha 7) puesto que estos son “esquemas de aquellos, tal como se explicó en
la Primera Parte (página 38).
En la fig. 38, asimismo, pueden verse dos procesos
del Demiurgo: por un lado El se MANIFIESTA en el macrocosmos (flecha 11) como una
esencia fluyente y sucesiva, como un Gran Aliento o Tiempo (trascendente)
flecha 12; por otra parte ENANA la “mónada” humana (flecha 1), la que a su vez
se despliega sobre el plano material como “alma transmigrante (flecha 3) y “sujeto
anímico” del microcosmos (flecha 4): la “Manifestación” (12) del Demiurgo, el Gran Aliento
o tiempo trascendente, es análogo, según se ve, al sujeto anímico (4), quien, si
alcanza la autonomía óntica, consistirá esencialmente en tiempo inmanente.
Ahora bien, si recordamos que “el alma solo puede
manifestarse EN una estructura adecuada o vehículo” y que “sin estructura no
hay manifestación anímica posible”, y admitimos herméticamente que tanto micro
como macrocosmos son ESTRUCTURAS ANÁLOGAS, estaremos en condiciones de
establecer otras importantes correspondencias. El sujeto anímico del microcosmos
(4), en efecto, se manifiesta como “sujeto racional” en la memoria arquetípica
(flecha 6), como “sujeto cultural” en la estructura cultural (flecha 8), y como
“sujeto consciente” es la esfera de luz (flecha 10), tal como ocurre con la
Manifestación (12) del Demiurgo en el macrocosmos. Tal Manifestación es análoga al alma, un “ánima
mundi”, y se expresa en las estructuras de la mente cósmica en forma de
Aspectos, Fases o Rostros del Demiurgo (página 35): en el plano arquetípico (flecha 14) con el Aspecto “Belleza”
o “Inteligencia activa”; en las superestructuras de las “culturas exteriores”
(flecha 16) con el Aspecto “Amor” o “Sabiduría”; y en el Mundo exterior, en los
espacios de significación, con el Aspecto “Voluntad” o “Poder” ENCARNADO EN UNA
“RAZA SAGRADA”. De este modo, el sujeto racional (6) corresponde analógicamente al
Aspecto Belleza (14), el sujeto cultural (8) al Aspecto Amor (16), y el sujeto
consciente (10) A LA CONCIENCIA COLECTIVA DE UNA “RAZA SAGRADA” (18).
Cabe aclarar que no siempre existe una “raza sagrada” en el espacio de
significación considerado: en ese caso el
Demiurgo percibe el Sentido del Mundo directamente desde
las superestructuras de las culturas exteriores (16) con el Aspecto
Amor-Sabiduría pero sin intervenir en el destino de tales culturas para
entronizar Su Poder individual o colectivamente.
Mas ¿qué es una “raza sagrada”? Respuesta: un
desdoblamiento colectivo del Demiurgo mediante el cual El se manifiesta en el mundo exterior (al pasú) para
recoger el sentido puesto en los entes, es decir, para aprehender los objetos
culturales superestructurados y para reinar con el Poder de Su Voluntad en el
seno de las comunidades culturales. En otros artículos, al estudiar la
Estrategia “O” de los Siddhas Leales, se demostrará que, luego del encadenamiento espiritual, las “razas
sagradas” han sido apoyadas por la Jerarquía Blanca de los Siddhas Traidores
para que constituyan el núcleo de Poder de las Sinarquías Universales: con el
fin de que cualquier virya pueda comprobar esta afirmación nos bastará, por
ahora, solo con adelantar que, en el actual momento histórico, y en el espacio
de significación de la cultura occidental, la “raza sagrada” mediante la cual
se manifiesta el Demiurgo es la llamada HEBREA O JUDIA.
Dejando, pues, para más adelante la explicación metafísica del concepto
de “raza sagrada” vamos a concluir el estudio de las correspondencias analógicas
resumiendo, y también ampliando, lo ya visto, en los siguientes comentarios:
Primero: El microcosmos (5), minor mundus, es análogo, un reflejo, del maior
mundus o macrocosmos (13).
Segundo: El microcosmos (5) es una estructura en la que se manifiesta y vitaliza
un “sujeto anímico” (4), vale decir, es un organismo en el cual el alma (3) cumple la
función esencial de otorgar existencia vital: el alma anima al
microcosmos durante “una vida”, es decir, durante un período; o fase vital en
el cual la potencia en germen del Arquetipo humano se actualiza y desarrolla;
cuando ocurre la disolución orgánica denominada “muerte”, al fin de la fase
vital, el alma se repliega en dirección a la mónada (2), de la cual es su extensión,
para aguardar otra fase de manifestación en un nuevo microcosmos. La fase vital
es medida, así, por una fase mortal y, ambas, constituyen un CICLO EVOLUTIVO
(DE LA LLAVE KALACHAKRA) MICROCOSMICO en el que se completa el proceso del Arquetipo familiar, el decir,
del Plan hereditario, genético, que replica al Arquetipo Manú.
El macrocosmos (13) es una estructura en la que se
Manifiesta el Demiurgo, vitalizándola como “ánima mundi”: la Manifestación (12) dura una fase
vital o “manvantara en la cual se actualiza y desarrolla la Potencia que se
halla en germen en el Plan cósmico; cuando ocurre la disolución orgánica del
macrocosmos denominada “Pralaya”, la Manifestación se repliega hacia el Demiurgo, del cual es su
extensión, para aguardar otra fase de manifestación en un nuevo macrocosmos. El
manvantara es sucedido, así por un Pralaya y, ambos, constituyen un CICLO
EVOLUTIVO MACROCOSMICO en el que se completa el proceso del Arquetipo Uno o
Plan del Universo, alcanzándose la entelequia y regresando todo lo existente a
la nada inicial que es igual a la nada final.
Tercero: La memoria arquetípica del microcosmos (6) es análoga al plano
arquetípico del macrocosmos (14): su “copia invertida”.
Cuarto: El sujeto anímico (4) se manifiesta en la memoria arquetípica (6) como sujeto racional,
actualizando los Arquetipos invertidos para conformar los esquemas de entes
exteriores con Principios y Relaciones, es decir, para construir sistemas
simples (7).
Análogamente, la Manifestación (12) se expresa en
el plano arquetípico (14) como el Aspecto Belleza o Inteligencia activa del Demiurgo, actualizando los
Arquetipos universales para conformar los entes exteriores y designando, luego, un término
particular, destinado al descubrimiento del pasú.
Quinto: Los sistemas simples (7) de la estructura cultural del microcosmos son análogos
a los entes designados (15) existentes en las superestructuras de las culturas
exteriores, en el macrocosmos.
Sexto: La estructura cultural (8) del microcosmos es análoga a la
superestructura de una cultura exterior (16), en el macrocosmos.
Séptimo: El sujeto anímico (4) se manifiesta en la estructura cultural (8) como sujeto cultural,
vivenciando los sistemas como “representaciones racionales”; una representación
racional es un concepto-tajada del esquema de la Relación notado en el contexto
de un plano de significación horizontal.
Análogamente, la Manifestación (12) se expresa en
las culturas exteriores coma el Aspecto Amor o Sabiduría del Demiurgo, vivenciando las
superestructuras por medio de los Arquetipos psicoideos que las sostienen: la
fuerza que religa a los objetos culturales exteriores es el amor del pasú,
energía aportada por toda la comunidad socio cultural desde el inconsciente
colectivo universal o mundo astral (18) y que “alimenta” al Arquetipo “astral” psicoideo. El Demiurgo, con su Aspecto
Amor-Sabiduría, puede vivenciar una cultura exterior (16) como “superconcepto”,
es decir, puede notarla en el contexto de un superlenguaje en un espacio de
significación horizontal.
Octavo: La esfera de conciencia del microcosmos (9) es análoga al mundo
exterior (17), a la realidad que el pasú percibe del macrocosmos que lo
contiene: éste es el principio fundamental, el “extremo inferior”, de la
correspondencia analógica, hermética, entre micro y macrocosmos.
Noveno: La esfera de conciencia o esquema de sí mismo del microcosmos se
compone de una esfera de sombra y de una esfera de luz.
El mundo exterior (17), o esquema de Sí Mismo del Demiurgo, se compone del mundo astral y del espacio de
significación en el que percibe el Sentido del Mundo, sentido puesto por las
comunidades humanas en las culturas externas.
Décimo: La esfera de sombra (10), o “inconsciente colectivo personal”, es
análoga al mundo astral (18) o “inconsciente colectivo universal (planetario)”.
Para comprender el alcance macrocósmico de esta
analogía tendremos que profundizar, previamente, en el concepto de “esfera de
sombra” definido en la Primera Parte. Recordemos, ante todo, tal definición: “Analógicamente,
conviene considerar a la esfera de conciencia como formada por DOS ESFERAS
concéntricas y consecutivas, semejantes a las capas de una cebolla. La primera
es la que va desde el plano horizontal (STT), fig. 21, hasta el umbral de
conciencia υ, es decir, LA REGION A LA QUE RECIENTEMENTE ATRIBUIMOS
TRIPLE COMPENETRACION; a esta región se la denomina ESFERA DE SOMBRA. La
segunda es la que se extiende desde el umbral de conciencia υ hasta la
superficie exterior de la esfera de conciencia, a la que llamamos “ESFERA DE
LUZ” (página 77). ¿A qué se refiere la “triple compenetración” que menciona la
definición? Respuesta: a que “la esfera de conciencia y las esferas afectiva y
racional están COMPENETRADAS ENTRE SI más allá de cualquier plano de
significación” (página 77). Es por eso que en las fig. 21, 24 y 25 se re presenta a
la esfera de sombra como un espacio analógico situado “más allá” del plano de
significación horizontal que intersecta al sistema xx notado. Sin
embargo este espacio analógico no es estrictamente equivalente a la esfera de
sombra real si no que ha sido definido así, con criterio didáctico para
explicar el proceso de los símbolos emergentes tales como “I”. Pero que
la esfera de sombra es algo más que tal “espacio analógico” puede comprobarse
en la fig. 22, donde se observa que la triple compenetración de la esfera de conciencia
(2), racional (3) y afectiva (4), da lugar a un espacio mayor, que se extiende
bajo la profundidad del sistema xx cuyo nivel energético ha sido
representado geométricamente con una línea de puntos.
Nos preguntaremos ahora ¿qué hay en tal sector,
bajo el sistema xx, que ha motivado su eliminación en la explicación de
los símbolos emergentes? Respuesta: la estructura cultural; es decir, aquellos
sistemas de la estructura cultural que no han sido notados por el sujeto
cultural y, por lo tanto, que no se encuentran en el nivel del lenguaje
habitual, sobre el plano de significación (STT). Esto completa lo dicho
en la página 36: “La estructura cultural, que se forma por la acción de la
razón, tiene lugar en las esferas afectiva y racional como SUBSTRATO de éstas,
es decir, que su sitio está en el fondo, en lo profundo, en la base: CERCA DE
LA MEMORIA ARQUETIPICA, DEL CEREBRO, que es quien soporta a las esferas
afectiva y racional”. Según veremos ahora tal “región profunda” ocupada por la
estructura cultural, salvo el concepto xx y su contexto significativo,
entraña alguna diferencia con el resto de la esfera de sombra real.
Figura 21
La naturaleza de esta diferencia quedará
evidenciada si recordamos que al sistema xx el sujeto cultural lo ha
pensado impulsado por la “voluntad instintiva” mientras que en la “región
profunda”, sector (6) de la fig. 32, solo predomina la “voluntad instintiva”,
es decir, el sujeto racional. Siendo la esfera de sombra real la “región del
inconsciente” de la estructura psíquica, la diferencia apuntada de sujeto, y de
energía volitiva, nos enfrenta ante el curioso hecho de que, para el sujeto anímico, existen DOS
GRADOS NOTABLES DE INCONSCIENCIA, según que el fenómeno psíquico ocurra en la “región
profunda” del sector (6), bajo el sistema xx, o en la “región
superficial” denominada “esfera de sombra” en las fig. 21, 24 y 25 y conformada
por los sectores (5), (7) y (8) de la fig. 32. Hay, así, una “inconsciencia
superficial” o “leve”, de grado menor, propia del sujeto cultural y de todo
sujeto que actúe en la región que va desde el plano de significación horizontal
hasta el umbral de conciencia, y una “inconsciencia profunda”, de grad0 mayor,
propia del sujeto racional y de todo sujeto que actúe por debajo del plano de
significación, en dirección a la memoria arquetípica (ver fig. 24). Hasta aquí
queda respondida la última pregunta: la región del inconsciente profundo no fue
considerada en las explicaciones de la Primera Parte porque éstas solo se
ocupaban de fenómenos psíquicos, tales como la emergencia de I, que se
hallaban referidos a sí mismo, es decir, al umbral de conciencia, una región
SOBRE el plano de significación horizontal que es característica, según vimos,
de la inconsciencia leve del sujeto.
En síntesis, debemos considerar que la esfera de
sombra real se compone de dos regiones notables: la “esfera de sombra
superficial”, región del inconsciente leve, que estudiamos en la Primera Parte,
y la “esfera de sombra profunda”, región del inconsciente profundo del sujeto y
ámbito de la memoria arquetípica, es decir, del inconsciente colectivo
personal.
La esfera de sombra superficial es producto, tal
como se definió en la Primera Parte, SOLO de la triple compenetración de las
esferas de conciencia, afectiva y racional; su composición se nuestra en la
fig. 32, en los sectores (5), (7) y (8).
La esfera de sombra profunda es producto, también,
y según se evidencia en la fig. 32 observando el sector (6), de tal triple
compenetración de las esferas psíquicas... Y DE ALGO MAS. Un “algo más” que nos
obligará a una nueva reflexión para aproximarnos a su naturaleza. Pero lo que
es seguro hasta aquí es que tal “algo más” será aportado por la estructura
cultural, la cual se encuentra permanentemente inmersa, salvo el sistema xx vivenciado
por el sujeto consciente, en la región del inconsciente profundo, en la “esfera
de sombra del sector (6).
Antes de estudiar en qué consiste semejante aporte
de la estructura cultural, que determina esencialmente a la esfera de sombra
profunda, conviene argumentar una justificación sobre la extensión inusitada
del comentario décimo. Comencemos por destacar, ante todo, que el propósito de
este comentario es demostrar la correspondencia analógica entre la esfera de
sombra microcósmica (flecha 10) y el
mundo astral macrocósmico (flecha 18), y
que tal propósito solo podrá cumplirse en la medida que dispongamos de una
clara comprensión de la esfera de sombra. Pero, hay que afirmar aquí, el mundo astral es estrictamente
analógico a la esfera de sombra real, es decir, completa, como lo hemos
redefinido precedentemente: es evidente, pues, que en tanto no acabemos de
conocer la constitución de la esfera de sombra profunda, la triple
compenetración “y algo más”, será tarea inútil intentar comprender la
correspondencia analógica con el
mundo astral macrocósmico. Y contra este
propósito conspira, desde luego, la dificultad inherente a toda descripción de
realidades inconscientes, realidades que solo pueden ser reducidas a la
conciencia, PARA SU EXPLICACION, por algún método sistemático y racional: mas,
afortunadamente, el método estructural empleado cumple con dicho requisito
porque sus conclusiones GUARDAN CORRESPONDENCIA CONCEPTUAL CON LA ESTRUCTURA
PSIQUICA DEL PASU Y DEL VIRYA.
No queda otro camino seguro, entonces, que
continuar profundizando el concepto de “esfera de sombra real” lo suficiente
como para alcanzar la comprensión de su analogía con el plano astral macrocósmico.
Veamos, pues, qué determinación esencial introduce
la estructura cultural en la esfera de sombra profunda (sector (6), fig. 32),
qué agrega a la triple compenetración de las esferas psíquicas (esferas (2),
(3) y (4), fig. 32), en fin, qué es “ese algo” que modifica ESPACIALMENTE a la
región profunda. Para empezar, consideremos los principales momentos del
proceso del pensar racional, representados simbólicamente en la fig. 21. En
ella se ha examinado el caso en el que un sistema xx es notado, por el
sujeto cultural, en el plano de significación y contexto (STT). De esa
vivencia el sujeto cultural solo puede comprender un concepto-tajada del
sistema xx, acto que produce la manifestación de un símbolo I que
imita al concepto xx y que no es más que el contenido, el único
contenido, del pensamiento racional consecuente: la “representación racional” del
concepto. Este símbolo I, cuya manifestación ocurre COMO RELIEVE EN EL
HORIZONTE DE LA SIGNIFICACION CONTINUA DEL PLANO DE SIGNIFICACION HORIZONTAL (STT),
emerge inmediatamente hacia el umbral de conciencia para convertirse en “representación
consciente” (I‘). La “rapidez” con la que I emerja va a depender
de la referencia a sí mismo de su potencia activa y, naturalmente, de la
opacidad intrínseca de la esfera de sombra (superficial), de la resistencia que
ella oponga a la energía de su movimiento.
Esto es, en síntesis, lo que hemos estudiado en la
Primera Parte sobre la producción de representaciones racionales y conscientes.
Por supuesto, nada dijimos entonces sobre lo que ocurría en esos casos, a la
par de los pensamientos racionales, EN LA REGION PROFUNDA DE LA ESTRUCTURA
CULTURAL. Para saber ahora qué pasa allí, debemos situarnos en una perspectiva
más amplia y observar, no solo el proceso de emergencia de I tal como ha
sido encuadrado en la fig. 21 para su descripción y explicación, sino la
totalidad de la estructura psíquica del pasú MIENTRAS OCURRE LA EMERGENCIA DE I.
Con otras palabras, debemos observar el proceso del pensar racional
comprendiendo en nuestra visión a la esfera de sombra real para indagar qué
ocurre entonces en la región profunda.
¿Qué buscamos con tal inspección? Nos interesa
saber, particularmente, qué sucede con los restantes planos de significación
cuando el sujeto cultural nota el sistema xx EN SOLO UNO DE ELLOS (STT).
Por ejemplo, supongamos que la estructura de la fig. 14 es análoga a la
estructura cultural y que el sujeto cultural nota el sistema xx en el
plano de significación contextual que pasa por la malla (MNOP) la cual,
por tal motivo, se torna horizontal, como muestra la figura, con respecto a la
esfera de luz; sabemos que cada malla corresponde a un lenguaje y que el
contexto que forman sus sistemas en el plano de significación notado es el que
otorga significado al concepto-tajada; pues bien, la pregunta es: cuando el
sujeto cultural nota el sistema xx en el plano de significación que pasa
por la malla (NNOP) ¿qué ocurre entonces, en ESE momento, durante el
pensamiento racional, en los planos de significación que pasan por las mallas (ABCD),
(EFGH), (IJKL), etc., es decir, en los restantes lenguajes?
Respuesta: Si bien el sujeto cultural solo vivencia el sistema xx y
emplea su facultad traductiva para notar un concepto en el plano de
significación horizontal, es decir, sobre la malla (MNOP), NO POR ESA
CONCENTRACION EL RESTO DE LA ESTRUCTURA CULTURAL QUEDA DESVITALIZADA. Por el
contrario, sabemos ya, de la Primera Parte, que la estructura cultural se halla
continuamente vitalizada por el
alma, aún en ausencia del sujeto: el alma experimenta, en
ese caso, un pensar no focalizado en pensamiento alguno, que se traduce como un
horizonte continuo y lineal de significación. Cuando el sujeto vivencia un
sistema particular, y produce un pensamiento racional, el relieve del
significado se realza sobre el horizonte de la significación continua y la
facultad traductiva torna horizontal dicho plano contextual o lenguaje,
otorgándole preeminencia subjetiva por sobre los otros lenguajes oblicuos; pero
los lenguajes SON SISTEMAS VIRTUALES, expansiones sistemáticas posibles en la
estructura cultural según planos de significación característicos de tal o cual
modalidad lógica: su “virtualidad” significa que son “potenciales”, que, aunque
el sujeto atienda a UNO SOLO de los múltiples lenguajes, su vitalidad
estructural les permite existir en todo momento “potencialmente” es decir, sin
actualizarse como contexto de un sistema.
La conclusión que cabe sacar de esta reflexión es
que, bajo el plano de significación horizontal del lenguaje habitual (malla MNOP),
empleado por la facultad traductiva del sujeto para notar un sistema xx,
EXISTEN POTENCIALMENTE MULTIPLES PLANOS DE SIGNIFICACION SOBRE LOS QUE SE
EXTIENDEN SENDOS LENGUAJES VIRTUALES; Tales planos MODIFICAN el “espacio
analógico” producido por la triple compenetración de las esferas de conciencia,
afectiva y racional, por efecto de la vitalidad potencial de los lenguajes
determinados por los múltiples planos de significación; y tales lenguajes
potenciales constituyen ese “algo más” que aportaba la estructura cultural en
la región profunda.
La respuesta buscada es, entonces, que mientras el
pensamiento racional ocurre SOBRE un sistema xx, en el marco de un
lenguaje habitual (tal como MNOP), BAJO el plano de significación de
dicho lenguaje coexisten simultáneamente múltiples planos de significación
determinados por la vitalidad potencial de sus correspondientes lenguajes
virtuales (tales como ABCD, EFGH, IJKL, etc.).
Resumiendo, la esfera de sombra superficial es un
espacio analógico producido SOLO por la triple compenetración de las esferas
psíquicas. La esfera de sombra profunda, en cambio, es un espacio analógico
producido por la triple compenetración de las esferas psíquicas y por la
coexistencia simultánea de los planos de significación de la estructura
cultural profunda.
Esta respuesta aclara, también, lo dicho en el
comentario undécimo de la página 83, que conviene recordar ahora: “la esfera de
sombra” es lo que, últimamente, los psicólogos han denominado INCONSCIENTE. Si
queremos equiparar los conceptos aquí expuestos con los de la Psicología
Analítica de C. G. Jung podemos comenzar por asimilar el INCONSCIENTE COLECTIVO
PERSONAL a la MMEMORIA ARQUETIPICA del modelo estructural. Notemos que la “memoria
arquetípica” se encuentra en la región más profunda de la estructura psíquica:
si observamos la fig. 21 vemos allí a la esfera de luz, la más elevada región
psíquica donde Se manifiesta el sujeto anímico; si “miramos desde allí” hacia la esfera de sombra advertimos que BAJO
ELLA está la estructura cultural, con el sistema xx cuyo plano de
significación se nivela con respecto a la esfera de luz, y, más abajo aun,
recién se encuentra la “memoria arquetípica”. Naturalmente, al decir “debajo
del umbral de conciencia” estamos hablando en términos energéticos; por
ejemplo, “debajo del plano horizontal (xx) significa “debajo de cero
energía”, es decir, en la región de la potencia”. Advertimos ahora que en aquel
comentario se consideraba “esfera de sombra” solamente a la región superficial,
del inconsciente leve; pero, lo que es más importante, advertimos también que
la región del inconsciente profundo corresponde a UNA ZONA DE ENTES
ESENCIALNENTE POTENCIALES, vale decir, entes cuyo substrato consiste en
potencia pasiva.
Hemos aclarado ya, el concepto de “esfera de sombra
real”, lo suficiente como para encarar la descripción de las correspondencias
analógicas que guarda con el
mundo astral macrocósmico con garantías de
que se comprenderán sus alcances. No obstante, nos valdremos en gran medida de
la fig. 39 para evidenciar las analogías apuntadas.
En dicha figura se observa, a la izquierda, un esquema
energético semejante al de la fig. 24, salvo que en este se ha señalado como “esfera
de sombra profunda” a la región situada BAJO el plano de significación (STT)
perpendicular al plano de la figura y cuyo perfil es el eje (oTt). Dicha
región profunda contiene a la estructura cultural y a la memoria arquetípica,
existiendo entre ambas un nivel energético, indicado con línea de puntos, a
través del cual se realiza la transferencia biunívoca de los esquemas de entes:
en este nivel se encuentra el “inconsciente colectivo personal”, según se
explicará más adelante. Como “espacio analógico”, la esfera de sombra profunda
es producto de la triple compenetración de las esferas psíquicas y de los
múltiples espacios de significación de la estructura cultural.
SOBRE el plano de significación (STT), y
hasta el umbral de conciencia, se extiende la “esfera de sombra superficial”,
ya estudiada en la Primera Parte.
A la derecha de la fig. 39 hay un esquema
energético que representa la estructura psíquica del Demiurgo, en concordancia
con la fig. 38. Vemos allí que la estructura psíquica del Demiurgo guarda una
estrecha analogía con la estructura psíquica del pasú: contiene una esfera (D)
última, consciente, en la que se representa el Sentido del Mundo análoga a la
esfera de luz (d) según se demostrará en los próximos comentarios; esa
Conciencia del Demiurgo se encuentra limitada de Su Inconsciente o “mundo astral” por una barrera
energética denominada “umbral del sentido”, análoga al “umbral de conciencia”
del microcosmos; sigue luego el “mundo
astral superficial” (C) el cual es análogo a la “esfera
de sombra superficial” (c) que hemos definido en este comentario. Vamos
a detenernos un momento en dicha analogía.
Conocemos la composición de la “esfera de sombra
superficial” del microcosmos: es el producto de la triple compenetración de las
esferas de conciencia, afectiva y racional. Pues bien, el “mundo astral superficial” del
macrocosmos surge como producto de la séptuple compenetración de las esferas
síquicas del Demiurgo; con otras palabras: la estructura psíquica del Demiurgo se integra de
SIETE esferas psíquicas, las cuales, al compenetrarse entre sí en la región (C),
producen una zona opaca (para la Conciencia) denominada “mundo astral superficial. A
pesar de la diferencia en el número de esferas, tres en el microcosmos contra
siete en el macrocosmos, hay que admitir una correspondencia analógica estricta
DESDE EL PUNTO DE VISTA ESTRUCTURAL entre la esfera de sombra superficial y el mundo astral superficial.
Como límite “profundo” del plano astral superficial (C)
se encuentra el “espacio de significación horizontal”, cuyo plano intersecta al
superconcepto (xx) como se muestra en la figura; dicho “superconcepto”
es la notación que el Demiurgo, con su Aspecto Amor-Sabiduría, ha realizado de una superestructura en
un superlenguaje; y tal superestructura puede ser, de acuerdo a lo explicado en
el artículo “El Terrible Secreto de Maya”, desde una cultura exterior, o su “momento”:
el hecho cultural, hasta un microcosmos potencial, es decir, un pasú o virya
perdido. Es evidente, aquí, que el espacio de significación macrocósmico
corresponde analógicamente al plano de significación microcósmico.
BAJO el espacio de significación horizontal se
halla el “mundo astral profundo”, compuesto por dos regiones notables (A) y (B)
que guardan analogía con las regiones (a) y (b) de la “esfera de
sombra profunda”.
La región (A), en efecto, es el mundo o “plano
arquetípico del macrocosmos” representado en el microcosmos por la memoria
arquetípica (a), la cual contiene una copia invertida de todos los Arquetipos universales. A la región (A) se la denomina “inconsciente colectivo
universal” así como a la región (a) se la llama “inconsciente colectivo
personal”. Sin embargo esta relación va más allá de una mera correspondencia
analógica pues implica un nexo real, un puente, por donde los Arquetipos universales actúan sobre el microcosmos. De allí la importancia fundamental que la
Metafísica Hiperbórea atribuye a las regiones (a) y (A) al
estudiar la actividad de los “mitos interiores”, o “Dioses de los entes”, es
decir, de los Arquetipos colectivos de la estructura psíquica microcósmica, y
de los “mitos exteriores” o Mitos, es decir, de los Arquetipos colectivos psicoideos de las
superestructuras. Conviene, pues, examinar ese importante concepto, válido para
el pasú o virya perdido.
Digamos, ante todo, que la clave del nexo entre
ambas regiones del inconsciente profundo, micro y macrocósmicas, radica en los
SIMBOLOS SAGRADOS. Estos símbolos, según vimos en la Primera Parte, representan
a un mito interior, a un Arquetipo universal desencadenado de la serie formativa
del designio de un ente. Cuando el símbolo
sagrado emerge en el umbral de conciencia con máxima
energía, su percepción es tan impresionante que afecta toda la complexión del
sujeto anímico, es decir, al sujeto consciente, cultural y racional; y más aún si el símbolo sagrado consigue dominar
y capturar al sujeto consciente. En todo caso, la impresión lleva al sujeto
consciente a identificarse con el símbolo
sagrado, al sujeto cultural a identificarse con el mito del esquema y al
sujeto racional a identificarse con el Arquetipo invertido de la memoria
arquetípica: es entonces cuando se establece el contacto real entre el
inconsciente colectivo personal y el inconsciente colectivo universal, y la
formidable potencia de un Arquetipo universal queda habilitada para actuar.
Pero el puente tendido por el símbolo
sagrado entre ambos mundos permite que la actividad del
Arquetipo se desarrolle tanto “adentro” (del microcosmos) como “afuera” (en el
macrocosmos): si opera en la estructura psíquica es solo un “mito interior”; sí
actúa afuera, sobre las superestructuras del mundo exterior, es un “Arquetipo psicoideo”. Vale
decir, el puente metafísico se halla abierto en ambos sentidos: esa propiedad
es la que emplea la Metafísica Hiperbórea para explorar y conocer el plano
arquetípico del Demiurgo, sus Planes demenciales; claro que para ello, para trascender los
símbolos sagrados en su extensión metafísica macrocósmica, es necesario evitar
cuidadosamente la posibilidad de una captura subjetiva por parte del Arquetipo
universal, o algo peor. Más adelante, en otro inciso, se estudiará esta
posibilidad y se demostrará que solo el virya despierto, aquél que ha adoptado
una “actitud graciosa luciférica” y posee un Yo despierto no subjetivo, está en
condiciones de trascender los símbolos sagrados sin peligro.
Consideremos la región (A). Desde el plano
arquetípico los Arquetipos universales se despliegan hacia el plano material, impulsados por el Aspecto
Belleza o Inteligencia Activa, y se manifiestan como entes finitos, intentando
alcanzar la entelequia: DESDE EL PUNTO DE VISTA UNIVERSAL, EL NIVEL ENERGETICO
ENTELEQUIAL DE LOS ENTES FINITOS ES EL INDICADO CON LINEAS DE PUNTOS COMO
LIMITE DE LA REGION (A). Es decir que los entes finitos, como tales,
subyacen en lo profundo del inconsciente demiúrgico. Sin embargo los entes,
además del término universal que les imponen la finalidad de los Arquetipos,
están señalados por el término particular de la suprafinalidad de las mónadas,
están designados para el pasú, disponen de una clave de su Plan que puede ser
descubierta y revelada por la razón: el designio transforma a los entes en
seres-para-el-hombre. La finalidad del hombre es descubrir el designio de los
entes y poner, en éstos, un sentido. El hombre convierte, así, a los entes en “objetos
culturales”, brindándoles la posibilidad de existir “más allá” de la región
profunda, de “salir” de la inconsciencia demiúrgica. Tal como se aprecia en el
esquema energético, los entes se tornan más conscientes a medida que ganan
sentido. Luego del nivel de los “entes designados”, es decir, del nivel en el
cual el pasú descubre el designio, se encuentra la región (B) de las
culturas exteriores las cuales consisten de “objetos culturales”, y “hombres”,
superestructurados: el ente designado goza aquí, como “objeto cultural”, de una
existencia de grado superior, lleno de sentido, que representa para el Demiurgo “un bien”, “un
acto de amor”, etc.
La región (B) es análoga a la región (b)
del mismo modo que las culturas exteriores, o superestructuras, que aquélla
contiene son análogas a la estructura cultural de ésta, relación que ya fue
destacada en el comentario Sexto. Para comprender ahora, con mayor profundidad,
esta correspondencia hay que realizar el siguiente razonamiento: el “sujeto
racional” del pasú puede considerarse CONO UN OPERADOR QUE TOMA ELEMENTOS
ARQUETIPICOS DE LA REGION (a), QUE REPRESENTAN AL DESIGNIO DEL ENTE, Y
LOS TRANSFIERE A LA REGION (b) ADONDE SE ESTRUCTURAN COMO ESQUEMA DEL
ENTE; el sujeto racional se hallaría, así, operando sobre la línea de puntos
que separa a las regiones (a) y (b). Pues bien: el pasú cumple
colectivamente en el mundo una función análoga a la que el sujeto racional
cumple en el pasú. Vale decir, el pasú cumple colectivamente la función de ser
LA FUENTE DE LA RAZON DEL MUNDO: ES POR SU ACTIVIDAD POSTORA DE SENTIDO QUE
EMERGE LA RAZON DEL MUNDO, QUE LOS ENTES, HASTA ENTONCES SUMIDOS EN LO UNIVERSAL,
ADQUIEREN EXISTENCIA PARTICULAR COMO OBJETOS CULTURALES Y SE RELIGAN POR AMOR,
INTEGRANDOSE EN LAS SUPERESTRUCTURAS DE LAS CULTURAS EXTERIORES.
Con este criterio la función del pasú en el mundo
queda claramente definida: el pasú, microcosmos, se puede considerar COMO UN
OPERADOR QUE TOMA ENTES DESIGNADOS DE LA REGION (A) Y LOS TRANSFIERE A
LA REGION (B) ADONDE SE ESTRUCTURAN COMO OBJETOS CULTURALES: el pasú,
microcosmos, se hallaría, así, operando sobre la línea de puntos que separa a
las regiones (A) y (B) del macrocosmos. Pero tal actividad del
pasú es “colectiva”, lo que significa que, a pesar de todo, su operación
cultural, su tranformación racional del mundo, obedece en gran medida a un alma
grupal, a un egrégoro a un Arquetipo
psicoideo, o Manú, que dirige el destino de la comunidad.
Esto no puede ocurrir de otra manera si la función colectiva del pasú ha de ser
análoga a la del sujeto racional EN el pasú: el sujeto racional es una
manifestación del alma en el microcosmos y, por lo tanto, el “alma” del macrocosmos, el “ánima
mundi”, ha de manifestarse también en la comunidad pasú, que cumple la función
de “sujeto racional macrocósmico”; y tal manifestación del alma
del Demiurgo sobre la comunidad pasú solo puede realizarse a
través de las jerarquías dévicas, vale decir, por medio de un alma grupal,
egrégoro, Arquetipo psicoideo, Manú, etc. En el inciso “Superestructuras y Registros culturales”
(Tomo quinto) se demuestra que en todo objeto cultural existe un “valor
cultural general” y un “valor cultural particular”: solo el valor particular,
producto de la afirmación que el hombre realiza individualmente sobre el objeto
cultural causa su emergencia hacia el umbral del sentido del mundo υ; en
caso contrario, el objeto cultural permanece en la región (B) dotado de “valor
cultural general”, valor que es sostenido EXTERIORMENTE, sobre el ente
designado, por la vitalidad del Arquetipo astral que anima la
superestructura de la cultura externa.
Nos toca ahora, para concluir este comentario,
estudiar la correspondencia analógica ESPACIAL que presentan la “esfera de
sombra profunda” regiones (a) y (b) y el “mundo astral profundo”,
regiones (A) y (B). Ya sabemos que la esfera de sombra profunda “es
un espacio analógico producido por la triple compenetración de las esferas
psíquicas y por la coexistencia simultánea de los planos de significación de la
estructura cultural profunda”. En correspondencia, el mundo astral profundo ES UN
ESPACIO ANALOGICO PRODUCIDO POR LA SEPTUPLE COMPENETRACION DE LAS ESFERAS
PSIQUICAS DEL NACROCOSMOS Y POR LA COEXISTENCIA SIMULTANEA DE LA TOTALIDAD DE
ESPACIOS DE SIGNIFICACION EN LOS QUE EL DEMIURGO ES CAPAZ DE VIVENCIAR UNA CULTURA. Con esta definición nos situamos en
pleno ámbito del Terrible Secreto de Maya puesto que la pluridimensionalidad
espacial del mundo astral profundo es la causa principal de la ilusión de lo real; por su causa,
por ejemplo el pasú llega a ser consciente nada más que de UNO de los múltiples
espacios de significación en los que existe simultáneamente: aquel espacio en
el que los objetos culturales internos, de su estructura cultural, coinciden
con los objetos culturales externos, superestructurados en la cultura exterior
que habita.
Queda así demostrada, con detalle, la
correspondencia analógica entre la “esfera de sombra profunda” o región (a,
b) del “inconsciente colectivo personal” y el “mundo astral profundo” o
región (A, B) del “inconsciente colectivo universal” propuesta en
este comentario Décimo. También se demostró la analogía entre la “esfera de
sombra superficial”, región (c), y el “mundo astral superficial”,
región (C). Ambos resultados conducen a confirmar la analogía general
entre la “esfera de sombra real” del microcosmos, regiones (a, b y
c) y el “mundo astral real” del macrocosmos, regiones (A, E y C),
expuesta en la fig. 38: correspondencia entre las flechas (10) y (18).
Decimoprimero: La esfera de luz (10) o “conciencia”,
es análoga al Sentido del Mundo (18) que el Demiurgo nota con Su
Conciencia en un determinado espacio de significación macrocósmico.
Decimosegundo: El sujeto anímico (3) se manifiesta
en la esfera de luz (10) como sujeto consciente. Allí, el sujeto consciente “ve”
emerger las ideas a través del umbral de conciencia y percibe IMAGEN Y
SIGNIFICADO.
Análogamente, la Manifestación se expresa en el
mundo exterior como “raza sagrada”. El Demiurgo, POR LOS OJOS DE SU RAZA
SAGRADA, “ve” surgir los objetos culturales, los entes
designados por el pasú, desde el UMBRAL CULTURAL, es decir, desde el límite que
separa a una cultura en el mundo exterior de lo indiferenciado, de los entes
cuyo designio aun no ha sido descubierto. La comprensión macrocósmica de las
culturas exteriores las cuales consisten en superestructuras de objetos
culturales y microcosmos, y la aprehensión del Sentido del Mundo que las
comunidades socioculturales permanentemente sostienen y desarrollan, constituye
la Conciencia del Demiurgo propiamente dicha, comprensión y aprehensión que, naturalmente, suceden
en el tiempo trascendente.
Como conclusión de este comentario se puede afirmar
que el objetivo microcósmico de la finalidad del pasú; desarrollar la esfera de
conciencia, conduce a la consecución del objetivo macrocósmico: construir
culturas externas, poner sentido en los entes, y que esta finalidad CONTRIBUYE
AL DESARROLLO EVOLUTIVO DE LA “CONCIENCIA” DEL DEMIURGO. Tal Conciencia
del Demiurgo crece en función del Sentido del Mundo, por la emergencia significativa
de los hechos culturales, análogamente a como la esfera de conciencia del pasú
crece por efecto de la emergencia de las representaciones conscientes. Sin
embargo, desde que el pasú se transformó en virya perdido por causa del
encadenamiento espiritual, el Demiurgo se Manifiesta “personalmente” en el mundo exterior, en el seno del
Sentido del Mundo, para aprovechar también la aceleración evolutiva que ha
causado la Traición Blanca y gozar del “nuevo sentido puesto permanentemente en
su Obra”, del “descubrimiento posterior” (página 29): la Conciencia del Demiurgo está
representada, entonces, por la diabólica alma grupal que anima a una “raza sagrada”; mas, si tal
raza no existiese dentro de una cultura, si no se hubiese aun revelado
exteriormente, el Demiurgo se desdoblará en una multitud de personajes arquetípicos, sacerdotes,
militares, legisladores, jueces, etc., mediante los cuales expresará su Poder y
la Voluntad de Su Conciencia; naturalmente, todo pasú o virya perdido cuya
persona encaja en el tipo que el Demiurgo impulsa para Manifestarse será tarde o temprano poseído por un Arquetipo psicoideo y
contribuirá a expandir Su Conciencia.
Cabe agregar, como aclaración, que el “mundo astral” es con
toda probabilidad lo que los ocultistas suelen denominar “plano astral”. Pero el astral es un “mundo”, o mejor aún, un conjunto de
mundos imbricados en la realidad, al que no
conviene la denominación ingenua de “plano”. Otro tanto cabría decir del “plano
arquetípico (A), que es un verdadero “mundo”, pese a lo cual hemos
respetado la denominación tradicional aunque recordando aquí que la Sabiduría
Hiperbórea enseña un concepto al que es correcto describir como “mundo
arquetípico”.
Por último, del comentario decimosegundo se
desprende la importante consecuencia de que A UNA “RAZA SAGRADA” NO SE PERTENECE
SOLO POR LA HERENCIA GENETICA, POR EL “NACIMIENTO”, SI NO TAMBIEN POR FAVORECER
LA MANIFESTACION DEL “ASPECTO RAZA
SAGRADA” DEL DEMIURGO. Así, con referencia a la raza
sagrada actual, es decir, la “raza elegida” de los hebreos, ocurre el
curioso hecho de que un hombre puede ser judío por su herencia, por nacer efectivamente en el seno de una familia
hebrea, o por su “CONSTITUCION MENTAL”: PARA LA SABIDURIA HIPERBOREA NO SOLO
ES JUDIO QUIEN NACE JUDIO SINO TAMBIEN QUIEN, POR SU “CONSTITUCION MENTAL JUDAICA”, FAVORECE LA MANIFESTACION DEL “ASPECTO RAZA SAGRADA DEL DEMIURGO.
E - Las “Edades” de la Historia.
Según la Historia oficial en este momento nos
encontramos viviendo en la “Edad Contemporánea”. Tal Edad habría “comenzado” en
el momento en el cual ocurren dos hechos históricos notables: la Independencia
de EE.UU. y la Revolución Francesa. Evidentemente, quienes han observado la
Historia y han convenido en que esos hechos se destacan con tal eminencia que
constituyen un límite natural entre “Edades” históricas, se han guiado por un
criterio particular. En efecto, siendo que dichas “Revoluciones” forman parte
del Plan que apunta hacia la consolidación de la Sinarquía Internacional, vale
decir, la “Concentración mundial del Poder” (SINARQUIA) en manos hebreas, el
criterio empleado solo puede ser calificado de “sinárquico”.
Hay que investigar, entonces, por qué la
Historiología se apoya en semejante criterio; y hay que hacer más aún: debemos
redefinir el concepto de “Edad” según las pautas de la Sabiduría Hiperbórea.
Para la Sabiduría Hiperbórea, por otra parte, en
este momento nos encontramos viviendo en el Kaly Yuga, un período de tiempo de
432.000 años. ¿De dónde surge esta cifra? De un complejo sistema mixto de
división y multiplicación del tiempo, es decir, de una combinación de cifras,
múltiplos y submúltiplos de los sistemas decimal y sexagesimal, asociados a
ritmos de la naturaleza, como ser el año solar, el número de respiraciones por
minuto, el número de latidos cardíacos, los ciclos lunares, etc. El Kaly Yuga
es la última Edad (Yuga) de una serie de cuatro que conforman un Maha Yuga o
Manvantara: el Satya Yuga, de 1.728.000 años, el Treta Yuga, de 1.296.000 años,
el Dwapara Yuga, de 864.000 años, y el actual Kaly Yuga, de 432.000 años. Como
dijimos en la Segunda Carta a los Elegidos, ahora nos hallamos en el Día del
Espíritu, un período de mil años durante el cual se “cierra” el Kaly Yuga y
también el Manvantara: para
eso vino hace un siglo, y permaneció hasta 1945 manifestado, el Führer de la
Raza Blanca, el representante de Wotan, el Señor de la Guerra contra
el Demiurgo.
Naturalmente, si el Kaly Yuga concluye en el Día del Espíritu es
porque comenzó en la época Atlante, en aquel momento en que los Siddhas Traidores se instalaron “a plena luz” al frente de la civilización de la
Atlántida, donde serían conocidos como “Siddhas
de la Faz Tenebrosa”. Pero esa es otra historia,
algunos de cuyos capítulos se narran en incisos posteriores.
Estamos, pues, frente a dos conceptos denotados por
la palabra Edad, uno el antiquísimo de los Yugas hindúes o de las Edades
griegas (de Oro, de Plata, de Bronce y de Hierro) y otro, el moderno de la
Historiología oficial: Edad Antigua, Media, Moderna y Contemporánea. Hoy en
día, al hablar de una “Edad”, puede comprobarse que de ambos conceptos
inmediatamente se impone y predomina el segundo, a pesar de ser el primero
mucho más antiguo y conocido: este efecto es un buen ejemplo de una táctica
sinárquica cultural denominada en Estrategia Psicosocial como “CAMBIO DE
SIGNIFICADO”. Más adelante se estudiará con detalle tal operación pues un plan
de la Sinarquía se propone, justamente, provocar el cambio de significado en el
UNICO SIMBOLO SAGRADO HIPERBOREO que aun posee potencia suficiente como para
transmutar al virya perdido. Por ahora nos vamos a ocupar de analizar y
criticar el segundo significado, oficial, del concepto de Edad, para dejar
expuesto su carácter artificioso y falaz.
F - Análisis crítico del concepto oficial de Edad.
Además de que la “Historia” oficial abarca un
período de tiempo ridículamente corto, de siete u ocho mil años, en relación
con la antigüedad de millones de años que presenta la especie humana sobre la
Tierra, las “Edades” en que se divide a la misma solo tienen por objeto señalar
ciertos intervalos entre sucesos “importantes” para comodidad nemotécnica de
los historiadores y pedagogos; por ejemplo, la Edad Media “comienza en 476,
cuando Odoacro depone al emperador Rómulo Augustulo, es decir, con la caída del
Imperio Romano” y acaba “cuando los turcos toman Constantinopla, en 1453”; a
partir de esa fecha se extiende la “Edad Moderna”. Esta manera de “marcar” los
límites de las “edades” nos recuerda a la demarcación geográfica de las
fronteras, que por lo general solo existe en la mente de los hombres y en los
mapas: sobre el terreno, a veces, nada hay que indique que tal país termina
aquí y tal otro comienza más allá, incertidumbre que no impide que se crea
ciegamente en “la frontera” como algo existente en la naturaleza por lo cual es
posible (y deseable) luchar y morir. Que no se diga que un río, por ejemplo,
constituye una frontera “real” un río es solo eso: un curso de agua, un
accidente geográfico; cualquier propiedad cartográfica que se le atribuya
proviene de un error gnoseológico, del olvido de que un “límite geográfico” es
una convención entre hombres tal como los símbolos del lenguaje y que, por
dicho carácter simbólico, pertenece a la psique colectiva, es decir, a la
esfera subjetiva y no a la realidad objetiva como podríamos creer ligeramente.
La cartografía consiste en representar gráficamente signos correspondientes a
la configuración de la Tierra y sus accidentes; al mapa, entonces, posee una
relación cierta con la realidad territorial pero tal relación es UNIVOCA; en
otras palabras: es verdad que esa línea del mapa representa la orilla de aquel
río; no es cierto, en cambio, que al pintar esa línea con un color determinado
para “representar” una frontera ello corresponda a alguna cualidad de la
realidad territorial considerada. Al igual que aquéllos que creen en la
realidad concreta de una frontera cartográfica, que solo existe en los mapas y
en su imaginación, hay mucha gente en estos días que acepta ingenuamente la
división por “Edades” de la Historia y hasta se da el lujo de emitir juicios
valorativos: la Edad Antigua fue “pagana”, la Edad Media “oscurantista”, la
Edad Moderna “brillante”, etc. Evidentemente estamos aquí en pleno terreno del
subjetivismo cultural pues ni la Historia se ha desarrollado en base a tales “Edades”
ni los acontecimientos que determinan el intervalo de cada “Edad” son
verdaderos hitos históricos, más importantes que otros hechos ocurridos antes o
después de los mismos. Los hechos que “marcan” el comienzo o el fin de una “Edad”
son elegidos, de entre otros infinitos hechos que componen la Historia, para
conformar una pauta establecida previamente al análisis, es decir, una
hipótesis. Esto supone que se ha recurrido a algún “criterio particular” para
la interpretación de la Historia, lo que explica el carácter subjetivo de las
conclusiones obtenidas.
Si tal criterio consiste, como parece ser el caso
de las “Edades” oficiales, en considerar como parámetro fundamental a la
Economía y la Guerra entonces resulta LOGICO fijar los límites del intervalo en
guerras y batallas o en la ruina económica del Imperio Romano. Pero si el
criterio fuese otro, por ejemplo filosófico, estático, tecnológico, etc.,
seguramente que los “hechos fundamentales”, que marcan los límites de las
Edades serían también otros y hasta el juicio valorativo de las mismas variaría
notablemente. Por ejemplo, el fin de la Edad Media se fija con criterio “político”
en 1.453, cuando los turcos toman Constantinopla y concluye el Imperio Romano
de Oriente; es éste un hecho negativo que ha sido elegido deliberadamente para
marcar, consecuentemente, el fin de una “Edad oscurantista”. Pero para un
criterio cientificotecnológico, positivo, sería sin dudas, más importante el
invento de la imprenta de tipos móviles realizado por Gutenberg en 1.450, o sea
casi en la misma fecha anterior, que la caída de Constantinopla. Entonces
podría suceder que la Edad Media acabase en la misma fecha pero, al tomar como
límite un hecho positivo, se debería modificar el juicio de valor. Quizá
entonces la Edad Media no sería “oscurantista” sino “de transición”,
considerando que para llegar al invento alemán de la imprenta se debió
establecer un contacto transcultural previo con China en los siglos XIV y XV.
Venimos comprobando el carácter subjetivo del
concepto moderno de “Edad” y lo endeble de aquellos “hechos fundamentales de la
Historia” que se toman como “límites” del intervalo de tiempo comprendido;
estos hechos han sido elegidos partiendo de criterios culturales, a menudo
sinárquicos, y son presentados tras una previa deformación de la verdad
histórica; es así que un cambio de criterio nos conduce a diferentes “hechos
fundamentales”, desplazados más o menos en el tiempo, lo que demuestra la
insuficiencia del concepto de “Edad” para designar una Era de pretendidas
características específicas.
Debemos suponer, entonces, que aquello que nos
describe la Historia oficial en una “Edad” determinada posee una relación
distorsionada con los hechos concretos a que hace referencia, de manera
semejante a la subjetiva alteración de los hechos verdaderos efectuada por los
historiadores para presentarlos como hechos-límite.
Esta suposición puede ser comprobada rigurosamente
si recurrimos nuevamente a la analogía cartográfica y empleamos los conceptos
ya definidos de “lo eminente” como “el realce de una cualidad, exaltada
racionalmente por la determinación de las premisas culturales preeminentes
(página 150)”. Observemos un mapa de Europa; en él se han representado por
medio de signos por todos conocidos los distintos países, sus divisiones políticas
interiores y sus fronteras exteriores. De pronto fijamos la atención en unas
líneas sinuosas que nos informan que en la parte correspondiente del mundo
deben existir unas montañas; leemos una indicación que dice “Montes Pirineos” y
pensamos -Ah, es la frontera entre Francia y España-. Lo sabemos porque esa
información es un dominio cultural común. Si buscamos ahora atentamente entre
las distintas líneas del mapa se hará eminente una zona marcada de manera
diferente, quizá con otro color, o tal vez con líneas y puntos, a la que
distinguiremos como “la frontera” propiamente dicha. Las premisas culturales
preeminentes tornaron eminente a la línea fronteriza de entre muchas otras
líneas semejantes y nos llevaron a descubrirla y reconocerla. Pero, según henos
dicho, la frontera existe solo en el mapa y en nuestra imaginación cosa que
puede comprobarse situándonos en ciertas zonas desiertas de los Montes Pirineos
desde donde nos resultaría del todo imposible decidir el sitio en que termina
España y comienza Francia.
Hemos tomado conocimiento por el mapa de dos datos:
en tal lugar del mundo, cuyas coordenadas de situación nos permiten identificar
con precisión, hay una montaña y una frontera. Nos trasladamos realmente a ese
lugar y hallamos la montaña pero tenemos dificultades para distinguir la
frontera ¿qué ha ocurrido?: pues que montaña y frontera son realidades de
distinto orden. Por eso existen dos clases de mapas: los “físicos”, que
describen la realidad geográfica más o menos fielmente, y los “políticos”, o “económicos”,
que exhiben ADEMAS de las correspondientes representaciones físicas,
SUPERPUESTOS A ELLAS, cualidades y atributos que no poseen una contraparte
concreta en el mundo. Una montaña y una frontera, ambos, son objetos
culturales; pero la montaña es un objeto concreto de entidad natural, en tanto
que una frontera (como un mito, una idea científica, una organización política, un código moral, etc.)
es una cualidad cultural que jamás aparecerá totalmente encarnada en una
entidad concreta, física o “exterior”.
Hacer Historiografía, escribir la Historia, es,
análogamente a la construcción de un mapa, DESCRIBIR UNA REALIDAD. La Historia,
al narrar hechos verdaderos del pasado dispone de un material puramente
objetivo, cuya descripción en lenguaje simbólico nos presenta para nuestra
información. Pero el historiógrafo, igual que el cartógrafo, cuenta con dos
tipos de objetos: los “hechos” realmente ocurridos, que han sido objetos
concretos, y los “hechos eminentes”, tomados de entre los otros infinitos hechos,
por su importancia subjetiva. Mas los hechos eminentes, como ya sabemos, están
determinados por premisas culturales preeminentes que son, en última instancia,
la expresión táctica de la Cultura, arma estratégica enemiga. Es así que, si al
estudiar la Historia notamos que se nos presentan los hechos descriptos con
cierta objetividad, estamos, como en el caso del “mapa físico”, ante una
representación más o menos directa e indeformada de la realidad. Pero cuando se
pretende afirmar una cualidad eminente en un hecho concreto, por ejemplo cuando
se dice que la Revolución Francesa fue “superior a otras revoluciones por su
carácter progresista”, estamos como en el caso del “mapa político” ante una representación
de cualidades culturales sin contraparte material: la “superioridad” que
valoramos de una cosa sobre otra es, desde luego, una cualidad eminente.
Una cualidad eminente en la Historia, como una
frontera en un mapa político, es un objeto que pertenece a una esfera diferente
a la realidad concreta; su eminencia proviene de las premisas culturales
preeminentes. ¿Aníbal o Publio Cornelio Escipión? ¿Esparta o Atenas? Si la
Historia presentara los hechos tal como ocurrieron la preferencia que
declarásemos por tal jefe militar o por tal cultura indicaría que ese jefe
militar o esa cultura se han tornado eminentes ante nuestra mirada. Pero ello
no es posible porque la Historia que disponemos para el estudio no es de ningún
modo objetiva ni descriptiva de la realidad de los hechos, puesto que los
Historiadores de todos los tiempos han sido víctimas de sus propias premisas
culturales preeminentes y han señalado eminencias allí donde se les
aparecieron, atribuyendo a la realidad concreta cualidades que solo estaban en
su imaginación, es decir proyectando sobre el mundo cualidades culturales que
no poseían entidad concreta y percibiendo luego el espejismo de su reflejo. Es
por eso que la Historia oficial está viciada de irrealidad y solo debe servir a
cualquier investigador de linaje hiperbóreo cómo una mera referencia, pálido
reflejo de la verdad. -
La Historia, luego de que pasó por el “tratamiento
estratégico-sinárquico” de las pautas culturales del Judeocristianismo, es un
campo minado en el que cualquier incauto puede perderse y perecer. Su objetivo
embozado en provocar la confusión, el condicionamiento cultural del “hombre
moderno”; por eso nos dirá o nos inducirá a declarar que la civilización
ateniense era superior a la espartana, que la religión de Jesús-Cristo acabó
con el salvajismo de los cultos paganos, u otras patrañas semejantes.
Nos toca ahora referirnos nuevamente a las “Edades”
de la Historia oficial. Se hará evidente, luego de lo visto hasta aquí, que el
concepto moderno de “Edad” es solo un intervalo de tiempo arbitrario, señalado
en sus extremos por ciertos hechos eminentes para los historiadores, quienes,
indudablemente, están condicionados por premisas preeminentes (que son, en
definitiva, pautas sinárquicas asimiladas inconscientemente por ellos). Para
comprobarlo basta remitirnos, por ejemplo, al límite más próximo de la Edad
Media, notando que la caída de Constantinopla ha resultado eminente para la
mayoría de los “historiadores”, por sobre otros hechos contemporáneos entre los
cuales se destaca el invento de la imprenta, tal como dijimos.
Esta larga crítica ha de habernos mostrado
claramente que una “Edad”, de la Historia oficial, es un objeto cultural
concebido a partir de una mirada subjetiva de la Historia, limitado por hechos
eminentes que son deformaciones de los hechos verdaderos. Pero tal “Edad”, en
cuanto suma de hechos eminentes es un ejemplo extremo de un concepto que guarda
una relación distorsionada con la realidad concreta de los hechos históricos
que representa. Es por eso que el concepto moderno de “Edad” no posee casi
contenido; es una cáscara hueca que apenas alcanza a cubrir algunas mentiras
sinárquicas. Justamente nuestra tarea inmediata será dotar a la palabra “Edad”
de un nuevo contenido, que en verdad es su antiguo significado, pues más
adelante habremos de servirnos de ella para definir, o redefinir, el concepto
de “Kaly Yuga”.
G - Concepto arquetípico de “Edad”.
Contrariamente al criterio moderno el concepto que
disponían los antiguos sobre los períodos históricos no comenzaba por el hombre
sino por Dios. Por supuesto, en tanto se concebía a la Historia como una
sucesión cíclica de Eras que nacían y morían a semejanza de los ciclos vitales
de la naturaleza, no un Dios sino una multitud de Dioses coexistían,
pacíficamente o no, en el cielo de la Antigüedad. En verdad había un Dios para
cada Era, es decir, uno que predominaba sobre las restantes deidades y era
capaz de ejercer irresistiblemente su poder sobre el mundo y los hombres.
El período mayor era la “Edad” (o el Yuga) que
comprendía varias Eras o etapas humanas de características específicas y,
naturalmente, estaba presidida en toda su extensión cronológica por un Dios
superior cuya influencia, también cíclica, comenzaba y terminaba junto con la
Edad en cuestión. La duración de una Edad correspondía a la manifestación de un
Dios; cuando llegaba al fin de tal período el Dios se retiraba, no sin antes
sostener una dura lucha con la deidad sucesora, cesando desde entonces su
influencia.
Hoy en día es común la opinión de que “los Dioses
mueren cuando acaba su Era de predominio”, aduciéndose varias razones para
justificar la caída de la deidad: “los hombres le olvidaron”; o “el tal Dios”
no existía en absoluto; era un mito, y cuando “el progreso”, o “la evolución”, condujeron a los hombres por
el camino de la civilización, éstos “despertaron” y procedieron a reemplazar
sus falsas y supersticiosas convicciones por ideas racionalistas que explican
perfectamente el desenvolvimiento del Universo sin recurrir a ninguna
intervención divina”; etc. Contra esta opinión la Sabiduría Hiperbórea afirma
que una Era concluye cuando el Dios (o el
Mito) deja de manifestar su influencia sobre el
conjunto de los hombres. La Era Azteca concluye cuando los españoles reemplazan
el culto sangriento de los corazones palpitantes por la cruz de Jesús-Cristo;
pero es verdad también que Huitzilopochtli había abandonado a los aztecas mucho
antes, tal como la Princesa Papán le dijera a Moctezuma y tal cono él mismo
comprobara, dado que además de emperador era sumo sacerdote del culto al Dios
Colibrí.
La Historia nos informa que hubo Eras en el pasado
durante las cuales los hombres adoptaron creencias religiosas y estilos
culturales particulares. Puesto que toda Era está regida por un Dios cabe
preguntarse ¿qué ha sido de aquellas deidades cuya influencia fue dominante en
las Eras pasadas? La respuesta no es difícil pues la Historia también nos da
noticias sobre tal cuestión: a cada Era pasada la corresponde un mito del cual dan
cuenta la Tradición y los documentos. En algún momento de Roma reinó Marte y en
otro Júpiter; Gracia conoció Eras de Apolo y de Zeus; Egipto brilló fugazmente
bajo Amón y fue temido en las Eras de Osiris e Isis; Cartago se tornó audaz en
su Era de Moloch; etc.; por poner solo unos pocos ejemplos tomados de
civilizaciones recientes. En estos ejemplos, y en muchos otros que podrían
aportarse, se comprueba que la respuesta anterior es correcta: sabemos del Dios
de una Era pasada por los mitos y leyendas que han llegado hasta nuestros días. Hasta aquí la
respuesta que da la Historia. Nosotros agregaremos lo siguiente, y esto hay que
afirmarlo: los “mitos” SON EFECTIVAMENTE LA EXPRESION ACTUAL DE LOS ANTIGUOS
DIOSES DESVALORIZADOS. Pero estos “mitos” ¿qué relación guardan con los “mitos
interiores” que estudiamos en la Primera Parte, con esos símbolos arquetípicos
que representaban al Dios del ente? Para responder con claridad hemos de
suspender por un momento la definición del concepto arquetípico de Edad y
dedicarnos a dilucidar las diferencias y analogías que guardan los mitos internos y
externos.
En el mundo del Demiurgo, es decir, en el
macrocosmos, todo ente concreto está sostenido por uno o más arquetipos universales. Pero el ente, percibido por el pasú no es más que un momento del
proceso con que los Arquetipos se despliegan en la materia intentando alcanzar
la entelequia: su finalidad universal. Mas, aunque del ente solo se haya
captado una imagen fugaz, ello basta para que su designio se revele a la razón
y ésta conforme un esquema acorde con la suprafinalidad; la vivencia de tal
esquema, experimentada por el sujeto cultural sobre la estructura cultural, ha
de permitir la producción de una representación racional o consciente del ente,
según se vio en la Primera Parte. La representación consciente es una idea del
ente aprehensible por el sujeto consciente como “imagen y significado”; tal
significado ideal, por proceder la representación de un esquema notado en el
contexto de un lenguaje, es una proposición conceptual. En la fig. 21 se
representó este caso, donde el símbolo I corresponde a una
representación racional del concepto xx y el símbolo I’ a una
representación consciente, es decir, a una idea mentada sobre el ente cuyo
esquema era xx. En resumen: el símbolo I’ es una idea que emerge
en la esfera de luz frente al sujeto consciente como representación conceptual
del ente cuyo esquema es xx; el fundamento significativo de I’ está
propuesto en términos del lenguaje horizontal en cuyo contexto ha sido notado
el concepto xx del ente.
Ahora bien, el caso que refleja la fig. 21 es
general para toda representación consciente: I’ tanto puede representar
a un concepto habitual del ente como a un SIMBOLO SAGRADO, es decir, a la
representación de un mito, al Dios del ente. La diferencia ideal entre un símbolo habitual, no
sagrado, de un ente y un símbolo
sagrado radica en el nivel energético en el cual se
estabiliza su emergencia: la emergencia del símbolo habitual concluye en un
nivel υı, de baja energía, condición que permite al sujeto consciente
retenerlo frente a sí “volitivamente dominado”, evitando que durante la
apercepción intente desarrollar sobre él su proceso entelequial; el símbolo sagrado, por el
contrario, se estabiliza exactamente en el umbral de conciencia, vale decir, en
un nivel de máxima energía, condición que impide al sujeto consciente retenerlo
frente a sí para su apercepción: cuando un símbolo sagrado emerge sobre el
umbral de conciencia del pasú indefectiblemente el sujeto consciente resulta
volitivamente enervado y acaba siendo CAPTURADO e incorporado al proceso entelequial.
En la Primera Parte, en el artículo “El mito y el símbolo sagrado”, denominamos “mito”
al Dios del ente, vale decir, al Arquetipo invertido que se encuentra al
principio de la escala formativa del esquema o Relación. Justamente, por
hallarse en un extremo de la serie simbólica del esquema, solo puede ser notado
si el sujeto consciente accede a un plano de significación de máxima
oblicuidad: si ello sucede, el mito se manifiesta en la esfera de luz como “símbolo sagrado”. Se comprende,
entonces, que tales “mitos” son símbolos arquetípicos bien trabados en la
estructura del esquema y a los que no resulta fácil desencadenar: por eso se
dice que los “mitos” de la estructura cultural son normalmente PASIVOS, aunque,
si lograsen la autonomía; podrían disponer de una gran potencia activa y
tornarse dominantes del sujeto consciente. Estos “mitos” son, pues, con todo
rigor, “internos”, propios de los esquemas de entes de la estructura cultural.
Análogamente a los “mitos internos”, los mitos que “expresan a
los antiguos Dioses desvalorizados” son pasivos: están trabados en las
superestructuras de los hechos culturales, como “hechos históricos”, seres del
pasado, incapaces de manifestarse por sí mismos. Tales mitos son, con todo
rigor, “exteriores”, y representan por lo general a Dioses “muertos” o
desvalorizados. Por el contrario, se denomina Mito, o Mito exterior, a un
Dios dominante o activo.
Un mito exterior es, pues, la expresión desvalorizada de un antiguo Dios, de un Mito, su cadáver
simbólico. Mas los Dioses no mueren realmente sino que permanecen como
contenido inconsciente de la psique colectiva: si han “desaparecido”,
abandonando la actividad cultural, su invisibilidad obedece solo a que se han
incorporado al inconsciente colectivo de sus cultores perdiéndose de vista
momentánea o definitivamente. En este sentido los mitos exteriores son
análogos a los Arquetipos colectivos (invertidos), es decir, comunes a toda una
raza, cuyos caracteres son heredados en la memoria arquetípica y constituyen un
contenido inconsciente de la psique humana, vale decir, un contenido de la
esfera de sombra. Pero estos Arquetipos colectivos o mitos interiores,
según se explicó en el artículo citado, solo son pasivos mientras permanezcan
estructurados: si en algún momento alcanzan un comportamiento autónomo
dispondrán de potencia activa suficiente como para “resucitar” el Dios antiguo
que representan y convertirse en Mito. Tal “resurrección” puede ser “interior” o “exterior”; en el primer
caso ya estudiamos de qué manera el símbolo
sagrado intenta fagocitar al sujeto consciente y tomar el
control del microcosmos; en el segundo caso, si la “resurrección” del Dios se
expresa mediante un Mito exterior, ello podrá ocurrir por dos causas. En primer lugar, porque el
símbolo sagrado sea expresado exteriormente mediante un signo y así dado a conocer
culturalmente a una comunidad, la cual será, entonces, huésped de su actividad
psicoidea.
En segundo lugar existe la posibilidad de que el mito interior, sin ser
expresado afuera por el pasú igualmente desencadene la resurrección de un Mito exterior, de un Arquetipo psicoideo ¿cómo?
Respuesta: por causa de la participación metafísica que todo símbolo sagrado guarda con los Arquetipos universales del macrocosmos. ¿Dónde se efectúa el contacto entre ambos órdenes de
símbolos, es decir, entre el símbolo arquetípico del mito interior y el
Arquetipo universal del Mito exterior? Respuesta: Según se explicó en el comentario Décimo (página
207) existe un contacto trascendente entre el “inconsciente colectivo personal”
o “esfera de sombra profunda” y el “inconsciente colectivo universal” o “mundo astral profundo”: el
puente entre dichos mundos lo establecen los símbolos sagrados. Recordemos que
los símbolos sagrados emergen en el umbral de conciencia con máxima energía y
muestran al sujeto consciente solo una parte superficial de su complexión
sémica ya que el resto se encuentra sumergido en la esfera de sombra; “como un
madero que flota”, como un “iceberg”, dijimos alegóricamente del símbolo sagrado emergente. Pues
bien, es en la parte sumergida del símbolo
sagrado, en una región invisible para la mirada del sujeto
consciente en presente extensivo (S.P.E.), adonde se efectúa el contacto
trascendente: la esfera de sombra se conecta con el mundo astral por causa del símbolo sagrado y, debido a la
esencia arquetípica de éste, tal conexión se extiende al plano arquetípico.
Tras del símbolo sagrado, del mito interior, se encuentra EFECTIVAMENTE el Arquetipo universal, el Mito, pronto a
desplegarse de manera psicoidea sobre las superestructuras “que incluyen a un
universo de objetos culturales y a los hombres, pasúes o viryas perdidos, bajo
su forma cultural”. Por eso la revelación cultural del símbolo sagrado, mediante la
proyección de un signo representativo, es capaz de ocasionar el desenlace de un
Arquetipo psicoideo, de un Manú, de un Mito activo, cuyo proceso dará lugar a toda suerte de dramas colectivos,
desde una Edad histórica, de gran duración en el tiempo trascendente y compleja
trama, hasta breves comedias menores tales como el regicidio, la usurpación del
Poder, la traición, el triángulo amoroso, etc., cuyos argumentos son por todos
conocidos. Es, pues, por un contacto trascendente que ocurre en el inconsciente
profundo del hombre, en la esfera de sombra, “más allá” del umbral de
conciencia, que se efectúa la nivelación energética o igualación sémica que
hace de un mito un Mito, es decir, el acto por el cual un símbolo pasivo, el mito, se transforma en
un ser dominante, el Mito, que se alimenta con energía sustraída de la psique colectiva.
En resumen, los mitos están siempre
presentes en todos los pueblos y en todas las circunstancias. Su pasividad no
significa que hayan muerto pues podrían “resucitar” y tornarse nuevamente
Dioses, como de hecho ha ocurrido muchas veces, según sea la conveniencia del Demiurgo, ya que los
Dioses son, como ya se habrá notado, expresiones de sus Arquetipos psicoideos.
No entraremos a detallar el Plan del Demiurgo y a explicar la necesidad que tiene El de proyectar Arquetipos Manú
sobre la humanidad para dirigir la evolución de la vida y de la forma. Solo
agregaremos que un Manú, la “idea” de una raza, es el Arquetipo colectivo
psicoideo dominante, el Dios, de una Edad; pero un Manú, conviene no olvidarlo
nunca, es un desdoblamiento del propio Demiurgo, una “apariencia divina” carente de individualidad; si “parece” un Dios
es porque el período de su desenvolvimiento es demasiado extenso para que sea
apreciable por un espíritu encarnado, encadenado a un período vital incompatiblemente
corto; por último, un Manú se despliega en una Jerarquía de entes
intermediarios, quienes reciben la misión de llevar a delante ciertas partes
del Plan: estos entes, junto con algunos miembros de la evolución dévica y los
pasúes “evolucionados” o adeptos, integran la Jerarquía Blanca de los Siddhas
Traidores.
Valiéndonos de estos conceptos podemos ahora
regresar al planteo inicial y redefinir, en términos modernos de la Sabiduría
Hiperbórea, la antigua idea de la Edad. En el artículo ‗O‘ ya habíamos
adelantado las únicas pautas con las que el problema puede ser verdaderamente
resuelto, esto es, las pautas arquetípicas. Vimos allí que toda cultura externa
ocupa un “espacio” y transcurre en un “tiempo” característico: “espacio
cultural” es, “todo aquel lugar en el que sea posible efectuar alguna de estas
tres cocas: a) descubrir un ente designado, b) proyectar un signo, c) reconocer
un objeto”. El espacio real que cumple con alguno de tales requisitos constituye
el “universo” de los objetos culturales externos”. El “tiempo” de una cultura
externa, por otra parte, fue definido como “histórico”, siendo la Historia “la
proyección continua de la cultura externa sobre el tiempo trascendente”.
Finalmente, se delimitó el “hecho histórico”: “un suceso que se destaca
nítidamente en el continuo transcurrir de la Historia” y que “es análogo a la
manifestación de un relieve I (fig. 21) sobre el plano de significación
(STT) de la estructura cultural”. De esta analogía se desprende el
carácter arquetípico del hecho histórico y por eso su definición afirma que “todo
hecho histórico es la manifestación de un Arquetipo psicoideo, o Mito, en un espacio
cultural determinado”.
Extendiendo esta definición para un período histórico
adecuado e incluyendo lo que es obvio, es decir, al pasú, estaremos en
condiciones de aclarar el concepto de “Edad” desde el punto de vista
arquetípico y estructural. Decimos así: TODO HECHO HISTORICO ES LA
MANIFESTACION DE UN ARQUETIPO
PSICOIDEO, O MITO, MEDIANTE UNA SUPERESTRUCTURA, CUYOS MIEMBROS, HOMBRES Y OBJETOS
CULTURALES, EVOLUCIONAN EN CONJUNTO HACIA SU ENTELEQUIA. Todo hecho histórico,
entonces, expresa el PROCESO de un Arquetipo
psicoideo. Extendamos ahora la definición, yendo de menor a
mayor:
I - Cualquier circunstancia histórica es la manifestación de un Arquetipo psicoideo sobre la
humanidad, en el marco de una cultura externa.
II - Una ERA histórica es el período durante el cual se manifiesta el
proceso de un Dios sobre una comunidad cultural.
III — Una EDAD histórica es el periodo completo de manifestación de un
Arquetipo Manú sobre una comunidad cultural y racial, durante el cual ésta
evoluciona hacia su entelequia.
H - Hecho natural, hecho histórico y hecho cultural.
Las definiciones anteriores pueden provocar una
duda que aclararemos de inmediato. El interrogante sería el siguiente; si hemos
rechazado el concepto Moderno de “Edad” por considerarlo concebido
sinárquicamente a partir de premisas culturales preeminentes, ¿que sentido tiene
ahora revalorizar el concepto antiguo si el mismo expresa que “una Edad” es la duración de un Arquetipo Manú
encarnado por el Demiurgo? ¿no estamos nuevamente en terreno enemigo?: tales objeciones tienen
fundamento y por eso vale la pena aclarar que, si bien ambos conceptos de Edad
son insuficientes y sinárquicos, el antiguo, aunque haga referencia al Manú,
nos servirá para explicar el también antiguo concepto de “Kaly Yuga”; porque,
vale la pena afirmarlo, “Kaly Yuga” sí es una idea hiperbórea, sobre la cual se
han vertido montañas de opiniones confusas y a la que tendremos que redefinir
con el fin de revelar o aproximar a su Misterio y tornarla inteligible para una
mentalidad moderna.
La ventaja conceptual que suponen las definiciones “I
“, “II” y “III” con respecto a los dogmas de la Historiología oficial radica
fundamentalmente en que tales definiciones permiten enfrentarse al hecho
histórico considerado en su integridad ontológica mientras qué el mismo hecho,
descripto según , las pautas oficiales, resulta inevitablemente mutilado en sus
raíces metafísicas. Nos interesa que esta diferencia sea claramente advertida
antes de profundizar en el significado de Las definiciones “I “, “II” y “III” y
por eso vamos a señalar ahora la causa principal por la que las descripciones
oficiales del hecho histórico son insuficientes y parciales. Podemos adelantar
que dicha causa procede de la confusión entre “hecho histórico” y “hecho
natural”, pero, como tal confusión se debe a un caso típico de ceguera
gnoseológica, establecer la distinción entre ambos conceptos requerirá una
larga explicación.
Es presumible que el mayor error cometido por un
historiador sea el de no distinguir que un hecho histórico es categóricamente
distinto de uno que ocurriese por ejemplo en una selva remota, teniendo como
protagonistas a miembros del reino animal, tal como una escena de lucha entre
dos leones, la pelea, con todo el dramatismo que pueda entrañar para un
observador sensible, es un “hecho natural que ha sucedido con indiferencia por
la existencia humana y que se desarrolla a impulsos de una dinámica que le es
propia. El motor de esa dinámica no puede ser evidente para el hombre por ser
exclusivo del hecho natural, por estar circunscripto al ámbito de su
efectividad. Ni aun interviniendo en la escena se consigue más que perturbar
las fuerzas y que, en un esfuerzo por restablecer su desarrollo natural, la
dinámica del hecho reaccione contra la intromisión; puede ocurrir que los
leones se devoren al observador y luego prosigan con su combate o que éste
destruya con un arma a los protagonistas, o mil variantes intermedias, pero
jamás se logrará FORMAR PARTE de la escena; el hombre siempre será ajeno al
hecho natural y, por lo tanto, jamás podrá llegar a conocerlo totalmente.
Esta infranqueable barrera gnoseológica obliga a
que un hecho natural sea descripto a partir de la imagen que el hombre perciba
en su carácter de observador puro. Desde esa distancia es inevitable el trato
con apariencias o aspectos parciales del hecho y por eso es lícito, hasta
cierto puntó, agotar los esfuerzos metodológicos que conduzcan a una
descripción lo más completa posible del hecho natural. Es lo que hace, la
ciencia cuando se propone aumentar el conocimiento disponible sobre un
fenómeno: primero lo somete a observación, tratando de abarcar todos los
aspectos posibles, descomponiendo, inclusive, estos aspectos para llegar a su
constitución cualitativa y proceder a su DESCRIPCION si los sentidos resultan
insuficientes, es decir, si el fenómeno rebasa el marco sensorial, la “técnica”
permitirá diseñar los instrumentos que amplíen el marco espectral de
observación y alcancen aquellos límites más lejanos de la realidad del
fenómeno; finalmente se reúne toda la información obtenida y se la interpreta
elaborando una teoría, la cual, dado el proceso de desintegración a que se
sometió el fenómeno y teniendo en cuenta que gran parte del mismo ha de haber
escapado a la observación, será siempre impotente para presentar una
explicación integral, que permita comprender el fenómeno en su totalidad. Por
supuesto, en una civilización donde la ciencia procede de este modo hombre y
fenómeno constituyen realidades opuestas. Y aunque aquél consiga obtener tanto
conocimiento de éste como para elaborar teorías, y aunque éstas resulten
suficientes para desarrollar tecnologías, la brecha gnoseológica no solo
continúa abierta, tal como estaba cuando el fenómeno se sometió a observación
por primera vez, sino que amenaza con ser cada vez mayor debido al dogmatismo
con que se afirman las mentadas teorías sin tener en, cuenta sus errores y
desviaciones. Pero ése, es otro problema.
Los fenómenos, o los hechos naturales son
investigados con el mismo método científico y descriptos en teorías que, según
hemos visto, son insuficientes para abarcar su realidad completa. Por este
motivo, de un hecho cultural, solo podemos conocer algunos aspectos parciales,
su apariencia, y no hay razón para preocuparse demasiado por ello. Pero
distinto es el caso del hecho histórico en el cual el hombre no solo participa
como protagonista sino que, fundamentalmente, constituye su soporte concreto.
Así el hombre no es “ajeno” y por eso no es lícito que emplee el mismo método
con el cual observa los hechos naturales para contemplar una realidad en la
cual él se halla inserto como actor inmediato. Si tal cosa se hace, y de hecho “se
hace” en la historiografía oficial, significa que se ha tomado una falsa
distancia con la ilusión de convertir en “objeto” bajo observación un hecho del
cual se es inevitable sujeto. Pero si la teoría de un hecho natural consigue
las más de las veces desviarnos de la verdad del hecho que trata de explicar,
la teoría de un hecho histórico, elaborada sin atender a estas objeciones,
puede conducirnos a las antípodas de su verdad. Podremos comprobar esta última
sospecha profundizando ahora, en este sentido, nuestras conclusiones expuestas
en el artículo “E” sobre las “Edades” de la Historia oficial.
En primer lugar en una “Edad” oficial se describen
los hechos históricos, destacados de acuerdo con la eminencia que hayan tenido
para el historiador, presentándolos como acontecimientos accidentales cuya
única determinación, si se sugiere alguna, obedece a causas puramente físicas.
Si un hecho histórico guarda alguna relación con otro se afirma que su nexo
consiste en ciertas “variables dinámicas” (la economía, la lucha de clases, la
religión, la guerra, el “movimiento dialéctico”, etc.), completamente
exteriores e inconsistentes para justificar por sí mismas la génesis y
evolución del hecho. Se ignora aquí, como en el caso de las investigaciones
científicas de fenómenos, la relación estructural que guarda el aspecto
descripto con el resto de los elementos que integran la totalidad del hecho. La
Historia oficial, al afirmarse sobre algunos elementos particulares de dicha
estructura (la variable tal o cual), solo puede exponer aspectos parciales de
los hechos verdaderos, imágenes aparentes tras las cuales se oculta la verdad
de lo acontecido. Al operar de ese modo, un hecho histórico o una Era, nos son
presentados desde su lado más evidente (la apariencia), o sea más grosero y
material, afirmando como causas eficientes de su determinación algunas de las
famosas “variables dinámicas” lo que solo puede hacerse a costa de cercenar las
extensiones metafísicas que posee todo hecho histórico de acuerdo a la
definición “I”. Veamos un ejemplo de esta obcecación racionalista: de nada ha
valido que el mismo Alejandro Magno declarara que iniciaba la conquista del
mundo por consejo de Zeus; para el “historiador” moderno Alejandro, miembro de
la ESPECIE humana y de la CIVILIZACION griega, perteneció a la CLASE de los
militares, al GENERO de los conquistadores y al GRUPO de los creyentes; Zeus,
por otra parte, es tan solo una deidad que integra el CONJUNTO de los mitos griegos. Si
reflexionamos sobre la actitud “científica” adoptada al presentar un hecho
histórico clasificado “por partes” comprobaremos que el mismo ha sido tomado
como “objeto de observación” y por lo tanto confundido con un “hecho natural”,
tal como un eclipse o la migración anual de las golondrinas, es decir, con
sucesos de cuyas determinaciones el hombre está absolutamente excluido. Sigamos
los pasos que ha dado el “historiador” moderno. Primero se encuadra un hecho de
la vida de Alejandro Magno, (su decisión de conquistar el mundo a instancias de
Zeus) en la categoría de los “casus belli, casus dementiae” es decir, “acto de
guerra, acto de locura”; luego se procede a desintegrarlo separando sus partes
a las que se clasificará una por una de acuerdo a pautas taxológicas,
encasillándolas en conjuntos, clases, grupos, etc.; finalmente se reconstruye
el hecho en base a aquellas partes que el criterio oficial considera más
importantes o representativas (se elabora una auténtica teoría) y se presenta
al publico para su consuno. Tal como anunciamos se comprueba que luego de la
operación historiográfica solo se nos muestra un aspecto parcial del fenómeno;
pero este aspecto es el más mísero: porque describe al hecho desconectado de su
motor metafísico, Zeus, quien en eL: siglo IV A.C. era un arquetipo dominante,
un Dios, y no un mero “mito”.
Hemos demostrado, así, la insuficiencia de los
métodos modernos, racionalistas, aplicados a la interpretación del hecho
histórico y hemos denunciado el error que se comete al proceder a desintegrarlo
analíticamente y a integrarlo por síntesis racional: la investigación del hecho
histórico se encara del mismo modo objetivo con que se tratan los hechos
naturales.
Pero el hecho histórico no es, como los hechos
naturales, la presencia objetiva de un proceso evolutivo a cuyo
desenvolvimiento el hombre solo puede asistir en calidad de observador. En el
hecho histórico, aún en aquéllos que hayan ocurrido hace miles de años, el
hombre, de cualquier época, es siempre “sujeto” PORQUE EL HECHO HISTORICO ES,
ANTE TODO, UN HECHO CULTURAL. Esta identidad es tremendamente importante pues
fundamenta la superioridad de las definiciones “I”, “lI” y “III” sobre el
concepto moderno de “Edad” basado en el análisis racional de los hechos
históricos.
Este “análisis racional”, consistente en
descomponer los fenómenos en aspectos eminentes para luego “comprenderlos” en
una teoría, no es propio del pasú. Observemos que, según se estudió en la
Primera Parte, la razón pura opera sobre el designio de los entes sin
descomponerlos en ningún momento: la primera operación “descubre” el designio y
la segunda operación lo “interpreta” conformando el esquema; mas tal
interpretación no es analítica sino sintética pues surge de la “aplicación” del
designio sobre la memoria arquetípica. El llamado “análisis racional” no es
efectuado por el “sujeto racional” o “razón” sino por el sujeto cultural EN la
estructura cultural, operando con premisas culturales y principios matemáticos,
elaborando “modelos” culturales de los entes que solo son “conceptos”, es
decir, aspectos del esquema o verdad de los entes. Al “análisis racional”
cabría denominarlo, pues, más propiamente como “análisis cultural”. Y este “análisis
cultural”, que en esta época se ha impuesto como método cognoscitivo riguroso,
no es, repetimos, propio del pasú SINO DEL VIRYA PERDIDO.
Es a partir de la mutación genética producida por
la “clave genética” de los Siddhas Traidores que se abre la posibilidad de una
interpretación equivocada y ANTINATURAL de la realidad. El pasú podía, en
verdad, interpretar un designio de manera deficiente o primitiva, pero tal
aprehensión del ente jamás podría ser “antinatural”, opuesta al sentido
evolutivo y progresivo de los procesos entelequiales arquetípicos. Solo la
intervención de los Espíritus Hiperbóreos encadenados, por la “hostilidad
esencial” que de una manera o de otra siempre se manifiesta sobre el Yo
perdido, introdujo LA DUDA SOBRE EL ENTE, la desconfianza sobré su verdad; vale
decir, en el Yo perdido todo virya siempre existe un reflejo luciférico del
Espíritu que acaba dudando del ente y sometiéndolo al “análisis cultural”. Pero
el Espíritu encadenado es necesario para acelerar la evolución de la esfera de
conciencia del pasú, para cumplir con la finalidad impuesta por el Demiurgo al hombre de ser
postor de sentido en el mundo, creador de culturas exteriores. Siendo imposible impedir, en esta evolución, la
tendencia analítica impuesta por el Espíritu al alma del pasú, los Siddhas
Traidores planificaron una Estrategia dirigida a mantener al hombre en la
confusión CUANDO ALGUN TIPO DE RACIONALISMO LUCIFERICO LE LLEVASE A
DUDAR DE LOS ARQUETIPOS O DIOSES Y LE ACERCASE PELIGROSAMENTE A LA VERDAD SOBRE
SU ORIGEN ETERNO Y EXTRATERRESTRE: de allí que la Sabiduría Hiperbórea afirme
que “la cultura es un arma estratégica” para la Sinarquía.
Como efecto estratégico negativo para el Espíritu,
tal como explicamos en los artículos I, J, K, L,
del inciso “El virya despierto”, se debe considerar al “modelo cultural”,
intermediario entre el Yo perdido y el mundo exterior. Y el “análisis racional”
(o cultural), las doctrinas sinárquicas, y el modelo cultural construido con
tal análisis y en base a tales doctrinas, son la causa del error que estamos
advirtiendo en la interpretación oficial del hecho histórico.
Recordemos la conclusión 7 de la alegoría el”Yo
prisionero”, es decir, el Yo del virya perdido, que estudiamos en la Primera
Parte.
- 7-
c - La “prisión” es análoga a la “estructura
cultural”.
También: ciertas partes de la “prisión”, murallas,
fosos, puentes, etc., son análogos a ciertas partes de la “estructura cultural”,
esto es, las “premisas culturales preeminentes”.
Comentario -Téngase presente que, en la alegoría,
tanto los “guardianes” como la “prisión” son intermediarios entre el prisionero
y el mundo exterior. Pero los “guardianes” son intermediarios “dinámicos”
(análogamente a la “razón” en el virya perdido) en tanto que la “prisión” es
intermediario “estático” (análogamente a la “estructura cultural” en el virya
perdido).
Por otra parte, en la conclusión 8, se afirmaba lo
siguiente:
- 8 -
c - El “mundo exterior” más allá de la prisión es
análogo al “mundo exterior” más allá de la “estructura cultural” que sujeta al “Yo”
en el virya perdido.
De estas conclusiones analógicas se desprende la
siguiente definición: La “cultura interior”, o “modelo, cultural”, es un “mundo
intermediario” entre el Yo perdido y la realidad exterior. Pero dicho “mundo”
rodea de tal manera al yo perdido que, salvo remontarse hasta el SELBST, todos
los caminos hacia la realidad exterior deben atravesarlo inevitablemente; el
modelo cultural verdaderamente “aprisiona al Yo perdido dentro de las fronteras
de su entorno. Por otra parte, cuando el Yo perdido, que está sumido en el
sujeto consciente, apercibe una representación, es decir, se flexiona “hacia”
el objeto mental, ocurre de inmediato el “efecto enmascaramiento”: la razón, el
sujeto racional, reacciona frente a la apercepción “como si fuese una
interrogación” y responde mediante una interpretación racional, analítica, de
la representación, la cual se superpone y confunde con ella.
La razón, como una sombra, sigue al Yo perdido en
todos sus movimientos e intenta formalizar lógicamente su actividad;
análogamente a los guardianes de la prisión ella es una intermediaria entre el
yo perdido y el mundo exterior. Pero, según la conclusión 7, la razón es “intermediaria
dinámica”, en tanto que la estructura cultural es “Intermediaria estática”. La
conciencia, al estar orientada hacia el mundo exterior por la mecánica del
proceso cognoscitivo racional, se sitúa en un mundo intermediario al que
llamamos “cultura interior” donde todos los objetos de conocimiento están
construidos lógicamente y son una mera aproximación racional de los objetos
reales que representan. La manera de librarse del yugo de la razón no consiste
en “evitar todo movimiento psíquico” con el fin de eludir la respuesta
racional, tal como proponen los sistemas contemplativos, sino en quitar la
atención del mundo exterior y reorientarla hacia un nuevo centro, desde el cual
el conocimiento se obtenga directamente del objeto, por revelación gnóstica. La
Sabiduría Hiperbórea afirma que “la interrogación es el peor error estratégico
del virya” y recomienda emplear en su reemplazo el principio gnóstico: “conocer
es recordar”; quien interroga habilita a la razón para que lo confunda con su
respuesta engañosa, en cambio, quien dispone el espíritu para recordar, puede
llegar a saberlo todo por revelación inmediata dado que la verdad YA ESTA EN SI
MISMO.
La estructura cultural se halla inmersa en lo
inconsciente, como contenido de la esfera de sombra. Las representaciones
conscientes, ideas con imagen y significado, emanan de la estructura cultural
como efecto de la actividad racional y cultural, y emergen hacia la conciencia
donde se enfrentan al Yo perdido. Estas ideas poseen un significado codificado
conceptualmente en un lenguaje habitual, el cual es conciencializado como
proposición racional o aserción. Todo objeto ideal, representación consciente o
fantasía, resulta finalmente “propuesta” en algún lenguaje conceptual como
consecuencia de las flexiones del Yo, quedando el significado descompuesto
analíticamente: el objeto ideal pasa a ser, así, una reconstrucción racional
fundada en las premisas culturales preeminentes del “modelo cultural”.
El “modelo cultural” puede ser considerado como el
conjunto de premisas culturales con, que el sujeto cultural traduce la
estructura cultural a un mismo lenguaje habitual: el modelo cultural es,
entonces, un conjunto de conceptos-tajada notados en un mismo plano de
significación o contexto lingüístico. Recordemos que todo lenguaje “es la
posibilidad de construir un sistema” y que la estructura habitual, donde están
registrados los sistemas simples, aserciones simples, asomas matemáticos, etc.,
es capaz de expandirse sobre cualquier esquema de la estructura cultural y
traducirlo según su modalidad lingüística. Es así que, en potencia, el modelo
cultural está presente en todo momento de la existencia del Yo perdido pues, a
partir de unas pocas aserciones simples, el sujeto, cultural es capaz de
reconstruir cualquier esquema complejo y proponer su significado. (La
cárcel-laberinto que sujeta al Yo perdido adquiere proporciones gigantescas,
que dejan bien atrás la prisión de la alegoría, considerando las infinitas
aserciones en que se puede conformar una Cultura.) Sin embargo el hombre rara
vez sospecha el enorme edificio sobre el que se desplaza su conciencia cuando
recorre un trayecto determinado por la razón como fórmula para conocer una
cosa, trayecto que, por otra parte, es vivenciado como el conocimiento mismo de
la cosa o confundido con la cosa en sí.
En el artículo “C” definimos una “cultura, interna”,
estática e individual, y una “cultura externa”, dinámica y colectiva. Para la
Sabiduría Hiperbórea, que es una ciencia noológica, solo es verdadera cultura
la “cultura interior”. Esta concepción está basada en un punto de vista
mágico-guerrero para el cual el mundo exterior es “Maya”, la ilusión de lo
real. La “cultura interior”, sustentada por la estructura cultural del
microcosmos, ciertamente también pertenece a la ilusión de Maya: pero en un
grado menor. De este modo, partiendo. de una valoración eticonoológica cuyos
fundamentos serán expuestos más adelante, la Sabiduría Hiperbórea que, EN la
ilusión, la cultura interna posee una existencia de grado superior a la cultura
externa: por eso su importancia estratégica como objeto de control, tanto para
la Sinarquía como para los Siddhas Leales. La “cultura externa”, tal como se la define aquí, como una
superestructura sostenida y animada por un Arquetipo psicoideo, solo
existe para el pasú y el virya perdido, QUIENES NO PUEDE EVITAR SER INTEGRADOS
EN ELLA. Porque toda “cultura externa” solo existe POR los hombres que la crean
poniendo sentido en los entes y permitiendo que el Arquetipo psicoideo se
manifieste. Sin el “hombre”, pasú o virya perdido, no existen objetos
culturales y sin objetos culturales y hombres no hay cultura; sin el hombre no
hay manifestación del arquetipo
psicoideo, es decir, no hay Manifestación del Demiurgo, ni Evolución
para su Conciencia del Sentido del Mundo.
No está de más repetir que los objetos culturales,
aun aquéllos producidos por el hombre tales como un tenedor o una ciudad, no
significan nada fuera de él y que si la humanidad desapareciese todos los
objetos que utiliza el hombre dejarían de ser culturales. Por eso resulta
ridículo distinguir entre culturas “muertas” o “vivas” al referirse a los
rastros exteriores que dejan las comunidades humanas en su paso por la Historia
(o la Prehistoria), como gustan llamar pomposamente los intelectuales a la
época en que el hombre poseía pureza sanguínea y no escribía). Hay una sola
cultura y es estructural, estática e interior; y existen objetos culturales
exteriores, utilitarios o estéticos, que tienen un significado para el hombre
que los produce y emplea y que quizá tengan otro sentido para los hombres
futuros que los encuentren y observen. Pero el conjunto de todos los objetos
culturales de una comunidad humana no constituyen su cultura, no “viven” ni “mueren”;
acompañan a esta mientras exista y varían si ella evoluciona o permanecen
estables si la comunidad se estanca o muere. Por sí mismos los objetos no dicen
nada y por eso cuando un arqueólogo desentierra una aldea, de una comunidad
desconocida, debe destinar parte de su propia estructura cultural para
reproducir INTERIORMENTE la cultura de los hombres que la habitaron. Y esta
reproducción, de acuerdo a la distancia que guarde con sus propias premisas
culturales, puede o no modificar las aserciones estructuradas de su cultura. No
olvidemos que en el contacto transcultural entre pueblos diferentes ocurren
modificaciones recíprocas como Grecia-Roma, España-México, etc. Así es que una
cantidad de objetos culturales enterrados jamás puede ser una “cultura muerta”
si los hombres se ocupan de ellos. Y tampoco pueden ser tratados como “objetos
de observación”, a la manera de los “objetos naturales”, pretendiendo
desligarse de su sentido humano; sentido que ha sido restituido de algún modo
desde el momento que se ha fijado la atención en ellos. Por el mismo motivo no
es posible objetivar un hecho histórico recurriendo al artificio de declarar
que pertenece al pasado y por eso no nos incluye como sujetos, puesto que los
caminos que recorre el sujeto en la estructura cultural para comprender el
hecho hacen de éste una vivencia actual que nos afecta y condiciona. Puede ser
que una insuficiente comprensión del hecho histórico cambie su sentido
original, su verdad; es algo que ocurrirá indefectiblemente, en alguna medida,
debido a la influencia de las premisas cultura preeminentes; pero el hecho
histórico siempre nos afectará en su carácter de “hecho cultural”, de factura
humana, y como tal nos involucrará como sujetos de su trama desde el mismo
momento que reflexionemos en él, Volveremos sobre el doble carácter de hecho “histórico”
y “cultural”.
Debemos destacar, por último, que el proceso
cognoscitivo-racional que hemos expuesto hasta aquí impide la aprehensión
completa de cualquier hecho natural o fenómeno dado que, del mismo, el Yo
perdido solo obtendrá una reconstrucción cultural o sea: una síntesis racional.
En la mayor parte de los casos el proceso se desarrolla inconscientemente y no
se advierte que el Yo perdido está tratando con imágenes sintéticas,
conformadas arquetípicamente por las aserciones de la estructura cultural, que
solo guardan una relativa semejanza con el objeto de referencia. Pero cuando se
intenta “investigar” un hecho natural, por ejemplo: un fenómeno, entonces las
dificultades saltan a la vista y se torna evidente la insuficiencia racional.
Parte de estas dificultades ya han sido consideradas; ahora completamos el
concepto.
La razón “conoce” por un proceso dialéctico; sus
medios son: el análisis y la síntesis, o sea: la descomposición y la
reconstrucción del objeto bajo observación. Por muchos motivos, que sería largo
expresar aquí, entre los que se cuentan la insuficiencia sensorial y un
deficiente desarrollo biológico de la memoria arquetípica, LA RAZON ACTUA CON
MAYOR PRECISION EN LA DESCOMPOSICION QUE EN LA RECOMPOSICION. Ya hemos
criticado la descripción cualitativa y la hemos calificado como insuficiente
para aprehender la verdad del objeto concreto en cuanto totalidad, es decir, su
ser. Consideremos ahora la más precisa descripción posible de un fenómeno que
ES dable efectuar por medios racionales. Teóricamente se puede describir
completamente un fenómeno, desde el punto de vista físico matemático,
estableciendo un sistema de ecuaciones diferenciales tal que cada ecuación
contenga una variable principal ligada algebraicamente a todas las otras
variables y exprese “el comportamiento” en el tiempo de una magnitud principal
en función de todas las otras magnitudes. (Este ejemplo puede ser discutido
pero ello no le quita su mérito didáctico, importante aquí, ya que deseamos
mostrar con claridad la insuficiencia del método cognoscitivo racional, y
tratamos de hacerlo brevemente. No ignorarnos la objeción de Heisenberg
(incertidumbre) ni otras por el estilo, las que no obstante pueden salvarse
empleando matemáticas discretas). Pero, tal como dijimos, es más fácil
desintegrar que integrar: no hay manera de integrar todas las ecuaciones
diferenciales que describen un fenómeno y reducirlas a UNA SOLA FORMULA que
permite acceder a una visión completa del mismo. Lo más que se logra es ordenar
las ecuaciones EN UNA ESTRUCTURA ALGEBRAICA que no es ni más ni menos que la
FORMA ABSTRACTA DE LA ESTRUCTURA CULTURAL del fenómeno o sea: una estructura cultural
(o subestructura) representativa del fenómeno en la que las aserciones han sido
reemplazadas por variables matemáticas y las premisas culturales preeminentes
por ecuaciones diferenciales. El problema es que nadie puede contener en su
estructura cultural una estructura matemática de infinitas ecuaciones
diferenciales: ¡y este sistema se necesita para describir UN SOLO PENONENO! Ni
los más grandes matemáticos han logrado otra cosa que intuir, en raros y
fugaces éxtasis, la representación de algunas estructuras matemáticas de menor
complejidad a la que hemos considerado.
Se comprueba así la impotencia de todo método
racional como vía para conocer la realidad: si no es posible aprehender un
fenómeno, ni aún transformado en una estructura matemática equivalente, ¡cuánto
menos se logrará cuando se parte de unas pocas cualidades para reconstruir el
objeto origina! Pero, lo que es peor, el método analítico suele emplearse para
algo más que para investigar fenómenos: en efecto, tal corno lo denunciamos oportunamente
no se suele distinguir un hecho histórico de un hecho natural y por lo tanto se
pretende “investigar” al hecho histórico, racionalmente, separando sus partes
por análisis y luego sintetizando “a piacere” los sucesos pasados para
presentar una trama intencionada y a menudo falsa del hecho real. Y esta
actitud es la mayor aberración, ahora podemos entenderlo, puesto que el hecho
histórico es también un hecho cultural, es decir, un objeto exterior
ESENCIALMENTE ESTRUCTURADO, contra el cual no es posible emplear las
herramientas del análisis y de la síntesis para comprender su realidad. -
Todo objeto cultural es parte de la estructura
cultural y, en un grado menor, también una estructura. No ocurre lo mismo con
los objetos naturales, de los cuales se nos escapa su génesis y su proceso, y
sobre los que muchas veces no resulta claro decidir si su forma está sostenida
por una estructura u otro tipo de organización o si, tal vez, su materia no
posee organización alguna. En tales objetos es posible aplicar con cierto éxito
el método racional, tal como lo demuestra la ciencia empírica de occidente, y
extraer conocimiento. Pero un objeto cultural es esencialmente una estructura y
como tal no admite en ningún caso la descomposición de su arquitectura.
En una estructura cada elemento es interdependiente
con los otros miembros y con la totalidad. Por eso no es posible, como sería la
pretensión del análisis racional, considerar la parte separada del todo: por el
contrario, en la estructura, el todo condiciona a la parte y determina su
función. Un objeto cultural, en tanto que estructura, es una totalidad
solamente aprehensible como tal. Pero tal aprehensión es perfectamente posible,
a diferencia de lo que ocurre con la estructura fisicomatemática de un
fenómeno, porque todo objeto cultural procede de la estructura cultural, es
decir de la psique humana.
Todo objeto cultural es, en este sentido, un
proyecto matemático porque ha sido proyectado, ya estructurado, en el mundo
desde la estructura cultural y, al igual que ésta, construido con aserciones
simples y compuestas o sea: con principios matemáticos. Es así que los objetos
culturales, si son reconocidos como tales en el mundo, pueden ser aprehendidos
estructuralmente luego de su introyección; pero si, por el contrario, se
intenta descomponerlos analíticamente solo se logrará destruir las estructuras
y con ello ignorar definitivamente sus funciones.
Ahora bien; un hecho histórico es,
gnoseológicamente, un hecho cultural: el hecho cultural “par exellence” (Se
puede considerar al hecho histórico como un hecho cultural “pasado”).
Protagonizado por los miembros de una comunidad, involucra en su trama no solo
al universo de objetos culturales exteriores sino también al prójimo. El hecho
histórico, en su carácter de hecho cultural, es, entonces, esencialmente
estructural.
Ya dijimos que el método analítico es insuficiente
para aportar conocimiento cierto de un objeto cultural exterior por su
condición de estructura y que el mismo debe ser aprehendido directamente en la
estructura cultural, la cual es interior: pertenece a la esfera psíquica. Esto
quiere decir que, si bien la aprehensión se realiza con referencia al objeto
cultural en sí, la estructura cultural aporta a la conciencia una imagen
conformada con prescindencia material de la exterioridad del objeto. Un objeto
así aprehendido es esencialmente estructural, por ser cultural, y de ningún
modo ha sido dividido por la razón. ¿Ocurre lo mismo con una estructura que se
compone de una colección de objetos culturales exteriores: el hecho histórico,
por ejemplo, en cuanto hecho cultural?
Ante todo veamos qué clase de estructura es el
hecho cultural estableciendo, para ello, una relación de analogía con la
estructura cultural, Comencemos por denominar SUPERESTRUCTURA a la estructura
del hecho cultural y consideremos que los “elementos” miembros de la misma
consisten en objetos culturales exteriores. El prójimo, en ella, resulta
efectivamente estructurado en calidad de objeto cultural exterior. La
superestructura viene a ser así puramente fáctica y compuesta de objetos
culturales que cumplen un rol equivalente al de las aserciones sistemáticas de
la estructura cultural.
Pero entre la estructura cultural y la
superestructura del hecho cultural no hay oposición sino integración. En
efecto, hay dos motivos para ello: por una parte la superestructura sobrepasa
la capacidad cognoscitiva del hombre en cuanto le incluye como miembro de su
contexto, y, por otra, posee la suficiente potencia como para captar a la
estructura cultural de cualquier individuo e integrarla en su propia
existencia.
En otras palabras: el hombre, si es protagonista
inconsciente, actúa como objeto exterior participando del desenvolvimiento del
hecho cultural; pero en cuanto intenta conocer, y dirige su atención a la
estructura de los objetos culturales exteriores, sino a la superestructura del
hecho, entonces la estructura cultural queda enfrentada a la superestructura y
la mayor potencia de esta atrapa a aquélla “exteriorizándola” también y
convirtiéndola en sujeto activo de su drama.
Es imposible, pues, conocer la forma verdadera de
una superestructura y no por limitaciones de la indagación racional
precisamente. Pero “la forma” que soporta una superestructura es el “hecho
cultural” propiamente dicho, al que, y esto lo afirmamos nuevamente, no será
posible aprehender COMO OBJETO DE CONOCIMIENTO.
Al hecho cultural no es posible aprehenderlo antes
de ser aprehendido por él; no es posible tornarlo por objeto antes de que él
nos incluya como sujetos de su drama. Por eso no tiene sentido distinguir “temporalmente”
a los hechos culturales por el grado de potencia que poseen para actuar sobre
nosotros y suponer que los hechos pasados, es decir históricos, son pasivos y,
por lo tanto, susceptibles de ser tomados como objetos de estudio o “investigación”.
Todo hecho histórico es actual para quien fija su atención en él, o sea: para
quien enfrente su estructura cultural a la superestructura del hecho.
Hemos dicho que la superestructura del hecho
histórico posee mayor potencia que la estructura cultural del observador y que
por eso aquella es siempre actual para ésta, atrapándole en calidad de sujeto
de su drama. Se puede preguntar, entonces, ¿de dónde le viene, a una
organización externa, “del mundo”, esa potencia tremenda, capaz de integrar al
hombre en su propio proceso?: DE LOS ARQUETIPOS COLECTIVOS PSICOIDEOS.
Respuesta que nos remite a las definiciones “I”, “II
y “III” a las que ampliaremos luego de considerar los comentarios hechos hasta
aquí.
I - La superestructura del hecho cultural.
En el tomo quinto, cuyo contenido consiste en el
inciso “Superestructura y Registros culturales”, se realiza un estudio profundo
y sistemático de las superestructuras. El presente artículo, que trata sobre
aspectos generales de las superestructuras, para complementar los conceptos
recientemente definidos de “cultura exterior”, “Edad”, “hecho histórico”, “hecho
cultural”, etc., puede considerarse como una introducción al mencionado tomo.
Hagamos, pues, un resumen de las principales conclusiones obtenidas en los
artículos anteriores. En el artículo “F” demostramos la manera arbitraria con
que la Historiografía moderna emplea el vocablo “Edad”, al cual se lo ha
vaciado de contenido para que sirva al solo efecto de señalar los intervalos de
tiempo en que se divide la Historia oficial. En el artículo “G” declaramos la
intención de restituir a “Edad” su antiguo sentido y, para ello, adoptamos una
actitud crítica hacia la “mentalidad racionalista”, culpable de la mayoría de
los errores que se cometen cuando se intenta conocer la verdad de un hecho
histórico. Comenzamos recordando que en la remota antigüedad el concepto de
Edad no partía del hombre sino de Dios. Pero enseguida aclaramos que los “Dioses”
antiguos, hoy recordados como mitos, son en realidad Arquetipos exteriores (Psicoideos), es decir,
dominantes en ciertas épocas para actuar SOBRE LOS HOMBRES Y SU MEDIO AMBIENTE.
Luego postulamos tres definiciones (I, II, y III) de las cuales, la primera,
decía: “cualquier circunstancia histórica es la manifestación de un Arquetipo psicoideo sobre la
humanidad, en el marco de una cultura externa.
Para comprender en toda su profundidad estas
definiciones decidimos demostrar que habitualmente se confunde el “hecho
histórico” con el “hecho cultural”, del cual el hombre es ajeno: no es posible,
dijimos, tomar el “hecho histórico” como un mero “hecho natural” y hacerlo “objeto”
de investigación ¿porqué? porque el hecho histórico incluye al hombre en su
forma como soporte concreto y no solo le impide ser “ajeno” (como respecto al
hecho natural) sino que se manifiesta “siempre actual” para su atención,
independientemente del tiempo cronológico en que tal hecho haya ocurrido.
Finalmente retornamos a la identidad “hecho
histórico - hecho cultural”, pero comprobando ahora que el hecho cultural es
ESENCIALMENTE ESTRUCTURADO, con lo cual lo es también el hecho histórico. Pero
el hecho cultural es fáctico e incluye en su estructura a los objetos
culturales exteriores y a los hombres que logre integrar su potencia; es, con
toda razón, una “superestructura”. Por eso preguntábamos: ¿de dónde le viene la
potencia que posee, a una superestructura “exterior”, propia del “mundo”? Y
obtuvimos la respuesta: de los Arquetipos colectivos psicoideos. Vamos ahora a
ampliar esta respuesta recurriendo a la comparación analógica entre la
estructura cultural y la superestructura.
En la Primera Parte, en el artículo “El mito y el símbolo sagrado”, vimos que,
cuando se produce la emergencia del símbolo
sagrado, del mito interior, frente al Yo perdido, aquél “intentará desplegar su proceso
sobre él, involucrándolo como actor y no como mero espectador”. Ello ocurre
porque el símbolo sagrado está referido al sujeto consciente, que es guíen sostiene a la
fantasía; y porque su extensión metafísica, su participación de los Arquetipos universales, le asegura suficiente potencia como para anestesiar al sujeto
consciente y fagocitarlo. Si el sujeto carece de suficiente energía volitiva
como para suprimir la retención el símbolo
sagrado, éste, cual verdadero Arquetipo, lo CAPTURARÁ y lo
hará objeto de su manifestación, intentando desarrollarse hasta alcanzar la
entelequia. En resumen, LA EMERGENCIA DE UN SIMBOLO SAGRADO EN LA CONCIENCIA
TIENDE A ENAJENAR LA ATENCION DEL YO PERDIDO DURANTE TODO SU PROCESO.
Este proceso es análogo a la emergencia de un Arquetipo psicoideo en el
mundo exterior, en la esfera de Sentido del Mundo del Demiurgo, acontecimiento
que se denomina “hecho cultural”. Sintéticamente: la emergencia del símbolo sagrado en la estructura
psíquica del pasú es análogo al hecho cultural en el mundo exterior. Y, del
mismo modo que el símbolo sagrado “tiende a enajenar la atención del Yo perdido durante todo su proceso”,
el Arquetipo psicoideo intentará capturar e integrar al observador exterior en la
superestructura del hecho cultural. El hecho cultural, desde luego, es la “forma”
que contiene a una superestructura de objetos culturales y hombres.
El Arquetipo de la estructura cultural, o mito interior, posee “potencia
pasiva” y, para emerger, necesita energía adicional, la cual es aportada por la
razón como respuesta a la reflexión del Yo perdido; por causa de la razón el
Arquetipo resulta “desenganchado” de la estructura sémica del designio, tal
como se explicó en la Primera Parte. Análogamente, el Arquetipo psicoideo del plano
arquetípico, o Mito, también dispone solo de “potencia pasiva” y requiere, para su
manifestación, de energía adicional, la cual es aportada desde el “inconsciente
colectivo universal”, es decir, desde el “plano astral profundo” (región
B, fig. 39), por toda la comunidad cultural. Es la acción de la comunidad, al
disponer como objeto cultural colectivo un signo que representa al símbolo sagrado, quien provoca su
manifestación y lo “desengancha” del Plan Cósmico en el que se hallaba
estructurado.
Cuando un Arquetipo
psicoideo se actualiza en una superestructura ésta no
permanece quieta sino que, por el contrario, se muestra animada de determinado
movimiento. La forma, o sea: el hecho cultural, evoluciona hacia su máxima
perfección, que es asimismo el mayor acercamiento posible a la “forma
arquetípica”; por eso llamamos “entelequia” a la “forma final”, que es el
Arquetipo mismo, hacia donde tiende la evolución del hecho. Pero la forma se
halla sostenida por la superestructura, de manera que es en ella, en cada uno
de sus elementos: objetos culturales y comunidad humana, que se desarrolla y
concreta el Arquetipo psicoideo.
En esta evolución el Arquetipo pone en juego una
cantidad enorme de energía, que constituye la “reserva” misma de la comunidad
(energía tomada del “alma colectiva”) y que es transformada y canalizada en la
superestructura.
Se entiende ahora porqué afirmábamos que la “mayor
potencia” de la superestructura era capaz de captar a la estructura cultural de
un observador e integrarla a su propia existencia. La energía que impulsa el
desarrollo del hecho cultural es de un grado superior al humano, es decir, al
del hombre individual, porque su origen es colectivo, procede de esa “mayor
potencia” que posee la superestructura. El hecho cultural evoluciona hacia su
entelequia pero progresando instante tras instante en distintas realidades
concretas. Si un hombre “no participa” del hecho cultural, hipótesis imposible
tal como veremos, y se enfrenta a su realidad tomándola por objeto de
conocimiento, intentará reducir racionalmente a la realidad concreta
abstrayendo ciertas cualidades eminentes. Ya explicamos que no se puede
aprehender a una superestructura, ni a ninguna estructura, empleando el método
analítico-racional, yendo de lo concreto a lo abstracto. Pero el problema aquí
no es que el hombre, “observador” objetivo de la superestructura, obtenga un
concepto erróneo de la misma sino que, por ese mismo acto de observar, se
convierta en un elemento más de la superestructura, a través del cual se
canalice el impulso evolutivo del Arquetipo
psicoideo.
El hecho cultural se está desarrollando impulsado
por una gran potencia, LO NOTE O NO EL OBSERVADOR, y en esa marcha hacia la
entelequia la superestructura TOMA LO NECESARIO PARA SU PERFECCION Y RECHAZA
AQUELLO QUE LE ES INUTIL U OPUESTO. Salvo el caso del virya despierto, qué será
rechazado por su oposición, todos los hombres SON NECESARIOS para la evolución
del hecho en tanto participen del mismo. Pero ser “observador” es ya
participar, en calidad de testigo, y por eso toda la potencia de la
superestructura se concentrará para conseguir su integración. Ello no es
difícil pues al “observar” (el hecho cultural) quedan enfrentadas la estructura
cultural” del observador y la superestructura, produciéndose lo que la
Estrategia Psicosocial denomina “CAPTURA”, es decir, la integración al proceso
evolutivo del hecho cultural.
Naturalmente, en un hecho cultural, participan
inconscientemente uno o varios hombres, que son en definitiva de quienes se
nutre el Arquetipo psicoideo para desplegarse; aquí no vamos a tratar el caso multitudinario de la
superestructura por que el mismo se estudia con mucho detalle en nuestra obra “Tratado
de Estrategia Psicosocial de la , dentro de la teoría de los fenómenos
gregarios, y porque el caso del “observador” capturado por la superestructura
es altamente didáctico para demostrar la falacia de considerar a la “cultura
exterior” como “objeto de conocimiento”: como veremos en el tomo quinto, la única
manera de obtener conocimiento “cierto” de una cultura exterior es consultando
los Registros culturales, para lo cual es menester disponer de la FACULTAD DE
ANAMNESIA; una facultad propia de los Iniciados Hiperbóreos que la Orden de
Caballeros Tirodal enseña a desarrollar. El concepto de Registro cultural se
explica en los tomos cuarto y quinto.
¿Por qué se produce, pues, la captura? Respuesta:
porque cuando la “razón” del observador explora a la superestructura descubre
en ésta a sus propias proyecciones, es decir, “ve” en el mundo exterior cosas
de su mundo interior (inconsciente). Pero estas proyecciones no ocurren
accidentalmente sino QUE SON BUSCADAS por el Arquetipo psicoideo
disponiendo adecuadamente a la superestructura para recibir las imágenes
convenientes. Si el observador cree ver que el hecho cultural se desarrolla
según sus propios procesos interiores se integrará voluntariamente al proceso
exterior o, lo que es lo mismo, debilitará su voluntad de oposición. Nos
preguntaremos ¿cómo es posible que el observador vea aquello que conviene a la
evolución del Arquetipo psicoideo y no otra cosa? y trataremos de explicarlo mediante una figura
metafórica. Imaginemos un mosaico en el que se hallan dispuestas, una junto a
otra, sin orden, las imágenes de todas las personas que hemos conocido en
nuestra vida. Sería, sin dudas, un cuadro enorme, supongamos de unos mil metros
cuadrados. lmaginemos, nuevamente, que tan enorme mosaico se encuentra
verticalmente parado a nuestra espalda y que no podemos volvernos para verle.
Solo nos queda el recurso de utilizar un pequeño espejo, el que nos devolverá
una porción del mosaico por ser éste demasiado grande y estar nosotros
demasiado cerca. Bien, dispuestas así las cosas, nos bastará con MODIFICAR LA
POSICION DEL ESPEJO para obtener el reflejo de cada uno de los rostros del
mosaico. Pero entre tantas personas representadas allí, hay algunas que amamos,
otras que odiarnos, otras que nos odian o aman, aquéllas que nos despiertan
piedad o rencor, etc.; es decir, las personas que hemos conocido en nuestra
vida no son solo recuerdos, sino que, asociada a su imagen, existe una carga
afectiva que es patentizada por la evocación. Por eso al mover el espejito
vemos un rostro que nos hace sonreír y luego otro al que no queremos recordar,
y un tercero por el que derramamos una lágrima, y luego, quizá, volvemos a
aquél que nos alegró y nos detengamos largo tiempo en él, o, si aun no lo hemos
hallado, moveremos el espejito y recorreremos el mosaico BUSCANDO el rostro más
querido.
Dentro nuestro siempre hay cosas que queremos ver,
sentir o hacer y otras que tratamos de negar u ocultar. Para atraparnos no hace
falta más que enfrentarnos al reflejo de nuestros propios deseos. Los
Arquetipos psicoideos “orientan” a las superestructuras (como si fuesen el
espejo de la metáfora) para que reflejen aquello que nosotros inconscientemente
deseamos ver (el proceso de nuestros propios Arquetipos interiores) ante lo
cual (como ante los rostros que nos arrancaban sonrisas y amor) nos quedaremos
LARGO TIEMPO ATRAPADOS.
La metáfora nos ha mostrado de qué manera se INICIA
la captura: una realidad ORIENTADA a reflejar las expectativas interiores y las
proyecciones efectivas del observador; posteriormente: la atracción de las
ilusiones exteriores que creemos descubrir realizadas en el hecho cultural. Se
trata, bien que lo miremos de una auténtica violación de la intimidad psíquica
del observador y de su posterior sumisión al proceso evolutivo de la
superestructura, es decir, al Gran Engaño, a Maya: “la ilusión”. Por eso
decíamos, páginas atrás, que “la mayor potencia” de la superestructura captaba
a la estructura cultural y la integraba a su proceso “EXTERIORIZANDOLA”.
Una vez que el hombre ha sido incorporado, al
proceso exterior, el Arquetipo psicoideo se nutrirá de su propia energía y determinará su comportamiento dentro
de los límites formales del hecho cultural.
¿Qué posibilidades tiene el hombre de evitar la
captura? Muy pocas. En el estado de virya perdido es muy improbable que logre
escapar a los procesos arquetípicos de que se compone la realidad del mundo
exterior. Por eso los Siddhas tratan de despertar la Minne, la memoria de la
sangre, induciendo la Canción de A-mort, y procuran, por distintos medios
estratégicos, destruir las superestructuras que incluyen a los linajes
hiperbóreos en sus procesos evolutivos. Para el Iniciado Hiperbóreo el proceso
de los Arquetipos psicoideos tiene un nombre específico: DRAMA; y su perfección
final, su entelequia, es percibida como una CATÁSTROFE. Los viryas perdidos que
participan de un hecho cultural lo hacen en calidad de actores de un drama cuyo
argumento es desconocido y trascendente. Con otras palabras: la forma del Arquetipo psicoideo, cuya
manifestación concreta es la superestructura de los hechos culturales,
constituye un “ARGUMENTO DRAMÁTICO”.
Ya dijimos, reiteradas veces, que no es posible
poner bajo observación objetiva a los hechos culturales sin correr el riesgo
cierto de ser atrapados e integrados al proceso de la superestructura que lo sostiene.
Ahora podemos agregar, dado que hemos calificado al proceso de “dramático”, que
“en el hecho cultural se desarrolla un drama del cual no es posible ser
espectador”.
En efecto: el Arquetipo se desarrolla en la
superestructura y su potencia apunta a la entelequia del hecho cultural, es
decir, a la catástrofe; en ese proceso “toma lo necesario para alcanzar su
perfección” incorporando al drama a todo aquél que se encuentre en “RELACION
CULTURAL” con la superestructura, o sea: a todo aquél que “conozca” a los
objetos culturales de la superestructura por identificación con aserciones de
su propia estructura cultural. Este concepto permite definir un “radio de
acción” o esfera de influencia del Arquetipo
psicoideo a partir de los dos elementos básicos de que se
compone la superestructura del hecho cultural: los “objetos culturales y el “hombre”
(virya perdido). Allí adonde sea reconocido un “objeto cultural” será siempre
un plano de acción para el Arquetipo
psicoideo, quien incorporara al observador como actor de su
drama: conformando una “superestructura” y formando un “hecho cultural”.
Vemos, entonces, que para el proceso de un Arquetipo psicoideo hay
prescindencia temporal: solo se requieren objetos culturales y sujetos
culturizantes, es decir, hombres provistos de una “estructura cultural para
quienes los objetos mencionados sean identificables. De aquí que los hechos
pasados puedan volver a repetirse, tomándose “actuales”, desde el mismo momento
en que se establece una “relación cultural” con un observador, es decir, con
alguien que padece la ilusión de que un hecho cultural puede ser objeto de su
observación. Un hecho histórico, o sea: un hecho cultural pasado, será siempre
potente para incorporar a un hombre como sujeto de un drama. Siendo así ¿de dónde
procede la potencia necesaria para ello?
Hemos dicho que en una superestructura, capaz de “capturar”
a un hombre e incorporarlo a su proceso, la potencia proviene del Arquetipo psicoideo hacia cuya
entelequia evoluciona. Pero una superestructura es fáctica, concreta en cada
momento de su desenvolvimiento; la potencia que da actualidad al hecho cultural
se advierte claramente en el cambio dramático que se manifiesta en el prójimo,
actor inconsciente (como nosotros mismos) de un argumento trascendente e inaprensible.
Esa potencia prodigiosa, que se desarrolla de manera irresistible como “fuerza
del destino” o “dirección del drama de la vida”, es aceptable que proceda de un
Arquetipo psicoideo “dominante” en el momento presente ya que podemos comprobarlo en la “dinámica
del hecho cultural”, de “este” hecho cultural en el que estamos incluidos en
calidad de sujetos activos. Pero, de un hecho pasado, no se advierte con mucha
evidencia cómo puede haber potencia suficiente en un Arquetipo psicoideo “desvalorizado”,
transformado en “mito”, para capturar a un observador e incorporarlo en su
drama. Sin embargo se trata de una ilusión producida por la excesiva
dependencia a la temporalidad del mundo exterior, por la sincronización de los
relojes biológicos del microcosmos con el tiempo del macrocosmos, que se
traduce en una artificiosa exaltación del “presente” como soporte temporal de
la conciencia: de allí que el Yo perdido sea siempre “conciencia presente”. En
realidad un Arquetipo psicoideo que fue dominante en el pasado, y cuyo proceso dio lugar a un hecho
histórico, no se ha desvanecido en la nada, solo porque haya alcanzado la
entelequia UNA VEZ en la Historia: pensar eso sería como suponer que esa planta
de maíz, cuya germinación y crecimiento hemos observado, no podrá volver a
repetirse luego de que se ha agotado el proceso evolutivo. Pero sabemos que no
es así y que, en la naturaleza, la vida se repite siguiendo el ciclo del
proceso formativo. En este sentido los Arquetipos psicoideos de una
superestructura no difieren de aquéllos que sostienen las formas naturales y
tanto unos como otros intentan CICLICAMENTE manifestar su proceso y evolucionar
hacia la concreción de la entelequia.
Un Arquetipo
psicoideo nunca muere. Si “desaparece” de la vista (es
decir: de la conciencia colectiva) ello puede deberse a dos causas: o continúa
actuando efectivamente pero a nivel inconsciente, o realmente ha perdido
efectividad para actuar; esto último significa que permanecer en el plano
arquetípico hasta el momento en que una comunidad humana lo vitalice y se
incorpore a su proceso. Pero un Arquetipo
psicoideo “dormido”, un mito, es un germen que
procura desarrollarse en todo tiempo y por eso no es posible la contemplación
del hecho histórico, para “estudiarlo y conocerlo” objetivamente, pues
inmediatamente nos incorpora como sujetos de su drama. Claro que esta captura
no significa que el hecho histórico volverá a repetirse IGUAL que en el momento
pasado en que ocurrió; para ello haría falta qué nada hubiese cambiado, por
ejemplo, que estuviesen allí todos los objetos culturales y el mismo clímax de
aquel hecho que estamos evocando. No es así como se manifiesta un Arquetipo psicoideo. De la
misma manera como ningún grano de maíz es igual al otro, pero no por eso dejan
de ser maíces, las formas que adquieren los hechos producidos por un mismo
Arquetipo, en distintas épocas históricas, admiten un cierto grado de
variación, no esencial ni estructural sino formal. La relación cognoscitiva
entablada con el Arquetipo psicoideo de un hecho histórico, a cuando no alcance para que éste se desarrolle
totalmente, ES SUFICIENTE, sin embargo para que SE DESARROLLE EN ALGUNA MEDIDA.
Y ese desarrollo, esa potencia que comienza a fluir en nosotros al “comprender”
la trama dramática del hecho histórico, implica la captura e inclusión en una
superestructura, del mismo modo que si hubiésemos observado un hecho cultural
aparentemente “más actual” o “presente”.
J - El doble origen de la “Edad de Oro”.
Podernos retomar ahora las definiciones I, II y III.
Aplicando los conceptos vistos hasta aquí se entiende mejor qué queríamos decir
con: I - “cualquier circunstancia histórica es la manifestación de un Arquetipo psicoideo sobre la
humanidad, en el marco de una cultura externa”. Podríamos agregar también “El
hecho histórico es la forma concreta que adquiere una superestructura de
hombres y objetos culturales durante su evolución hacia la entelequia del Arquetipo psicoideo”. Una Edad
Histórica es así, no un simple período de tiempo entre hechos eminentes, tal
como lo quiere la Historia oficial, sino “el proceso evolutivo del Arquetipo
Manú”. Este Arquetipo psicoideo, que actúa sobre toda la humanidad, tarda miles de años en
desarrollarse y es la verdadera “fuerza de la Historia”, la dinámica última de
todo hecho cultural. Bajo su enorme manto se cobijan otros órdenes menores de
Arquetipos colectivos. Tales Arquetipos pueden manifestarse en diversos hechos,
pero TODOS LOS HECHOS guardan entre sí una relación estructural llamada
MACROESTRUCTURA, EDAD, o YUGA; la macroestructura (de todos los hechos
culturales) es una forma concreta del Arquetipo Manú.
Es tan potente ese Arquetipo que el comienzo y el
fin de su proceso va acompañado de tremendas modificaciones en la superficie
terrestre y de un “salto evolutivo” en las humanidades que la pueblan. Esto
significa que hay una influencia TELURICA de los Arquetipos psicoideos en
relación con la evolución humana. Empero, esa relación recién se definirá en el
tomo decimosegundo, cuando se expliquen los conceptos de “micro clima” e “isla
psicoidea”, sin los cuales no es posible comprender el efecto GEOCRONICO que la
Tierra ejerce sobre los distintos grupos étnicos y él por qué de las antiguas
migraciones estratégicas de los hombres de cromagnón. Cuando expusimos el .método
de la clave genética”, empleado por los Siddhas Traidores para favorecer el
encadenamiento espiritual, dijimos que “ella se basa en el maithuna entre un
miembro de la especie humana, del cual van a descender pueblos y naciones, con
un Siddha Traidor encarnado en un cuerpo actualizado del Arquetipo Manú”. Esta
afirmación se refiere exclusivamente al método empleado por los Siddhas
Traidores para “ajustar”genflicamente a las distintas razas: para ello
precipitan la entelequia de un Arquetipo humano y, encarnándose momentáneamente
en ese cuerpo TYPO, se entregan a copular con miembros de la raza que se
pretende “evolucionar”, tarea por lo que siempre han demostrado sentir especial
predilección”: pues bien, en los tomos sexto, séptimo, octavo y decimotercero,
se suministrará la información suficiente para que este concepto sea claramente
comprendido por los Elegidos.
Desde luego, no podemos desarrollar aquí un esquema
de la Jerarquía Planetaria y Solar por la extensión del texto que ello nos
demandaría y porque nuestro objetivo es exponer la Sabiduría Hiperbórea, es
decir, la ciencia gnóstica que descubre para el Espíritu cautivo la manera de
liberarse de las cadenas materiales, y no perder tiempo en comentar la infame
obra del Demiurgo. Pero vale la pena recordar que la Tierra forma parte de una “cadena
evolutiva” al igual que los otros planetas del sistema solar, estando todos
incluidos en un Plan de Evolución (Colosal Arquetipo) concebido por el Demiurgo Solar o Logos
Solar. Sin embargo, en estos artículos, al referirnos al Demiurgo generalmente lo
hacemos pensando en el Logos Planetario o Sanat Kumara. De él dependen los
Manú: el “Manú simiente” que es la “idea” de la Tierra con sus siete reinos, a
los que impulsa evolutivamente en su desarrollo. Luego está el Manú raíz, que
es el Arquetipo de una humanidad, incluidas sus razas y subrazas. También hay
Arquetipos Manú de una “raza raíz”, etc.
Como ya hemos dicho muchas veces, los Demonios de
la Jerarquía pretenden que la “evolución”, de acuerdo al Plan, produce un
innegable progreso en los “egos encarnados”. El cumplimiento de las pautas
arquetípicas es una verdadera entelequia y, por eso, todo hombre que haya
pasado un cierto número de encarnaciones, sometido a las leyes Kármicas, debe
trascender el nivel humano y pasar al “súperhumano” o adeptado, es decir, a
formar parte de la Jerarquía. Tal como veremos más a delante, la Estrategia
sinárquica apunta a valorizar el futuro y a oscurecer el pasado; dicho
objetivo, que en muchos casos se trasunta en actitudes aparentemente vanas y
superficiales, tiene en verdad hondas raíces metafísicas: en el futuro están
las entelequias de todos los Arquetipos y, por consiguiente, la perfección
humana “por evolución hacia un Arquetipo Manú.
Sin embargo, contra esta idea, desde remotas épocas
se opuso el concepto de que, conforme pasaban las Edades, el hombre
involucionaba y caía cada vez más en el fango de la materia. Para quienes así
opinaban la vida constituía un “drama” y el futuro una “catástrofe”.
Es fácil advertir que semejante concepto procede de
la Sabiduría Hiperbórea y que no es simplemente una “idea contraria” al Plan de
Evolución, sino el producto de percibir gnósticamente, con la sangre, la
tragedia de los Espíritus encadenados a la evolución de los Arquetipos psicoideos.
Tal percepción corresponde a una intuición del origen divino del espíritu y a
la certeza de que todo tiempo posterior representa una decadencia; la pérdida
de un estado de divinidad primordial.
Este concepto de “caída” espiritual y “pérdida” de
la divinidad es netamente hiperbóreo y muy antiguo. Pero, con el correr de los
milenios, dicho concepto se tomó exotérico y dio lugar a distintas figuras mitológicas en las
cuales se reconoce claramente, no obstante, a la antigua percepción del Origen
primordial. La principal de estas figuras es la de “Edad de Oro” adonde el “Espíritu
Eterno” ha sido humanizado y se lo ha imaginado habitando un Paraíso o Edén.
Pero aún así, con todo lo exotérico que esta imagen presente se trata del
antiguo concepto hiperbóreo y como tal debe ser reconocido. Posteriores
degradaciones concibieron cuatro “Edades”, cada una más decadente que la
anterior, tal como puede leerse en los principales clásicos griegos (Homero,
Hesíodo, etc.). El poeta romano Ovidio, que vivió en una época tardía (43 A.C.
- 17 D.C.), recogió de la tradición griega lo siguiente:
IV LAS CUATRO EDADES
“La primera de todas fue la EDAD DE ORO, la cual
sin coacción, sin ley, practicaba por sí misma la fe y la justicia. Se ignoraba
el castigo y el miedo, y no se veían grabadas en público, en bronce, para ser
leídas, palabras amenazadoras y la multitud suplicante no temblaba ante la
presencia de su juez, sino que estaba segura sin defensor. Todavía no había
sido cortado el pino en sus montañas y no había descendido a la líquida llanura
para visitar un mundo extranjero y los mortales no habían conocido otros
litorales que los de su país.
Todavía no circundaban las ciudades los profundos
fosos; no había largas trompetas, ni cuernos de bronce curvado, ni cascos, ni
espadas; sin necesidad de soldados, las naciones pasaban seguras sus ocios
agradables. La misma tierra, libre de toda carga, no hendida por el azadón ni
herida por el arado, daba por sí misma de todo; y contentos de los alimentos
que producía sin que nada la obligara, los hombres recogían los madroños,
fresas silvestres, frutos del cornejo, moras que se adherían a las zarzas
espinosas y bellotas que habían caído del copudo árbol de Júpiter. La primavera
era eterna y los apacibles Céfiros acariciaban con sus tibios soplos a las
flores nacidas sin semilla. También la tierra, que no había sido labrada,
producía mieses y el campo sin ser cultivado se cubría de grávidas espigas;
manaban ya ríos de leche, ya ríos de néctar y de la verde encina iba
destilándose la dorada miel”.
“Después de que el mundo estuvo bajo el gobierno de
Júpiter una vez que Saturno fue enviado al tenebroso Tártaro, llegó la EDAD DE
PLATA, inferior a la de Oro, pero mayor que la del amarillento bronce. Júpiter
acortó el tiempo de la antigua primavera y, por medio del invierno, el verano,
el inconstante otoño y la acortada primavera, dividió el año en cuatro
estaciones. Entonces, por vez primera, abrasó el aire impregnado de fuego y el
hielo, endurecido por los vientos, quedó en suspenso. Entonces, por primera
vez, los hombres entraron en sus casas; esas casas fueron unas grutas de espeso
follaje y ramas entrelazadas con cortezas. Fue también entonces cuando las
semillas de Ceres se introdujeron en los largos surcos y los bueyes gimieron bajo
el peso del yugo”.
“Después de ésta, llegó la tercera, la EDAD DE
BRONCE, más feroz en sus condiciones naturales y más pronta a los terribles
combates, no siendo, sin embargo, perversa”.
“La última fue la que tuvo la dureza del hierro; en
esta Era de un metal tan vil apareció toda clase de crímenes; huyeron el pudor,
la verdad y la buena fe y ocuparon su lugar el fraude, la perfidia, la
traición, la violencia y la pasión desenfrenada de las riquezas. El marino
entregaba las velas a los vientos que aún no conocía suficientemente y las
maderas de los navíos, que durante tiempo habían estado en las alturas de los
montes, se lanzaron a las aguas desconocidas y el canto agrimensor señaló
límites largos a la tierra, antes común, como la luz del sol y los aires. Y no
solo se exigía a la fecunda tierra las cosechas y alimentos debidos, sino que
se penetró en sus entrañas y se arrancaron los tesoros que excitaban todos los
males, que ella había sepultado y había ocultado en la sombra de la Estigia. Y
ya había aparecido el dañino hierro y el oro, mucho más dañino que el hierro;
aparece la guerra, que lucha con cada uno de los dos, y con su mano
ensangrentada agita las resonantes armas. Se vive de la rapiña; el anfitrión no
está seguro del huésped ni el suegro de su yerno; también es rara la concordia
entre los hermanos. El esposo trama la perdición de la esposa y ésta la de su
marido; las terribles madrastras mezclan los insidiosos venenos; el hijo, antes
de tiempo, se informa sobre la edad del padre. Yace por el suelo la piedad
vencida y la doncella Astrea, la última de los inmortales, abandona la tierra
empapada en sangre”.
En este relato de Ovidio, y en otros similares, se
ha querido ver el recuerdo de la prehistoria humana y la confirmación de las
glaciaciones lo que no está del todo desacertado. Pero, bajo el manto de mitos y leyendas, se
advierte nítidamente el concepto apuntado: al principio una Edad de Oro, que es
una idea degradada del “Origen”, y luego tres “Edades”, de Plata, de Bronce y
de Hierro, en las cuales el hombre acentúa cada vez más su decadencia
espiritual. Y este concepto, subyacente bajo la cáscara del mito, es netamente
hiperbóreo, tal como dijimos.
En la
india, tan
castigada culturalmente por los “Maestros
de Sabiduría” de Chang Shambalá, se ha dado una solución a la caída evidente de la humanidad en el
materialismo mediante la incorporación de las cuatro edades en sus eternos
ciclos de retorno. Las “Edades” son SATYA YUGA (Edad de Oro), TRETA YUGA (de
Plata), DVAPARA YUGA (de bronce) y KALY YUGA (de Hierro); claro que estos
cuatro” YUGAS” o “EDADES” forman un CHATUR YUGA, el cual vuelve a repetirse
eternamente en los distintos manvantaras o períodos de manifestación del Demiurgo. La “caída” está aquí justificada para facilitar nuevos “ascensos”
Kármicos dentro del siniestro Plan de Evolución, el cual tiene su expresión concreta en los Manúes o Arquetipos
psicoideos. Pero se trata solo de una maniobra
cultural de los Maestros de Chang Shambalá, quienes han sembrado la confusión en las tradiciones hiperbóreas de
los antiguos arios: la “caída” es verdadera y no existe ninguna persona que haya sobrevivido a las “noches”
que siguen a los “Días de Manifestación”, sean Yugas o manvantaras, cuando el Demiurgo, cual monstruo
horripilante, reabsorbe en su sustancia a la famosa “creación material”.
Para nosotros tendrá particular importancia el
concepto de Kaly Yuga, equivalente esotérico de la Edad de Hierro egea, al que
vamos a exponer, en el tomo decimosegundo de acuerdo a la Sabiduría Hiperbórea.
Solo agregaremos, aquí, dos palabras sobre la “Edad de Oro”.
Según dijimos, la “Edad de Oro” es una figura
exotérica, fundada sobre la percepción del Origen hiperbóreo del espíritu. Pero
quizá convenga aclarar por qué en las distintas civilizaciones siempre aparece
vinculado con dicha imitación del “Origen”, que es una idea trascendente, la
imagen del “paraíso terrenal”, que es una idea inmanente. Por ejemplo, en la
Epopeya de Gilgamesh se describe un paraíso habitado por Enkidu; y lo mismo es “el
jardín de las Hespérides” o “los Campos Eliseos” en los mitos griegos; para no
citar la Biblia o a Aryana Vaiji, el paraíso de los parsis, etc. Aquí debe
adoptarse el siguiente criterio hiperbóreo: 1º. “la caída” del hombre
primordial, y todos los mitos que aludan a ella, se refieren de manera distorsionada al
encadenamiento del Espíritu Eterno a la materia; su cautividad y esclavitud a
la obra del Demiurgo. Hay, entonces, una referencia velada al “Origen”.
2º. El “paraíso terrenal” ES UN RECUERDO DEL PASU.
En efecto: cuando los Siddhas ingresan al Sistema Solar encuentran en la Tierra
a un homínido, antepasado del pasú, que era todo lo, que el Demiurgo y sus devas
habían podido lograr luego de millones de años de “despliegue evolutivo” del
Manú. Pero esta criatura miserable, que quizá por eso no evolucionaba, se
hallaba, en un verdadero “paraíso”, disfrutando feliz y al cuidado de los
Devas. Luego de la Traición de los Siddhas, por causa de la clave genética, los
pasúes comenzaron a “evolucionar” más de prisa debido al aporte del linaje
hiperbóreo y a la cautividad de los Espíritus venidos de Venus. Sin embargo en
sus memorias genéticas se conservó el recuerdo de aquella Era de completa
felicidad y total idiotez. Según afirmábamos anteriormente “el Espíritu
Hiperbóreo es necesario en los Planes del Demiurgo porque es hacedor
de cultura”: basta observar la riqueza cualitativa y formal de los mitos de la Edad de
Oro para comprobarlo. En tales híbridos culturales las imágenes primitivas,
animales, del pasú, se han visto transformadas hasta adoptar una forma “mítica”,
es decir, arquetípica gracias a su “adaptación” a las pautas superiores de la
Raza Hiperbórea. Solo así puede haber “evolución”; cuando una. estructura
cultural es capaz de contener aserciones (símbolos) que hagan posible el
proceso de los Arquetipos psicoideos. En los “mitos” de la Edad de Oro, mejor
que en ningún otro, podrá comprobarse ese doble contenido, que es la base de “la
cultura” (y la prueba de la Traición de los Siddhas de la Faz Tenebrosa): un
recuerdo genético del pasú (el “paraíso terrenal”) y un recuerdo de sangre del
espíritu hiperbóreo (el “Origen divino”); su”combinación” da los distintos mitos sobre la Edad de
Oro.
K - La situación actual del virya perdido.
En la Primera Parte estudiamos el doble objetivo de
la finalidad del pasú: el “microcósmico” apunta a desarrollar la esfera de
conciencia del pasú pues con ello se asegura “el objetivo macrocósmico”, el
cual se propone “poner sentido en los entes”, producir culturas que conserven
el sentido óntico”. Con referencia al objetivo microcósmico, avanzamos bastante
en la descripción de la esfera de conciencia y del sujeto consciente, y
demostramos que el Yo perdido es ajeno al pasú, que su presencia en la entraña
de la conciencia obedece al encadenamiento del Espíritu. Expusimos así qué es
un pasú y qué es un virya perdido, y mostramos cómo éste, por su confusión
estratégica, se entrega habitualmente a cumplir con el objetivo microcósmico de
la finalidad del pasú. Sobre el objetivo macrocósmico, no obstante habernos
referido a él constantemente no adelantamos gran cosa en su dilucidación por
carecer de los conceptos microcósmicos complementarios, necesarios para
plantear debidamente el problema. Pero tales conceptos han sido en gran medida
definidos en este inciso, a menudo mediante la aplicación del método
comparativo entre micro y macrocosmos. Estamos ahora, pues, en aptitudes de
situar al virya perdido en el mundo exterior, de comprobar su comportamiento en
el seno de culturas hechas a la medida del objetivo macrocósmico de la
finalidad del pasú. Y esta posibilidad es importante porque tales son las “determinaciones
inmediatas” que condicionan al virya perdido en su actualidad mundana: del seno
de esas culturas, del corazón de una sociedad sinarquizada y judaizada, ha de
partir el virya perdido en busca de su liberación espiritual. Por eso “el
despertar” que aquí proponemos, basado en “un cambio permanente de actitud del
Yo perdido”, es decir, en un “cambio interior”, requiere también para que sea
efectivo, una correspondiente “actitud exterior”; actitud que solo podrá
adoptarse si se comprende cabalmente el objetivo macrocósmico, si se aprecia
con exactitud “la situación actual del virya perdido”, es decir, hablando un
lenguaje franco, “si el virya perdido entiende en qué está metido”. Entre los “viryas
perdidos”, debe luego, se encuentran los
Elegidos de la Orden de Caballeros Tirodal.
Para evaluar en términos generales la situación
actual de un virya perdido hay que considerar que el mismo se halla
habitualmente integrado en varias superestructuras: esta consideración es
siempre válida salvo el caso en el cual el virya participa de una Mística
racial. La principal es la SUPERESPRUCTURA DEL HECHO FAMILIAR de la que casi
nadie escapa; en el tomo noveno se expondrá un
método individual, denominado Prueba de Familia, que permite evaluar a cada uno el grado de dependencia que lo liga al
Arquetipo familiar y le indica si se encuentra en aptitud de optar por una vía tántrica de liberación.
Aparte de, con seguridad, ésta, el virya perdido
puede estar integrado en muchas otras superestructuras de hechos culturales, a
las que deberá observar y comprender para desencadenarse o evitar la captura.
Naturalmente, el virya perdido es escéptico, cree ser libre, y niega o
desconoce la existencia de las superestructuras: por eso aceptar su existencia,
aunque solo se cuente con una intuición, es ya un primer paso gnóstico. Y es
importante entender esto: quien acepta la existencia de las superestructuras, y
lucha .por comprenderlas y evitar ser capturado por ellas, EN REALIDAD SE ESTA
LIBERANDO DEL KARMA. En verdad las superestructuras constituyen la trama
dramática del Karma: LA INTEGRACION DEL VIRYA EN UNA SUPERESTRUCTURA COMPENSA
DRAMATÍCAMENTE, EN EL ACTO, CIERTOS DESEQUILIBRIOS ARQUETIPICOS CAUSADOS POR
HECHOS PASADOS; TAL COMPENSACION ENERGETICA, QUE ES VIVENCIADA COMO DRAMATICA,
SE DENOMINA “KARMICA”. Es la “reacción” del mundo exterior, mediante su captura
e integración dramática en una superestructura por una “acción” pasada
protagonizada por el virya.
De allí que la verdadera libertad, la autonomía
óntica, se obtenga solo al aceptar la existencia de las superestructuras y no
al negarlas presuntuosamente o ignorarlas. Mas, quien no solo acepta también
conoce y estudia a las superestructuras va en camino seguro de convertirse en
virya despierto pues tal comprensión le obligará a mantener un permanente
estado de alerta y a desarrollar una Estrategia para evitar la captura. Y, en
la medida que se independice de los Arquetipos psicoideos, que adquiera
autonomía óntica, libertad exterior, el Yo perdido se irá reorientando
estratégicamente hacia el selbst: entonces se hará patente la posibilidad del
desencadenamiento espiritual.
Pero tal actitud exterior, resuelta a evitar la
acción de las superestructuras, solo puede provenir de quien primero ha
adoptado una actitud interior “graciosa luciférica” pues solo así es posible
disponer de suficiente energía volitiva para resistir la presión del mundo
exterior, la fuerza del Gran Engaño, la potencia sumiente del Terrible Secreto de Maya.
Resumiendo, la situación actual, característica,
del virya perdido es la integración en las superestructuras de hechos
culturales. Incorporado dramáticamente en la trama exterior el virya cumple en
grado sumo con el objetivo macrocósmico de la finalidad pues el sentido que él
pone en el inundo es el que más aprecia el Demiurgo. Con otras
palabras, en su actuación dramática el virya expresa un sentido INTENSO, que
tiene la dimensión del DOLOR, y que se compone en realidad de dos fuerzas
denominadas AMOR Y ODIO: EL DOLOR, que el virya pone en un hecho cultural que
lo incluye dramáticamente, ES ANÁLOGO A LA PRIMERA INTENCION QUE DIRIGE A UN
SIMBOLO “I” HACIA LA CONCIENCIA (ver figuras 21, 22 y 23). En un símbolo
emergente I existe una “referencia a sí mismo” que lo dirige hacia el
umbral de conciencia pero, según se observa en la fig. 23 (a), tal referencia,
o primera intención, se compone a su vez de dos referencias básicas: una
emocional y otra racional. En un hecho cultural ocurre algo semejante pues EL “DOLOR”,
PUESTO EN JUEGO POR TODOS LOS HOMBRES QUE INTEGRAN SU TRAMA, “DIRIGE” EL
SENTIDO DEL DRAMA HACIA EL UMBRAL DEL SENTIDO, DE DONDE EL HECHO CULTURAL HA DE
EMERGER COMO “SENTIDO DEL MUNDO” O REPRESENTACION CONSCIENTE MACROCOSMICA. Mas
este dolor, que da dirección al hecho cultural, se compone de dos referencias
básicas (en realidad son siete), una
emocional (odio) y otra racional
(amor), análogamente a la primera intención del símbolo
emergente.
En el artículo “C” nos preguntábamos: “¿Qué suceso
del mundo exterior es análogo a un “relieve” en el horizonte de la
significación continua? Respuesta: cuando un suceso se destaca nítidamente en
el continuo transcurrir de la Historia se dice que el mismo constituye un hecho
histórico, es decir, un hecho cultural pasado; el hecho histórico o cultural,
en la estructura de la cultura externa, es análogo a la manifestación de un
relieve I en la estructura cultural”. Pero, “siendo que un relieve tal
como I es un símbolo conformado por la manifestación de uno o más “símbolos
arquetípicos” ¿debemos inferir de ello que, análogamente el hecho histórico o
cultural es la manifestación de un Arquetipo
psicoideo? Respuesta: en efecto, todo hecho histórico es la
manifestación de un Arquetipo
psicoideo, o Mito, en un espacio cultural determinado”. Ahora podemos completar esta
analogía agregando que el hecho cultural, cual símbolo I emergente en la
conciencia, se DIRIGE a la Conciencia del Demiurgo, es decir, a la
esfera de Sentido del Mundo (D), guiado por su PRIMERA INTENCION: EL DOLOR
HUMANO. El “dolor”, o primera intención, es una nota energética del hecho
cultural.
Vemos, pues, que la Conciencia del Demiurgo se nutre del
dolor humano y, lo que es más espantoso, que el dolor humano es necesario,
ABSOLUTAMENTE NECESARIO, para la propia evolución del Demiurgo; recordemos la
conclusión expuesta en el artículo “D‘: “el objetivo macrocósmico de la
finalidad del pasú, construir culturas externas, poner sentido en los entes, CONTRIBUYE
AL DESARROLLO EVOLUTIVO DE LA “CONCIENCIA” DEL DEMIURGO. Tal Conciencia
del Demiurgo crece en función del Sentido del Mundo, por la emergencia significativa
de los hechos culturales, análogamente a cómo la esfera de conciencia del pasú
crece por efecto de la emergencia de las representaciones conscientes”. Quien
comprenda esta necesidad de dolor que hay en la esencia del mundo del Demiurgo comprobará que es
utópico esperar que algún día el dolor desaparezca de la vida humana. Por el
contrario, el dolor y el sufrimiento se irán incrementando permanentemente, en
forma paralela al progreso cultural. Y el Demiurgo, por sí mismo,
jamás hará nada para revertir ésta SITUACION ACTUAL DEL VIRYA PERDIDO.
Pero las culturas humanas, en esta etapa del Kaly
Yuga, o están ya dominadas por la Sinarquía o van camino de estarlo muy pronto.
Y desde tan formidable Concentración de Poder, los doctrinarios liberales,
sionistas o marxistas, anuncian con contagiosa certeza un mundo cada vez mejor,
con mayor justicia social, sin clases, sin enfermedades, con paz permanente,
etc. ¿Qué cabe esperar de tales promesas? Respuesta: Nada. A lo sumo alguna
variante del Engaño pero jamás un verdadero plan destinado a terminar con el
dolor, a producir un estado constante de alegría social, tal como, por ejemplo,
el programa Kraft durch Freude
(K.d.F.), “Fuerza por la Alegría”, del Tercer Reich. Pero es natural que así ocurra puesto que tras la
Sinarquía, en cualquiera de sus alas tácticas, están los Siddhas Traidores, es
decir, los responsables extraterrestres del encadenamiento espiritual, quienes
mutaron genéticamente al animal-hombre terrestre para “acelerar su evolución” y
con ello elevaron basta niveles increíbles el dolor de la vida. Ellos, y la “Raza Sagrada” hebrea que
representa al Demiurgo sobre la Tierra, nunca permitirán que el hombre deje de sufrir pues el
dolor, que dirige hacia el Demiurgo el sentido puesto en los entes, constituye una referencia
imprescindible para la dinámica del horroroso
Universo material.
Se entenderá ahora por qué la Sabiduría Hiperbórea
afirma que la principal fuente del dolor humano, esto es: LA POBREZA, jamás será desterrada de las comunidades
culturales por ningún sistema de gobierno sinárquico y que, por el contrario,
los comunistas, demócratas, liberales, socialdemócratas, socialistas,
republicanos, democratacristianos, etc., harán lo posible por aumentarla, aunque disimulando, desde luego, sus verdaderos planes. Solo una
sociedad organizada carismáticamente en torno a un líder o Führer, en el marco
de una mística, podrá independizarse de los karmas colectivos, de las
superestructuras culturales animadas por Arquetipos psicoideos del Demiurgo, y edificar una
sociedad no fundada sobre el dolor de sus bases. Claro que una sociedad así,
como el Tercer Reich, no contribuye para nada a los planes de la Sinarquía y
constituye una afrenta para el Demiurgo y su Raza Sagrada hebrea; una sociedad así, por lo tanto, debe estar bien preparada y
dispuesta para sostener la inevitable Guerra Total que le librará el Enemigo.
La terrible visión del mundo exterior que aquí
mostramos es la que todo virya perdido debe de algún modo vislumbrar. Si así no
ocurre, si el virya cree que el Universo material no es intrínsecamente malo, o
tiene fe en que algún día se erradicará el mal del mundo, que acabará la
pobreza y el hombre será feliz, ello es señal de que el velo que cubre sus ojos
es demasiado opaco: velo poético, velo del Engaño, velo de Maya, lo denomina la
Sabiduría Hiperbórea. Con semejante velo, lo afirmamos enfáticamente, no será
posible que el virya se oriente hacia el selbst: antes se perderá
irremediablemente en el Terrible Secreto de Maya. Pero si el virya comprende lo
que aquí decimos, y lo intuye cierto, entonces podrá continuar profundizando en
la esencia del Engaño, procurando liberarse de su integración a la cultura
exterior y preparándose para plantear el desafío del Retorno al Origen, el cual
será efectuado en el kairos justo, cuando lo indique el honor de su voluntad graciosa.
Finalmente, y esto debe verse claramente, el “estado actual del virya
perdido” es el siguiente:
En lo interno: posee un “Yo perdido” sumido en el
sujeto consciente, es decir, casi permanentemente temporalizado. Sin embargo es
capaz de intuir fugazmente al Espíritu, a su eternidad, a su infinitud…, y
desea alcanzarlo, más, sin saber hacia dónde hay que buscar. Ignora, por
supuesto, que la búsqueda del Espíritu, que debe comenzar por el selbst o foco
de reflexión gnóstica, solo puede emprenderse con éxito si se parte de una “hostilidad
esencial”; y lo ignora porque la Estrategia sinárquica y la cultura judaica le han convencido
que “nada hay más opuesto al Espíritu” que “la hostilidad” o cualquier otra
forma de enemistad o contrariedad hacia la “Obra de Dios”, vale decir, hacia el
demencial y nefasto Universo del Demiurgo. Por eso, por tal esencial engaño, el virya no encuentra habitualmente
al Espíritu, ya que en lugar de buscar a un Dios, que eso es su Espíritu
Hiperbóreo, se entrega a perseguir una caricatura con muletas, la vil ilusión
de un espiritucillo dulce y asexuado que declama cánticos sagrados en torno del
Trono de Jehová. Esta repugnante criatura espiritual es la que algunos viryas perdidos,
y otros mentecatos, creen ser o quisieran ser algún día, “después de la muerte”,
o el “Día del Juicio Final”, etc., Habrá que convencer a los viryas, pues, que
el Espíritu Hiperbóreo pertenece a una raza guerrera y que la hostilidad hacia
el mundo material es la principal cualidad de su esencia.
En lo externo: el virya perdido se halla
habitualmente integrado en la superestructura del hecho familiar y participando
activamente en hechos culturales de distinta clase. Su estado actual externo
depende, pues, de acuerdo a un riguroso balance kármico del proceso de los
Arquetipos psicoideos que animan las superestructuras. Pero de tales Arquetipos
psicoideos, que lo mantienen sujeto a las superestructuras que ellos sostienen
como contexto del mundo exterior, el virya perdido es ignorante, está “como en
un sueño, es decir, está “dormido” para esas realidades metafísicas. Y para
colmo de males, el sentido que él expresa en el mundo, sentido puesto en los
entes con la fuerza del dolor, es la luz que ilumina la Conciencia del Demiurgo: luz, energía,
fuerza externa, que es también amor,
odio, sufrimiento, dolor interno, imprescindibles
para que El experimente el
placer del Creador, el goce que proporciona el “descubrimiento
posterior” de la Obra. El virya perdido, aquí en nada distinto del pasú es
quien “valora y valoriza” la obra del Demiurgo, quien pone nuevo sentido en los entes del mundo al proyectar objetos
culturales y construir culturas exteriores; tal actitud representa el Bien y
constituye una dirección, un rumbo moral, hacia el que apunta la evolución: con
el derrotero señalado por el dolor
humano, que es una intención subyacente en el sentido, la
Historia progresa hacia la entelequia del Plan cósmico, hacia el Pralaya, hacia
la perfección final de los Arquetipos que fue propuesta por el Demiurgo al comienzo del
manvantara.
El estado actual del virya perdido, su situación
real, nos muestra que “el
despertar”, es decir, el paso previo al desencadenamiento
espiritual, es una tarea externa e interna, un movimiento estratégico de gran
precisión, un salto dado con absoluta seguridad en el kairos justo. El
despertar, así descripto, es idéntico al “acto de guerra individual del virya”;
un golpe de valor supremo que podrá descargar sobre el Enemigo todo aquél que
comprenda, y siga, la vía
de la oposición estratégica explicada en este
libro de Fundamentos de la Sabiduría Hiperbórea.
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